Hace un año y medio que Javier Miranda está a cargo de la presidencia del Frente Amplio (FA). Dice que en ese período comprobó que gestionar esa fuerza política es “totalmente manejable”, aunque se haya dejado crecer el “mito” de que hay dificultades para el diálogo. Miranda recibió a la diaria durante una hora, en la que demostró que la charla es lo suyo.

En el acto del 5 de abril dijo que persisten fracturas sociales y desigualdades, y que hay que “construir soportes sólidos en lo cultural”. ¿Cómo se hace?

Con las políticas públicas. La lucha por la igualdad es lo que nos diferencia radicalmente de la derecha. Seguimos teniendo desigualdades que debemos seguir trabajando, pero mejoramos. Los datos del último informe del Instituto Nacional de Estadística son absolutamente relevantes. Estamos en el punto más bajo de la cantidad de personas en situación de pobreza medida por ingreso, 7,9%: el problema es que para esas personas es 100% de pobreza, esto nunca hay que perderlo de vista. Pero ojo, yo no hablo sólo de igualdad de oportunidades, sino también de igualdad de resultados. Porque si no, la lógica es pretender colocar a todo el mundo en la misma posición para que luego la libre competencia resuelva, y es un problema de méritos o de la ruleta natural, que genera enormes desigualdades. Creo que eso no es aceptable. Ahora, cuando hablé del cambio cultural me refería a la desigualdad entre varones y mujeres. Tuvimos un notable avance en términos normativos, y es muy importante que el tema esté instalado en la sociedad, pero todavía sigue siendo duro en términos culturales. Seguimos teniendo una cultura que es machista y patriarcal, y ahí los cambios son mucho más lentos y difíciles, pero hay que seguir trabajando.

Si nos ponemos marxistas, ¿el cambio cultural tiene que venir de la mano de un cambio de la base económica?

Eso es una versión del marxismo de la editorial Progreso [de la Unión Soviética, para públicos de otros países]. No hay ninguna duda de que la infraestructura condiciona las superestructuras culturales, pero con [el filósofo marxista húngaro Georg] Lukács, por lo menos, también es cierto que la superestructura condiciona los desarrollos infraestructurales. Es una relación dialéctica. Esto no es menor. Por ejemplo, ayer estuve discutiendo el descuido que ha tenido históricamente la izquierda con la superestructura jurídica. Eso tiene consecuencias enormes cuando efectivamente ejercés el poder político en la sociedad y tenés que generar cambios, porque la superestructura jurídica te los condiciona, y eso es lo que está pasando hoy. Hay un dictamen de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República que dice que el proyecto de ley del impuesto a las altas jubilaciones militares sería inconstitucional. Eso tiene que ver con la falta de participación de profesionales con pensamiento de izquierda en la cátedra de Derecho Constitucional, y es altamente preocupante. Falta profundización de la reflexión de izquierda sobre la institucionalidad jurídica.

En el acto también habló de que [la Asociación Nacional de Broadcasters Uruguayos,] Andebu está con “ellos”. ¿A quiénes te referías?

A aquellos que cuestionan las políticas que ha llevado adelante el FA desde 2005. Andebu adhirió a la movilización de los “autoconvocados”, cuando era un reclamo netamente agrario. ¿Qué tenía que hacer ahí? Lo que están olvidando los dueños de los medios de comunicación es que las ondas son públicas y que lo que tienen es una concesión revocable de una propiedad que es de todos los habitantes de la República.

Raúl Sendic dijo en una entrevista que las conclusiones a las que había llegado el Tribunal de Conducta Política [TCP] del FA sobre su caso eran “injustas”. ¿Qué opina?

Que no son injustas. Es más, creo que se ha hecho hincapié en un apartado del informe del TCP que no está en las conclusiones. El TCP no concluyó de ninguna manera que haya habido apropiación indebida o enriquecimiento ilícito por parte del ex vicepresidente. No es una lectura ajustada de lo que el texto dice. Estoy súper acostumbrado a disentir con las sentencias, por mi oficio de abogado, y es legítimo, pero eso no debiera llevar a cuestionar la institucionalidad que nos damos para resolver los conflictos; eso sí me preocupa.

El sector Banderas de Líber opinó la semana pasada que el hecho de que usted tenga que “insistir” en cada acto sobre dar “una señal clara de transparencia y de ética” es índice de que “no hay acuerdo en los organismos del FA en dar esa señal”.

No coincido. Hay que dar señales claras a la población del compromiso ético en la conducción, porque ese es el jaque más importante que tiene hoy la estructura política en Uruguay y el mundo. Hay que seguir trabajando en la confianza de la población hacia el sistema político, porque no conozco otro mecanismo mejor de organización de la sociedad. Las alternativas que se plantean a eso son los populismos en Hungría, en Polonia, o [el presidente de Estados Unidos, Donald] Trump. El juego de la antipolítica destruye la posibilidad de generar comunidad. La alternativa es hacer del Poder Ejecutivo una entidad privada en un marco de libre competencia, y que los CEO la conduzcan. Esa es la propuesta profunda de la derecha. Y no es cierto que somos todos iguales.

¿No cree que todo lo que pasó con Sendic ayuda a pensar que son todos iguales?

No, creo que ayuda a pensar que no somos todos iguales por cómo actuó el FA, que recorrió el camino de la institucionalidad.

Me refiero al hecho en sí del uso de las tarjetas corporativas.

Yo no quiero juzgar, por eso voy a respaldar la institucionalidad. Si no hacemos eso, caemos en los linchamientos, que es el otro peligro: la lógica de los tribunales y de la civilización del espectáculo, juzgar por la tapa de un diario y no de acuerdo con el debido proceso, defendiendo a muerte el principio de inocencia hasta que haya una sentencia de condena que diga que es culpable. Por supuesto que cualquier alejamiento de las normas éticas –no sólo en este caso que planteás, sino en tantos otros, como los de [Agustín] Bascou, [Pablo] Caram o [Pablo] García Pintos– le hace mucho mal a la sociedad.

Leonardo de León...

De León es inocente hasta que se pruebe lo contrario. El hecho de que el TCP del FA tome el asunto a consideración no implica condena de ninguna manera, ni siquiera un elemento de culpabilidad. Eso debe recorrer los caminos institucionales.

Fue parte durante muchos años de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos, y estuvo en la Secretaría de Derechos Humanos de Presidencia de la República. ¿Cómo ve la gestión del Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia [GTVJ]? Es un síntoma que Familiares se haya alejado.

Prefiero no hablar del tema. Estuve absolutamente involucrado en este tema y lo conozco muy bien desde adentro. Seguí el proceso del GTVJ en su momento, el de la Secretaría [de Derechos Humanos] para el Pasado Reciente, y todos los procesos de la lucha contra la impunidad en Uruguay de 1986 a 2016.

Por eso es el indicado para hablar al respecto.

No soy el indicado, porque hoy soy el presidente del FA y ya no pertenezco a Familiares, pero sí miro con preocupación el derrotero que llevamos sobre este tema en 30 años; es cierto que no hemos avanzado todo lo que debíamos por distintos factores, como que las fuentes que podrían haber brindado información no lo hicieron, o que no fuimos capaces de lograr que dieran información –no supimos encontrar las estrategias o no tuvimos el coraje–, y también porque el proceso a veces se vio trabado por nuestras propias deficiencias, mezquindades, orgullos, egos e incapacidades –en el movimiento de derechos humanos en general–.

El balance que publicó el GTVJ señala que no cuentan con un “marco presupuestal adecuado”.

En el proceso que yo viví con el GTVJ, mientras fui secretario de Derechos Humanos de Presidencia, hasta 2016, no creo que haya habido un marco presupuestal inadecuado.

¿Qué futuro le augura al país si el FA no gana las próximas elecciones?

Preocupante, por lo menos por lo que estamos viendo que pasa en la región y en Europa occidental, donde el declive de la democracia es enorme. Hay un regreso a las políticas liberales. Es el reclamo de la derecha, que vayamos a un Estado que se retraiga, que no participe en la negociación colectiva y gaste menos en políticas sociales. Sería un retroceso en la conquista de derechos. La razón que justifica el Estado es la realización de los derechos fundamentales de las personas. ¿El objetivo es el crecimiento del Producto Interno Bruto? No, eso es una herramienta para financiar los derechos. El Sistema Nacional Integrado de Salud es deficitario, dice la barra, el sistema de educación pública también, pero ¿para qué quiero recaudar y generar riqueza?: para financiar al sistema de salud y al de educación pública, porque esa es la realización de la gente. Los derechos cuestan, hay que financiarlos.

¿Tiene entre manos el proyecto de ley para la segunda generación de reformas de la salud?

No, tenemos dos anteproyectos de algunas medidas que pensamos que deberían adoptarse inmediatamente. Pero no para la segunda generación de reformas, sino para ya mismo. Creo que el FA debe ir en general a una segunda generación de reformas. Tenemos el desafío de dar un salto cualitativo, y vuelvo al materialismo dialéctico: las acumulaciones cuantitativas producen saltos cualitativos. El FA hizo un proceso formidable de transformación de la sociedad desde 2005 hasta hoy –y en Montevideo desde mucho antes–, y estamos en las puertas de un salto cualitativo en este sentido.

¿Se debe hacer una reforma en la educación?

Sin duda. Yo soy profesor en la Facultad de Derecho y enseño un código [el civil] de 1868. Les explico a los alumnos qué dice ese código, y me miran como diciendo “me estás hablando de historia antigua”. Sin duda, hay que dar un salto profundo en materia de educación, en la forma de aprender, de relacionarse y en el qué aprender. Mi hijo tiene 11 años y va a un taller de dibujo para estimularle la creatividad, porque el futuro ya vino y es de la creatividad, de la capacidad de innovar y cambiar. ¿Para qué me sirve que un tipo sepa 2.405 artículos del Código Civil? Tenemos que ser más atrevidos y arriesgarnos más. Por ejemplo, vamos a discutir la Renta Básica Universal. No sé si es la solución, pero por lo menos quiero discutirla.

¿Hay menos discusión ideológica en la política?

Sí, totalmente. En el FA, sin duda, y sigo reivindicando la necesidad de las discusiones ideológicas. El pragmatismo que se predica también es una ideología, un sistema de ideas; no nos hagamos trampa. Tengamos discusiones de ideas en función de valores finales que nos proponemos, que en la izquierda son libertad, igualdad y solidaridad.

¿Y la fraternidad?

Es una forma elegante de zafarle a una identificación con la masonería. No quiero cerrarme a un determinado grupo social.