El derechista Partido Colorado fue declarado anoche ganador de las elecciones, aunque su ventaja frente a la alianza de centroizquierda Ganar era de sólo cuatro puntos porcentuales, lejos de la diferencia de más de 20 puntos que le daban las encuestas.

Si bien ayer competían diez fórmulas presidenciales, la disputa por el gobierno de Paraguay se dio entre las que incluían a los principales partidos. Por un lado, la que encabezaba el senador Mario Abdo Benítez, del gobernante Partido Colorado. Por otro, la que postulaba a la presidencia a Efraín Alegre, titular del opositor Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), de centroderecha, que conformó la alianza Ganar junto con el Frente Guasu, de izquierda.

Esta coalición fue similar a la que en 2008 llevó a Fernando Lugo a la presidencia. Pero esta vez no logró desbancar al Partido Colorado. Cuando ya se había relevado más de 95% de los votos, Abdo Benítez reunía 46,5% frente a 42,7% de Alegre, y el candidato oficialista fue proclamado ganador.

Las propuestas que los dos principales candidatos plantearon durante la campaña tenían coincidencias, incluso en las críticas al gobierno de Horacio Cartes, que dentro del Partido Colorado pertenece a un sector opuesto al de Abdo Benítez. Tanto este dirigente como Alegre coincidieron en que es necesario trabajar contra la corrupción, impulsar una reforma del sistema judicial para que deje de estar sometido a los intereses de los partidos políticos y aumentar el porcentaje del Producto Interno Bruto que se invierte en la educación, que es de 4,5%. Estos temas son los que figuran primeros en las encuestas sobre las preocupaciones de los paraguayos.

Por el contrario, uno de los asuntos que tuvieron poca presencia en la campaña fue el de la reforma agraria, largamente reclamada por los movimientos campesinos. Esto llevó a que las organizaciones sociales vinculadas a este sector llamaran a votar anulado o en blanco, porque consideraron que ningún candidato defendía sus intereses.

Nombres y números

El candidato colorado llevaba anoche, en el escrutinio, una ventaja mucho menor que la prevista por las encuestas durante la campaña y los sondeos a boca de urna que los medios paraguayos publicaban ayer, mientras se desarrollaba la votación. Sólo daban a conocer los porcentajes de apoyo a los candidatos, sin dar sus nombres. De todos modos, no era difícil deducir la identidad de cada uno.

El manejo de los estudios de opinión volvió a ser objeto de críticas por parte de quienes enfrentaron al Partido Colorado, algo que es habitual en las elecciones paraguayas. Durante la campaña las encuestas llegaron a mostrar una diferencia superior a 25% a favor de Abdo y durante la votación la reducían hasta 16%. Dirigentes de la alianza Ganar criticaron que ayer se difundieran estas encuestas y atribuyeron los desaciertos de sus previsiones a una intención política de favorecer al oficialismo.

Al cierre de esta edición había algunas pistas sobre la conformación del nuevo Congreso, que tendría mayoría colorada y en el que el Frente Guasú se mantendría como tercera bancada. La cantidad de escaños colorados no es garantía de gobernabilidad para Abdo: él mismo se convirtió durante la administración de Cartes en un opositor que impidió la aprobación de varios de los proyectos del Ejecutivo.

Después de las primarias coloradas en las que Abdo Benítez venció al candidato de Cartes, Santiago Peña, el partido se mostró unido detrás de su fórmula presidencial. Sin embargo, siguieron insinuándose las diferencias internas en el partido, sobre todo cuando se consultaba a Abdo acerca del intento del presidente de buscar la reelección.

El candidato colorado a la presidencia, de 46 años, es conocido como Marito. Se lo llama así para diferenciarlo de su padre, cuyo nombre también es Mario Abdo y que fue secretario privado del dictador Alfredo Stroessner. Durante la campaña, le han criticado al candidato colorado que nunca tomó suficiente distancia de su padre.

A lo largo de su carrera, Abdo Benítez, un dirigente conservador, que se declara católico y defensor del modelo de familia tradicional que promueve su iglesia, ha mostrado distintas posiciones acerca de la dictadura. En 2006 acudió al funeral de Stroessner, que murió en el exilio en Brasil, y reclamó que el Partido Colorado le rindiera tributo. El año pasado, ya en campaña, dijo en distintas entrevistas que él no había elegido en qué familia nacer, que milita junto a personas “que fueron perseguidas y torturadas” pero creen en él, y que “los que tienen menos de 40 años ya no se acuerdan de esa dictadura”.