“Pensaba en las cabezas ajenas, y en la suya pensaban otros aparte de él. Este es el verdadero pensamiento”. Bertolt Brecht

La reciente polémica en torno a Vivian Trías nos permite reencontrarnos con su obra. El objetivo de este artículo no es participar en el debate “Trías sí o Trías no” –lo que alimentaría una lógica simplista, maniquea y, por ende, injusta–, sino comenzar uno nuevo, referido a la vigencia y posibles reelaboraciones de sus concepciones y aportes teóricos en nuestros tiempos. Esto implicará sacar del centro por un momento al hombre y sus vicisitudes, para abocarnos a discutir su pensamiento y a interpretar e interpelar nuestra realidad teniendo en cuenta sus ideas.

Su obra parte del objetivo central de construir el socialismo a partir del propio contexto, sin caer en meros trasplantes de categorías de análisis foráneas; al decir del peruano José Carlos Mariátegui, “la creación de un socialismo que no sea ni calco ni copia, sino creación heroica”. Vivian Trías proponía un socialismo nacional construido sobre los rasgos específicos y originales de cada país, respetando las identidades nacionales, concebidas de un modo dialéctico y dinámico; es decir, asumiendo sus contradicciones, que despliegan a su vez posibilidades de cambio. Por ello, conocer nuestros países y nuestro continente desde la vida misma de los pueblos –con sus condiciones materiales, gramáticas culturales, creencias, aspiraciones y sentimientos–, así como identificar factores y actores cuyos intereses puedan articularse en un proyecto auténticamente liberador, es una condición necesaria de cualquier intento de transformación. La perspectiva geopolítica que asume Trías incorpora también, aunque en un contexto diferente del nuestro, la problemática de la creciente transnacionalización del capital y el enorme peso de los factores globales de poder, lo que concluye en la necesidad de construir una integración regional liberadora. Trías identifica la Patria Grande como el contexto en que el verdadero socialismo nacional se desarrolla.

Para Trías, el socialismo se hace desde el pueblo, de abajo hacia arriba, con una vocación democrática profunda y sin etapismos rígidos, alineamientos mecánicos o recetas predeterminadas. Los movimientos populares –diversos y heterogéneos, pero vertebrados por la clase trabajadora– deben ser artífices de la construcción del socialismo si este se propone cambiar realmente la historia. Un socialismo que pertenece sólo a las minorías ilustradas está condenado a ser meramente declamativo. Por ello, debe participar en las necesidades de los pueblos y dejarse impregnar por ellos para construir una alternativa política con potencialidades reales de operar sobre la realidad y transformarla. Este camino implica riesgos, pero se separa decididamente de cualquier elitismo intelectualista o tecnoburocrático y propone, desde la humildad de los que confían en la “fortaleza de los débiles”, trascender el corporativismo de la política tradicional.

Trías remarca el carácter histórico, y no natural, del sistema capitalista. Recordar que el capitalismo no es la forma definitiva en la evolución de la humanidad sigue siendo necesario. Muchos se olvidan de que el capitalismo es una construcción, imperfecta como todo hecho humano, que surgió en un contexto histórico determinado. La buena noticia es que, al ser histórico, no es inmutable. Por ello Trías, que define al socialismo como praxis y concepción humanista, nos convoca a salir del “realismo capitalista” y a construir una nueva realidad inclusiva y sensible con la mujer y el hombre en el centro.

La vigencia de estas ideas muestra que Trías tiene qué hacer en América todavía. Su pensamiento aún despierta las conciencias y nos interpela al cambio. Trías pensó para el pueblo e hizo que los pueblos también nos pensáramos. Esto último es una de las cosas más valiosas que puede legarnos un ser humano: el pensamiento crítico que sacude el orden establecido y nos lleva a imaginar nuevas realidades.

Por eso celebro la oportunidad de tener este debate centrado en la obra de Trías, en sus objetivos y aportes vigentes, y no en sus circunstancias personales coyunturales, lo que no implica desconocer las condiciones de producción de su pensamiento, los errores que haya cometido en su interpretación de la realidad u otros aspectos atinentes a la “verdad histórica”, pero previene contra la posibilidad de caer en burdas manipulaciones o falacias ad hominem. La propuesta es ordenar el debate de otra manera, partiendo de la base de que Trías es todavía nuestro contemporáneo porque escribió cosas necesarias para esta época o que pueden interpelarla, convicción que se confirma con las actitudes y reacciones que ha despertado esta cuestión en diferentes actores. Rescatar sus ideas, reflexionar sobre ellas y discutirlas críticamente puede aportarnos nuevas herramientas para interpretar con vocación transformadora nuestra urgente realidad.

Profesor de Historia