“Lo que más me gusta cuando llego a una mesa es que la gente automáticamente corre todos los celulares. Está bueno, porque es como tener una ventanita abierta”, observa la santafecina Guadalupe Becerra, una de las cabezas detrás de las noches de juegos que están cambiando la dinámica en algunos bares. El puntapié inicial fue en 2016, cuando, un año después de que se instalara en Montevideo, se mudó también una compañera con la que habían creado Cueque. Al egresar de la carrera Tiempo Libre y Recreación, el encuadre de trabajo era distinto del actual: “Hacíamos fiestas infantiles en las que tratábamos de cambiar la lógica de la clásica animación y llevábamos juegos cooperativos. Hasta que nos llamaron de La Cantera, una organización que trabaja en Buenos Aires, desde hace diez años, con los juegos de mesa, más que nada en la investigación y en la creación”. Desde allí mismo las impulsaron a probar un camino propio con esos juegos, que aquí se adaptaron a llamar “de caja”.

“Acá empezamos dando talleres y capacitaciones. Utilizamos la lúdica para lograr algo. Por ejemplo, en el marco de un curso de inclusión social que se da por el barrio Goes, con el aval del municipio”, explica Becerra. Al mismo tiempo, fueron con la idea de los juegos al bar Fénix; al dueño le gustó, al punto de que las hizo comprometerse a ir una vez por semana. Ahora Becerra y su compañera tienen tal demanda que están empezando a coordinar un equipo de cinco personas. Tienen más de 50 juegos, principalmente de Argentina y Uruguay, para fomentar la industria local y vendérselos a quienes se hacen fanáticos. Del exterior, cuentan con cajas de Estados Unidos, de Francia, de Nueva Zelanda. Dicen que en general buscan esos que “tratan de propiciar el trabajo en equipo”. “Tenemos también juegos que son competitivos y con los que la gente se mata, aunque termina recontenta, pero la idea es, en un principio, generar la unión del grupo y, sobre todas las cosas, pasar un momento divertido y olvidarse por un momento de los conflictos que tenemos”.

Tampoco es cuestión de distribuir cajas a mansalva. El criterio para romper el hielo es, antes que nada, distinguir las características de la mesa, ya que hay algunos juegos en los que es necesario que haya un número par de jugadores, otros que exigen que jueguen diez personas. “A veces no está bueno agrupar, pero hay juegos con los que se copan más las mujeres y otros con los que se copan más los hombres. Vamos viendo, explicamos que llevamos juegos alternativos, y que la mayoría son cortos, de pocas reglas, para que la gente también pueda charlar y tomar algo”, dice Becerra. Por eso, ni pensar en pedir el War o el Trivial, ni en sumergirse en una partida de ajedrez. “La intención es que pruebes juegos que no conozcas”, subraya.

Parece que las mujeres tienden a ganar cuando está implicada la lógica y que los hombres pasan adelante si pesa la estrategia. El más exitoso siempre resulta ser Escondidos, que a grandes rasgos se trata de buscar coincidencias entre cartas, una prueba básicamente de agilidad mental. Otro que se pide mucho se llama H.D.P., que significa en este caso Hasta Donde Puedas y es un juego de humor negro para mayores de 18 años. Pero no hay reglas que se aprendan mejor que jugando. “Después que están ahí, me dicen: ‘No me imaginaba ni a palos que iba a ser esto’ y de repente está la gente gritándose: ‘frutillita’, ‘manzanita’, o se están riendo a carcajadas”, relata Becerra. Al final, todos se compenetran, aunque usualmente las partidas no sean por puntos.

Las integrantes de Cueque aclaran que la propuesta es abierta: “Si alguien cae al bar y no sabía de esta actividad o está en otra, no se lo obliga a participar”. La noche es “al sobre”, y para seguir adquiriendo juegos para la ludoteca se sugiere al cliente que deposite el equivalente a una entrada al cine o al teatro.

“En Buenos Aires está más latente el juego”, distingue la animadora, “acá cuando recalamos la primera respuesta era: ‘cómo me voy a poner a jugar yo con la edad que tengo’, pero la experiencia nos ha enseñado cómo invitar a jugar, que no es nada fácil. También hay muy poca noción de lo que sale un juego de caja, y esto es una propuesta cultural”.

Por lo general, los encuentros en bares duran unas cuatro horas y se contrata a Cueque, en un formato más personalizado, para fiestas privadas. Dicen que la gente suele cuidar el material, si bien el manoseo continuo los llevó a armar protecciones transparentes y a adoptar un sistema “de Tetris” para transportar las fichas.

En ocasiones, los juegos hacen aflorar emociones intensas, energías que las Cueque deben moderar. “Cuando uno abre lo que un autor llama ‘el círculo mágico’, si llega a sobrepasarse una situación, hay algunas personas que están en el limbo y hay que decirles ‘pará, esto es un juego’. Lo que me pasó y fue groso –a partir de entonces empecé a preguntar– es que un chico se dio cuenta de que es daltónico con uno de nuestros juegos. Escuché gritos y cuando me acerqué vi que se estaban peleando por el color de una araña; él la veía verde pero era roja. Fue terrible para mí, porque tuve que resolver la situación; ellos después se mataron de risa”.

Agenda semanal | Jueves 24 de mayo: 11:11 Café (Sarandí 490), de 17.00 a 21.00; Fénix Bar (Juan Carlos Gómez 1251), de 22.00 a 2.00. Viernes 25: The Black House (Río Negro y Soriano), de 22.00 a 2.00.