La Habana casi todo el tiempo huele a tabaco y a húmedo. Estamos entre abril y mayo y no es verano. El clima es agradable. Aunque el sol pega fuerte, no incomoda, y la brisa refresca mucho. Mientras el taxi avanza desde el aeropuerto José Martí hacia La Habana el mundo cubano va apareciendo lentamente. En muchas calles hay imágenes de Fidel Castro y del Che Guevara. Sobre todo de Fidel.

Fidel Castro estudió Derecho en la Universidad de La Habana. Y eso te lo repiten siempre. Se sienten orgullosos. En esa universidad, justo frente a la Facultad de Derecho, hay un tanque de guerra. Una inscripción a su lado avisa que se trata de la tanqueta del ejército de la tiranía capturada en la batalla de Santa Clara, entre el 28 y el 31 de diciembre de 1958, por la columna Directorio Revolucionario 13 de Marzo del ejército rebelde, en los combates del escuadrón 31 de esa ciudad, contra la que cayó combatiendo frente a frente y en duelo desigual el joven rebelde y estudiante de 18 años Roberto Fleites González.

“Fidel es una eminencia. Es una persona de las que sólo nacen cada 100 años. En el mundo entero le dicen ‘el Estadístico’. Los americanos trataron de agarrarlo y nunca lo cogieron en ningún lugar. Es un fuera de serie”, me dice un estudiante de Psicología.

Después de caminar un poco por el Malecón, vuelvo al Saint John’s, el hotel en la zona de Vedado en donde me hospedé. Según me dicen, esa zona es llamada así porque era vedada para los negros antes de la Revolución. Allí sintonizo el canal internacional RT. El cantautor cubano Silvio Rodríguez, en una entrevista realizada por el ex presidente de Ecuador Rafael Correa, habla del merecido descanso de las personas que le han dedicado toda su vida a la Revolución, y pone el acento en la necesidad del cambio de gobierno. “Me parece bien que [Miguel Díaz-Canel] se haya preparado. Eso es bueno para Cuba y es bueno para la Revolución. Cuán bueno, eso lo dirá el tiempo, porque tampoco soy adivino. Pero lo veo todo con esperanza. Lo apruebo, lo aplaudo”, sostiene.

Pero no todos están de acuerdo con Silvio Rodríguez. Hay cubanos que piensan que el cambio de gobierno es una farsa y que con Díaz-Canel las cosas no van a cambiar, como me lo dice un profesor de la Universidad de La Habana. “Díaz-Canel tiene que hacer lo que dice Raúl Castro. Cuando Fidel estaba vivo, Raúl tenía que hacer lo que decía Fidel. Yo estoy contento con mi país, pero no estoy contento con Raúl”, dice.

Y la situación de su trabajo muestra en algo ese descontento. “Aquí el trabajo empieza a las 8.00 y termina a las 18.00. Con el pago que me dan tengo que restringirme en muchas cosas. Aquí tenemos una libreta de abastecimiento. Con esa libreta te dan la comida mensual, pero hay que pagarla igual. Nos dan cinco libras de arroz, un kilo de frijol, media libra de aceite, un cuarto de pollo y cinco huevos. Eso no alcanza. Aquí no tenemos libertad de palabra ni de expresión”, dice.

–¿Aquí no se puede decir lo que se piensa? –le pregunto.

–¡¿Decir?! Vas preso por contrarrevolución –me contesta.

–¿Preso cuánto tiempo? –le sigo preguntando.

–15 o 20 años –me dice.

Por eso el profesor aquí se llama el profesor y no escribo su nombre. Él gana mensualmente 13 CUC. El CUC es la moneda para extranjeros y cada CUC equivale a 13.000 pesos colombianos, es decir, un euro. Así, el sueldo del profesor es de 13 euros por mes, aunque algunos otros cubanos de otras profesiones hablan de un sueldo de 30 dólares por mes.

Con él bajamos un par de cuadras desde esa universidad y entramos al bar de Theodoro, en donde, según cuentan, Fidel Castro se reunía para conspirar contra Fulgencio Batista. Lo primero que uno ve al entrar es la barra con tres bancos altos de madera, y en la pared, dos carteles pequeños pintados a mano. En el más grande dice: “Celebramos con júbilo y entusiasmo el 59º aniversario del triunfo de la Revolución”, y en el pequeño: “Todos a la plaza con unidad, compromiso y victorias”. Allí, en ese bar, el profesor me recomienda tomar el cóctel de la Revolución, una bebida suave, una mezcla de Tu Cola (una especie de Coca-Cola pero hecha en Cuba), limón, menta o yerbabuena, hielo y ron Legendario.

Nos ubicamos en una mesa junto al cuadro La unión, que según el profesor significa el antes y el después de la Revolución. Esa representación está marcada por los colores de las bebidas de dos bandejas que se muestran en el lado izquierdo y derecho del cuadro. En la bandeja izquierda hay dos copas con tragos blancos y en la derecha dos copas, pero una con un trago blanco y otra con uno negro. El profesor me dice que antes de la Revolución sólo se tenía en cuenta a los cubanos blancos, pero que después, con la Revolución, ya se tuvo en cuenta a los negros. El original de ese cuadro está en el Museo de Bellas Artes.

Cuando nos sirven el cóctel de la Revolución en el bar de Theodoro, el profesor hace un brindis. “Viva Cuba, viva Colombia y viva Latinoamérica”, dice, y hacemos sonar los vasos.

Los cubanos también hablan de las cosas positivas de su país: la seguridad, la educación y la salud. Pero no les es suficiente con eso. “Es contradictorio que con tanta educación, tanta seguridad y tanta sanidad, tengamos el estómago pegado atrás”, dicen.

De las tres cosas que los cubanos se sienten orgullosos hasta ahora sólo he podido comprobar lo de la seguridad. Eso es verdad: en La Habana caminas a cualquier hora por casi cualquier parte y no te pasa nada. Hace unos días estuve en La Bodeguita del Medio en La Habana Vieja y allí escuché al maravilloso grupo Mi Son, Mi Son, mientras me tomaba un mojito. Les compré por 10 CUC su trabajo musical Eco Caribe, con canciones como “Échale salsita”, “Juramento”, “Mientes” y “El Cuarto de Tula”.

Cuando salí caminé tranquilo a las doce y media de la noche, con la brisa al lado, contagiado de la alegría de los cubanos, algo que en mi país, Colombia, es impensable.

John Rodríguez Saavedra es un escritor y periodista colombiano.