Como dice Iván de la Nuez en uno de los capítulos, "Cuba es un país al que la gente no va a descubrir una realidad, sino a confirmar un guion”. La argentina Leila Guerriero advierte en el prólogo que nos presenta una docena de textos con la intención de alejarse de reduccionismos tajantes y “contar el país desde el territorio mucho más peligroso, y por lo mismo más interesante, de la duda y la contradicción”. La mitad de los autores nacieron en la isla, pero dos viven fuera de Cuba y otro reparte su tiempo dentro y fuera. En el resto hay tres estadounidenses, un chileno, un mexicano y un español; algunos han vivido muchos años en el país que cuentan y otros estuvieron de paso.

Todos los capítulos están escritos en primera persona y sin una politización explícita; por lo general, destacan peculiaridades poco divulgadas de la vida cotidiana de los cubanos, y así contribuyen a una comprensión más amplia y matizada de su realidad actual, si quienes leen disponen de información acerca de lo que se puede considerar “sabido”. En todo caso, la inducción a partir de “historias pequeñas” tiene sus riesgos, particularmente cuando se la usa para hablar de un país ajeno, ya que (valga la obviedad) lo que le llama la atención a un visitante no siempre es indicio de algo profundo, y a veces habla sobre todo del observador.

Quien más se aparta de ese formato es De la Nuez, con algunas tesis generales atendibles sobre economía y política, e incluso pronósticos sobre el gobierno de Miguel Díaz-Canel, que no había asumido la presidencia del Consejo de Estado cuando el texto fue escrito. Leonardo Padura aporta un relato sobre la historia del béisbol en su país, entrelazado con experiencias personales, que resulta más bien insulso y, en definitiva, fallido si la intención era, como parece, profundizar en los motivos de una pasión y plantear algunas semejanzas entre el juego y la sociedad (“cuando parece que no está ocurriendo nada, puede estar sucediendo lo más importante”). Es probable que la mayoría de los lectores uruguayos termine el capítulo sin entender más que antes cuál es la gracia del béisbol, o por qué la declinación de este en los últimos tiempos, junto a la creciente afición de los cubanos por el fútbol, se nos muestran como síntomas de un problema grave, que estaría afectando cierta “cubanidad” esencial (desde otro punto de vista, ese cambio aleja a la isla de la cultura estadounidense y la acerca a la del resto de los latinoamericanos).

El texto de Vladimir Cruz es fascinante, por la información que contiene y por todo lo que dice sin decir acerca del desarrollo de proyectos artísticos y culturales en Cuba, con sus grandezas y miserias, sus tensiones entre los impulsos creadores y las burocracias estatales, la peculiar interacción entre los cubanos y el resto del mundo, y el modo en que se han sacado fuerzas de flaquezas. Todo esto a partir de experiencias entrañables: si el autor no se hubiera dedicado a la actuación, también podría haber tenido éxito escribiendo.

En el capítulo de John Lee Anderson pesa sobre todo su considerable oficio de periodista, pero el resultado es bastante frío y deja gusto a poco. Tampoco entusiasma el texto de Francisco Goldman sobre pasado y presente del cabaret Tropicana, que no logra mucho más que sumar datos. A mitad de camino entre el éxito de Cruz y el relativo fracaso de Anderson y Goldman se ubican las participaciones de Patricia Engel y de Patricio Fernández, crónicas atractivas pero no excepcionales, que por momentos resbalan sobre la superficie de lo que cuentan, sin aprehender significados hondos.

Mauricio Vicent devela el mundo semioculto de una especie de quiniela cubana y sus vínculos con la religiosidad –o lisa y llanamente con la superstición–, pero se trata básicamente de un trabajo periodístico valioso, que no trasciende demasiado su objeto específico. Algo parecido se puede decir del capítulo de Abraham Jiménez Enoa, sobre un jinetero y sus historias con mujeres turistas, aunque está mejor escrito y se acerca más a sugerir rasgos generales del presente en Cuba. Eso hace también el texto de Rubén Gallo, centrado en el peculiar y significativo cruce de una librería semiclandestina con el mundo de la prostitución homosexual, pero a uno le quedan dudas acerca de la pertinencia de extrapolar en este caso.

Wendy Guerra plantea comentarios y reflexiones con perspectiva histórica sobre estética y moda, yuxtapuestos a otros vinculados con la cultura sexual y las cuestiones de género, desde un punto de vista femenino. Los dos componentes son instructivos, pero no se articulan demasiado entre sí, y hay algo un poco extraño, probablemente discutible, en su elección de esos dos ejes para componer el relato de una mujer sobre su país.

Por último, pero en el primer capítulo, Carlos Manuel Álvarez ofrece una pequeña joya, sobre un viaje suyo a Estados Unidos y dos cubanos exiliados allí. Uno de ellos, su padre, médico dedicado a cortar y vender cocos con o sin permiso para ganarse el pan; el otro, ex estrella del béisbol y pionero en escapar de su país para jugar en “territorio enemigo”. Además de darle profunda resonancia a lo que cuenta, y de vincular en forma sutil las dos historias, Álvarez logra que sean tan elocuentes y significativas sus reflexiones explícitas como las que no dejó escritas.

En cuanto a la intención declarada de “contar el país”, es claro que falta mucho. No sólo lo que se da –quizá livianamente– por sabido, sino también, por ejemplo, las voces y experiencias de quienes se encuadran como oficialistas u opositores militantes. Pese a que parece primar el interés por “la gente común”, en este libro Cuba parece un país de gente que trabaja o se las rebusca por su cuenta, y es insólito que, al hablar de una sociedad tan estatizada, la cotidianidad en empleos públicos brille por su ausencia. Tampoco se presta atención al modo en que están cambiando áreas cruciales para lo que vendrá, como los medios de comunicación o algunas profesiones muy lucrativas en el mercado internacional, ni se menciona la relevancia de que en los últimos años sea posible para muchos viajar al exterior y volver. En cierto modo, se nos revelan islas dentro de la isla, partes de un archipiélago de Cubas que aún no ha sido posible ubicar en un mapa completo.

Cuba en la encrucijada. 12 perspectivas sobre la continuidad y el cambio en La Habana y en todo el país | Carlos Manuel Álvarez, John Lee Anderson, Vladimir Cruz, Iván de la Nuez, Patricia Engel, Patricio Fernández, Rubén Gallo, Francisco Goldman, Wendy Guerra, Abraham Jiménez Enoa, Leonardo Padura y Mauricio Vicent; editado por Leila Guerriero. Penguin Random House, Debate. 2017. 271 páginas.