La indignación que generaron en Estados Unidos y en el mundo las imágenes de niños inmigrantes encerrados en jaulas y pidiendo, entre lágrimas, por sus padres, obligó al presidente Donald Trump a dar marcha atrás. En la tarde de ayer, el gobernante firmó un decreto -una orden ejecutiva- que permitirá que los niños que cruzan la frontera desde México junto a sus padres se queden con ellos en centros de detención de inmigrantes durante un período indeterminado.

“Vamos a tener fronteras muy, muy fuertes, pero vamos a mantener a las familias unidas”, dijo el presidente estadounidense desde la Oficina Oval después de escribir su firma en el documento. “No nos gusta ver a las familias separadas pero, al mismo tiempo, no nos gusta que la gente entre ilegalmente en nuestro país. Esto resuelve el problema”, explicó luego.

De todas formas, Trump aclaró que esta orden no anula la política de “tolerancia cero” que impulsó el Departamento de Seguridad Nacional en abril -la misma que provocó la separación de más de 2.000 niños de sus familias-. “Seguirá habiendo tolerancia cero para los que entran ilegalmente”, enfatizó.

La orden ejecutiva que el mandatario firmó ayer resuelve una parte del problema al volver a reunir a los niños con sus padres, pero podría generarle problemas a la Casa Blanca porque vulnera una norma estadounidense, el acuerdo llamado Flores, que el gobierno suscribió en 1997. Ese acuerdo establece que los menores de 18 años detenidos en la frontera sólo pueden ser privados de libertad durante un máximo de 20 días. El decreto de Trump no fija plazos.

Que Trump se haya retractado después de haber defendido férreamente las últimas medidas migratorias adoptadas por su gobierno tomó por sorpresa a los distintos sectores políticos y sociales que repudiaron esas acciones desde el primer día. Especialmente porque, hasta hace unas horas, el presidente había afirmado que el Congreso era el único que podía terminar con la separación de las familias, modificando la actual ley migratoria. El fiscal general, Jeff Sessions, llegó a decir esta semana que la única solución era construir el muro en la frontera sur.

Un poco antes de firmar la orden ejecutiva, Trump se reunió en la Casa Blanca con varios congresistas para discutir sobre este asunto. Al final del encuentro, adelantó que el Congreso terminará por aprobar una “legislación exhaustiva” sobre la inmigración. El problema es que, por el momento, sus objetivos -lograr una reforma migratoria que endurezca los controles, frene también algunas entradas legales y asigne un presupuesto de 25.000 millones de dólares para el muro fronterizo- cuentan con el total rechazo del Partido Demócrata y de varios legisladores del propio Partido Republicano, por el que fue electo el presidente.

La separación de los niños inmigrantes de sus familias también generó rechazo en los republicanos. Ayer, antes de que se diera a conocer la nueva medida de Trump, el líder de la bancada oficialista en el Senado, Mitch McConnell, anunció que todos los senadores de su grupo apoyan una propuesta de ley para “mantener unidas” a las familias de inmigrantes indocumentados. Agregó que, para lograrlo, ya estaban buscando llegar a un acuerdo con la oposición demócrata. Pero su par demócrata en el Senado, Chuck Schumer, replicó que la iniciativa “no tiene sentido” porque Trump puede acabar con la política de manera unilateral, sin depender del Congreso. Hasta anoche, no se sabía si la iniciativa de los senadores republicanos avanzaría a pesar de la orden ejecutiva presidencial.