Desde 2015, el violinista uruguayo radicado en Estados Unidos Gerónimo Oyenard ha aprovechado sus visitas a la patria para combinar sus dos pasiones: la música clásica y el mundo geek. Su última demostración se llevará a cabo mañana y el lunes, bajo el título Concerto geek: música de cámara para frikis y nintendidos. Dirigirá un conjunto de cuerdas que interpretará temas de populares bandas sonoras de películas animadas, de superhéroes, de animación y temas de videojuegos, para cerrar con una pequeña ópera de cámara.

Todo comenzó en su infancia, que imaginamos tierna. “Como todo niño, consumía historietas, coleccionaba juguetes y miraba dibujos animados”, contó a la diaria. “De los dibujos, los que más me llamaban la atención eran los que tenían música clásica, como los de Warner Brothers o Tom y Jerry, que tenían sus propios compositores y su propia orquesta. Los que crecimos en los 80 veíamos los dibujos clásicos con animación fluida, buenos dibujantes y buena música. A mí me llamaban la atención, y al tiempo que empecé a estudiar música clásica, reconocí los temas e hice las asociaciones”.

El violín había llegado a su vida a los cinco años. “Cuenta la leyenda que en jardinera, en la hora del juego libre, yo gravitaba hacia los instrumentos musicales. En casa no teníamos lugar para un piano, y de chico no podés hacer instrumentos de viento porque todavía no tenés los pulmones desarrollados. Mi madre, que era bailarina del SODRE, conocía a una profesora de violín que se especializaba en un método infantil. Mis padres nunca me forzaron a ser músico; era otra actividad más, como el club o el karate”.

“Al llegar a la adolescencia me volví mucho más serio. Algo que era solitario, como tomar mis clases y tocar, pasó a ser grupal, porque me sumé a una orquesta juvenil”. Ver gente de su edad haciendo lo mismo terminó de cimentar su vocación. Al mismo tiempo, leía biografías de músicos que lo apasionaban. “En mi adolescencia no había ese prejuicio de que la música clásica era aburrida. Siempre le encontraba el interés y la vuelta. Ya para quinto o sexto año de liceo sabía que me iba a dedicar profesionalmente a eso, ya había concursado para entrar como extra en el SODRE, y me hacía la rabona para ir a ensayar de mañana”.

El viaje

Por esos años, Gerónimo tenía la idea de ir a formarse en el exterior. “Acá tenés dos orquestas profesionales en todo el país y a los 17 yo ya estaba ahí. Lo que me interesaba era aprender y había tenido la misma profesora de violín desde los cinco hasta los 18 años, así que tenía que dar un paso más”. Lo que siguió fue digno de un jugador de fútbol. “Un pianista uruguayo que vivía en Estados Unidos venía todos los años a reclutar alumnos para una universidad. Siempre elegía alumnos de piano, pero ese año justo necesitaban violinistas. Audicioné y me dieron una beca, y algo que en un principio iba a ser por unos años se convirtió en la mitad de mi vida: obtuve un título, después una maestría, empecé a tocar en orquestas y a dar clases. Ahora estoy haciendo un doctorado, sin dejar de lado la práctica ni la labor docente”.

En Uruguay nunca se le había ocurrido cruzar lo clásico con lo pop, pero allá descubrió que se podía hacer. “En Estados Unidos es muy común hacer conciertos con música de películas. Una orquesta tiene la temporada clásica y lo que llaman ‘pops’, que puede ser tocar con un artista más popular, con una banda de rock, interpretar musicales de Broadway o bandas sonoras. La primera orquesta profesional con la que toqué fue la de Charleston, en Carolina del Sur. Y esa era una de las cosas que más me gustaba, porque hay muchos músicos clásicos que odian tocar cosas populares y a mí me sucedía lo contrario”.

“Salía una película de Star Wars y a los meses ya teníamos las partituras para tocar una suite con los movimientos orquestales más conocidos. Otra tradición eran los conciertos de Halloween, en los que nos disfrazábamos y tocábamos música de películas. Al mismo tiempo, lo geek se fue volviendo mainstream. Y es mucho más común que un compositor de cine preste la música para que se haga”. También entiende que existen motivos menos puros. “Hay una razón financiera, porque esos conciertos siempre se llenan. Ese tipo de cosas salvan a las orquestas; las ayudan económicamente y atraen a un público joven que después se engancha y va a escuchar un concierto clásico”.

Cruces con lo clásico

Oyenard espera que esta clase de presentaciones se popularice por estos lares, aunque entiende que existen dificultades básicas. “Alquilar esa música sale muy caro, porque no es de dominio público. Estaría bueno que se hiciera, porque es una cosa muy noble y los buenos compositores de cine fueron muy influenciados por compositores clásicos”.

“Esto es lo que yo estoy tratando de hacer, muy humildemente y en forma muy reducida, con un cuarteto de cuerdas, en el que tengo la suerte de colaborar con excelentes colegas de mi edad que son miembros de un cuarteto profesional. Hace unos años conocí este sitio maravilloso que se llama Multiverseros [nota: el cronista es uno de los fundadores y no coaccionó al entrevistado para que utilizara esas palabras]. A través de amigos con intereses afines, empecé a escribir notas y a conversar con gente a la que le gusta la música. Empezó como algo que a mí, como público, me gustaría ver. Es como si fuera un concierto de vacaciones para niños grandes, con el rigor de quien prepara un concierto clásico”.

En su opinión, cada año mejora en cuanto al alcance, el interés del público y en su rol de arreglador, algo en lo que Oyenard no tenía experiencia hasta que empezaron los conciertos. Pero, ¿qué significa arreglar música clásica? “La música de películas tiene a su disposición una orquesta sinfónica de casi 100 músicos. El reto está en capturar la esencia y que la gente reconozca la melodía con sólo cuatro instrumentos. Hay reducciones de piano de los temas, entonces, si tomo una partitura de piano arreglada de Star Wars, la tengo que inflar un poco a cuatro instrumentos, eligiendo lo importante. No es un sustituto, es una alternativa. Y ahí está el ingenio del arreglador: elegir qué es lo que sirve y qué es lo que se deja afuera”.

Variaciones del cuarteto

“En el cuarteto de cuerdas, que son dos violines, una viola y un chelo, tenés los cuatro registros. Si vas a escuchar un coro, tenés soprano, alto, tenor y bajo. Entonces, cada instrumento ofrece algo distinto y podés armonizarlos, crear cierto empaste que, si está bien escrito, va a sonar más lleno que si fueran otros cuatro instrumentos. Es una formación muy estándar”.

Para estas presentaciones continuará con la colaboración de integrantes de la Asociación Uruguaya de Creadores de Historieta (AUCH). “Los dibujantes de AUCH se prestaron amablemente a hacer dibujos alusivos que se aplican en merchandising y sirven para costear las presentaciones”.

En cuanto al repertorio, ambos días “habrá un poco de música de videojuegos retro. Un poco de Star Wars, que es una mina inagotable, y de Rogue One, Una historia de Star Wars [2016], compuesta por Michael Giacchino. El año pasado hicimos mucha música de Marvel, y ahora queremos contrarrestarlo, y por eso vamos a tener el sonido de DC. La música de las películas de Hayao Miyazaki, compuesta por Joe Hisaishi, va a estar en un medley”. Y para el cierre habrá una actuación destacada.

“Uno de los experimentos del año pasado fue traer a Andrea Brassesco para cantar ‘Puerco araña’, de Los Simpson, y gustó mucho. Este año quisimos hacer El Extraño Mundo de Jack, de Danny Elfman [1993], como si fuera una pequeña ópera de cámara. Habrá ocho canciones con narración y acting, con cuatro cantantes en escena, maquillaje, actuación y props. Viene a ser el plato fuerte del concierto”.

Cuándo y dónde: Mañana a las 19.30 horas en la Alliance Française de Montevideo (Bvr. Artigas 1271). Lunes 23 de julio a las 19.30 horas en la Sala Camacuá (Camacuá 575). Ambas con entrada libre. Quiénes: Carolina Hasaj (violín), Bruno González (viola), Matías Fernández (violonchelo), Mateo Butler (barítono), Florencia Irrazábal (mezzosoprano), Andrea Brassesco (soprano), Santiago García (bajo), Leo Lagos e Ignacio Alcuri (des-animadores).