No pienso comparar a Nanette con La Casa de Papel, pero Nanette es la nueva La Casa de Papel. Es ese contenido audiovisual que se convierte en tema de conversación, que se recomienda hasta el hartazgo en las redes sociales y que, como la propia frase lo dice, genera resistencia de algunas personas por estar “hartas” de que hablen de Nanette. Así que hablemos de Nanette.

Hannah Gadsby es comediante, eso quedó establecido en el primer párrafo. También es lesbiana y esto se señala por dos elementos importantes: porque su rutina de stand-up gira alrededor de este hecho (por más que algunos le digan que “no tiene suficiente contenido lésbico”) y porque, como señala en uno de sus muchos pensamientos inteligentes en 70 minutos, el público, esa masa informe comandada por hombres caucásicos heterosexuales, la identifica como “la comediante lesbiana”.

Nacida en una región conservadora de la isla de Tasmania, su comedia la llevó a participar, por ejemplo, en tres temporadas de Please Like Me y a protagonizar su propio especial en el servicio de streaming más popular del planeta. Su propio especial que, al menos al arranque, puede calificarse como “de comedia”.

Ella entra en el escenario, donde es recibida con aplausos del público. Habla de “representar a su gente”, en referencia a la comunidad homosexual. Despierta unas cuantas risas sin grandes hallazgos. Lo que no tiene de lenguaje físico (se queda bastante quieta detrás del micrófono de pie) lo suple con sus ojos, que enfatizan o sobrerrematan los chistes. No juega tanto con sus cejas, que la mayor parte del tiempo quedan ocultas detrás de los anteojos, pero logra arreglárselas sin ese par de ingredientes tan importante para el éxito en la comunicación.

El tono de la conversación empieza a cambiar a los pocos minutos de comenzado el espectáculo, lo que podría sorprender a cualquier persona sin internet. Gadsby nos cuenta que quiere dejar la comedia. Que está cansada de ser el remate de sus chistes, ya que ser “la comediante lesbiana” la obliga al humor autodespreciativo. Pero ella ya vive en los márgenes de la sociedad (por ser mujer, y encima homosexual) como para todavía tener que resistir sus propios golpes.

Comenzará entonces, salpicado con momentos de humor, una suerte de ataque al humor. Que comienza con una autopsia en vida, explicando a su audiencia (en un rol de “sé más que ustedes” que le sienta muy cómodo) en qué consiste un chiste. Tranquilos, que no está explicando uno en particular, lo que le quitaría toda la gracia, sino contando qué partes lo componen. Son dos. Una pregunta y una respuesta; el planteo y el remate. Como plantea en la idea más importante de su especial, la tensión y el alivio. La risa como alivio a la tensión generada durante el planteo, que cuanto más grande sea, podrá provocar una carcajada mayor. Claro que a ella la tensión la está enfermando.

Una de las palabras a las que más se aferra es “historias”, y para ella tienen tres partes: principio, desarrollo y final. Ella está cansada de la tensión y tiene muchas historias para contar, algo que hace con sencilla crudeza y con cruda sencillez en los momentos más serios del especial –que volverá al humor de vez en cuando casi que por obligación contractual–.

Gadsby quiere dejar la comedia y eso está muy bien. El problema (para variar) es lo que hace el público con las razones que esgrime para hacerlo. Ella dice: “La comedia me suspendió en un estado de perpetua adolescencia”. Está muy bien que su forma de madurar sea saliendo de ella. El problema es creer que toda comedia es adolescente y que todo chiste es una historia que no se ha terminado de contar.

Hay quienes utilizan los chistes como coraza, para dejar que ciertos sentimientos continúen en un clóset personal. Y la australiana es valiente al abrirse y confesar que su autodesprecio no es solamente una rutina encima del escenario. Pero los chistes, la comedia, el humor son bastante más que eso. Es mucho más que una “medicina” que no es tal.

Ella tuvo la oportunidad de hacer una enorme catarsis frente al público y las cámaras. Su “especial de comedia” se transformó en un caballo de Troya con el que toca temas fundamentales para nuestro desarrollo como sociedad, como el trato entre diferentes, el rol de poder que detenta el hombre caucásico heterosexual, el peligro de romantizar las enfermedades mentales, el odio hacia el misógino de Pablo Picasso y la relación de las mujeres con el arte, en donde quizás esté el mayor hallazgo de todo el show (los “floreros de carne para las flores de penes”).

Sí, es honesta y brutal. Sí, sería muy bueno que muchísimas personas escucharan lo que tiene para decir. No cambiará la comedia para siempre. Ni deja expuestos los problemas inherentes del oficio. No deconstruyó el humor, sino que construyó el drama. Parafraseando a Les Luthiers y hablando más del público que de la artista, Nanette fundó la charla TED. Que ya había sido fundada.

Cosa seria

Que Hannah Gadsby plantee, al menos desde su discurso, “diferencias irreconciliables” entre los chistes y las historias, no significa que otros comediantes no hayan jugado en la zona desmilitarizada que queda entre la comedia y el drama.

Existe un ejemplo claro, reciente y que (cuándo no) también está disponible para los abonados a Netflix. Se trata de Annihilation, el muy recomendable especial de comedia protagonizado por Patton Oswalt y estrenado el año pasado. Oswalt comienza con un gol detrás del otro. Si bien es cierto que su manejo en el escenario y, sobre todo, su expresividad son ingredientes fortísimos para lograr la carcajada del espectador, juega sobre seguro y le dedica diez letales minutos al “escroto racista bañado en polvo de Cheetos”. Es decir, al presidente Trump. Y quien pagó una entrada para ver a Patton difícilmente se encuentre entre las personas que aman a Trump.

Aquí la tensión (volviendo al vocabulario gadsbiano) no es incómoda, sino que el tipo que está debajo de las luces invita a los presentes a unirse contra un enemigo común, con grandes hallazgos de comedia, como la cantidad de fichas de alcohólicos anónimos que fueron arrojadas al mar cuando Trump fue jurado presidente. El temario tiene puntos con común con Nanette, como cuando se refiere al “genocidio blanco” y ridiculiza a los sectores privilegiados que ven amenazado su modo de vida, luego de que dejaran de estar a cargo de 99,9% de las cosas. Ahora controlan solamente 96,4% de ellas. Ni se acerca a la aspereza extrema de su colega, que da detalles íntimos de situaciones ocurridas a lo largo de su vida.

Lo que realmente justifica que Annihilation comparta espacio con la obra de Hannah ocurre en la última media hora del especial. “Hace poco más de un año enviudé”, dice Patton justo después de haberse divertido con el público de la primera fila. Las risas se apagan. Al bocadillo siguiente el humor está de regreso, cuando advierte que la próxima vez que le deseen fuerzas en su “viaje de curación”, arrojará un globo lleno de orina en cada comercio que venda velas del planeta.

La forma en que habla de la muerte de Michelle McNamara también sirve para exorcizar sus demonios, y su anécdota del aeropuerto y el primer viaje de la hija después de haber perdido a su madre será material de muchas carcajadas. Pero nadie dirá en Twitter que va “mucho más allá de cualquier comedia que hayan visto hasta ahora”. Porque logra hacerlo dentro de los límites de la comedia.

Esto no es un mérito de Oswalt ni va en desmedro de Hannah. Simplemente es.