Se escuchan voces. Es una llamada telefónica. Un hombre y una mujer hablan, pero él más que ella, porque ella tiene el corazón en la garganta. A pesar de todo, escucha atenta. Me imagino que ella tiembla con el teléfono en la mano, y al escucharlos tiemblo yo también. Por un momento me veo tentado a ponerle pausa al audio. No sé qué me anima a seguir, pero sigo. Freno la mano que iba camino al stop y dejo que siga sonando. Pero ¿para qué lo hice? No debería estar escuchando esto, me recrimino yo mismo, y ahora quien tiene el corazón en la garganta soy yo.

“Señora, a mí no me hable así si no quiere morirse”, le dice él. Poco después, continúa hablándole: “Se tiene que ir de la región o la asesino. Nosotros acá asesinamos a los que nos dé la gana”. Ella le dice: “¿Cómo cree usted que en un principio yo voy a saber que la persona que me está hablando, que se identifica, me está hablando de una realidad?”. Finalmente, él le contesta: “Yo le hablé a usted de buena forma y usted me dijo a mí: a mí no me hable así, a mí no me grite, que yo no sé qué. No, profesora, ¿sabe qué?, yo no tengo por qué hablarle y darle explicaciones. Coge sus hijueputas cosas y se va de la región, ¡¿Me entendió?! Hagan el favor y van por esa hijueputa. Y si tienen que matarla, mátenla”.

Él es un paramilitar que se identifica como “Carlos Mario” y ella la docente Magda Deyanira Ballesta Chivatá, nacida en Bogotá, quien lleva 32 años trabajando en la Institución Técnica Comercial del municipio de San Pablo en el departamento de Bolívar, al norte de Colombia. En 2017, Deyanira ya había sido amenazada. La Gobernación de ese departamento la separó de su cargo. Era rectora del Centro Educativo Buena Vista del municipio de Santa Rosa, sur de Bolívar. Por eso, cuando recibió las amenazas de “Carlos Mario”, tomó la grabación de la conversación que tuvo con él y fue a hacer la denuncia. La Unidad Nacional de Protección fue notificada de la situación y dicen que la Policía Nacional la está protegiendo. En estos momentos no se sabe en dónde está la docente. Su paradero es una incógnita. Tuvieron que sacarla de la región para proteger su vida.

Actualmente, en Colombia han querido hacer desaparecer a los paramilitares nombrándolos de otra forma o dejando de nombrarlos, pero con audios como el de “Carlos Mario” amenazando de muerte a la docente Deyanira se confirma que están, que siguen, que son parte del presente y que continúan sembrando el terror en distintas zonas. El diario bogotano El Tiempo ha dado a conocer que, según un informe realizado por Indepaz, Marcha Patriótica y la Cumbre Agraria, hasta el 2 de junio de este año han sido asesinados 98 líderes sociales en Colombia, sobre todo en los departamentos de Arauca, Cauca, Antioquia, Norte de Santander, Santander, Valle del Cauca, Nariño, e incluso Bogotá, donde han asesinado a tres de ellos.

Leonardo González, jefe de la unidad investigadora de Indepaz, ha dicho que entre los factores que configuran esta situación se cuentan la expansión de los paramilitares, el aumento del narcotráfico y la implementación de los acuerdos de paz.

El presidente Juan Manuel Santos dejó el proceso de paz a medias. Se quedó corto en la implementación, que es quizá la parte más importante de esos acuerdos, y el 7 de agosto dejará el cargo y nos pondrá en manos de nadie más y nadie menos que de Iván Duque, presidente electo de la extrema derecha, un joven inexperto en muchos aspectos, un joven que está respaldado por una coalición conformada por la peor ralea de la politiquería colombiana y que tiene en la cabeza el chip de Álvaro Uribe Vélez, el matón más grande del país en su historia reciente.

Santos evitó los muertos que pudo, que no son pocos, pero los asesinatos siguen. Santos nos dejó en manos de una propuesta de guerra como un padre que deja a sus hijos al cuidado de un asesino en serie. El miércoles 4 de junio, Ana María Cortés, quien coordinó la campaña Colombia Humana, del ex candidato a la presidencia Gustavo Petro, en el municipio de Cáceres, en el departamento de Antioquia, fue asesinada. Cuatro hombres llegaron a las 18.00 a la cafetería en la que ella estaba y le dispararon. Y no sólo a ella. Ese mismo día también asesinaron a Margarita Estupiñán, lideresa de la campaña de Gustavo Petro en la población de Tumaco, en el departamento de Nariño. Los asesinatos de líderes sociales en Colombia, a pesar de que el ministro de Defensa Luis Carlos Villegas se haya empecinado siempre en negarlo, son sistemáticos.

Escuchar los audios de llamadas telefónicas como la del paramilitar “Carlos Mario” amenazando a la docente Deyanira nos pone a temblar a todos y nos demuestra que la estrategia de sembrar el terror seguirá por muchos años en el país. Y lo peor: las cifras van en aumento. En 20 meses, han asesinado a 153 líderes sociales en Colombia. Yo no sé hasta cuándo seguiremos contando muertos.