Luego de su impactante trilogía —La omisión de la familia Coleman, Tercer cuerpo y El viento en un violín—, que trabajaba variantes de la torpeza, la soledad y la incomunicación, el actor y dramaturgo Claudio Tolcachir volvió a Montevideo con el thriller familiar Emilia, y con Dínamo, su investigación sobre el destierro y la no palabra.

El martes a las 18.00 y a las 20.00 en la sala principal del teatro Solís (y con entradas que van desde los $ 150 a los $ 500) se presentará Próximo, obra que trata sobre dos personas (interpretadas por Santi Marín y Lautaro Perotti) que viven una historia de amor a la distancia y que, poco a poco, se enfrentarán a diversos cuestionamientos. Para el director, Próximo surge del instante en que la comunicación se corta, de la experiencia de estar lejos y de vivir la intensidad de las emociones sin los cuerpos presentes.

Dentro del camino recorrido por Tolcachir, esta nueva puesta continúa explorando el vaivén existencial de seres marginales que viven al filo del sistema y que, en un momento, terminan montando un ecosistema de existencia propio. En un encuentro con la diaria, el dramaturgo contó que sus obras, en general, cuentan con un punto de partida en los personajes, o en ciertas situaciones de imposibilidad: “Mi motor de escritura siempre se alojó en un estado de los personajes que deben hacer algo para lo que no están preparados, y posiblemente lo hagan mal, o de una manera inconveniente”.

En el caso de Próximo cree que se da algo distinto, porque considera que las puestas son una extensión de algo que se quiere provocar en los demás, y, en ese sentido, recuerda que en la época de La omisión de la familia Coleman “estaba indignado con que se naturalizaran el egoísmo y el individualismo”. Por tal motivo, considera que tanto el amor, como un grupo de trabajo o una vocación pueden volverse espacios de resistencia, de modo que si había algo movilizador y revolucionario “tenía que ver con contar la creencia de alguien en un amor imposible y delirante. Parece una obra más luminosa que las demás, y es que al ver las cosas tan mal, me dieron ganas de decir que, a pesar de todo, seguimos existiendo”.

Después de la experiencia de Dínamo Tolcachir llegó a esta imagen de dos personajes que podían estar juntos y, a su vez, separados, lo que le permitía trabajar con climas diferentes, con distintos cruces, y con la comunicación, que se podía producir e interrumpir. Teatralmente, también le ofrecía la posibilidad de jugar con las direcciones de miradas —“ya no son dos personas hablando”— hasta un vínculo que se olvida de las máquinas. Lo que, de cierta manera, responde a que “cada obra necesita develar el misterio de cómo se cuenta, cuál es el tono, cuál es el ámbito adecuado” para que transcurra.

Así, en Próximo se cruzan estratos sociales y estilos de vida muy distintos. Y, en paralelo, la escenografía los ubica en el alto de una ruta, algo que, dice, “refuerza la idea de tránsito, de no lugar. Es un espacio abstracto que abarca el contenido de la obra, y los rincones no se explican, pero se sustentan. Ver a alguien parado en la ruta se vuelve algo inapropiado; siempre es alguien que está en movimiento, en una búsqueda”.