Todos los jueves a las 14.00, en la sala Tomás Berreta del Ministerio de Transporte y Obras Públicas, se realiza el ciclo de charlas dictadas por tres investigadores del tango. Las primeras fechas estuvieron a cargo del crítico y escritor Álvaro Ojeda, que analizó el tango como forma cultural; este jueves será el turno del bailarín Martín Borteiro, que hablará sobre la historia del tango a través de la danza y abarcará desde la vanguardia creadora hasta el mercado mundial de la danza; el 30 de agosto y el 6 de setiembre participará el letrista, poeta y performer José Arenas, quien reflexionará sobre el tango de la década de 1980, el cambio de paradigma político en Latinoamérica y la figura femenina en el tango “nuevo”.

Arenas adelantó a la diaria que comenzará hablando sobre la primera fase fundamental del tango “nuevo”, que fue el estreno de “Balada para un loco”, en 1969. A partir de entonces, dice, hay diversas maneras de concebir el término “nuevo” en el 2x4: “‘Balada...’ se califica de nuevo porque la obra y la forma de interpretar el tango son nuevas. A partir de esto, se pasa al tango de los años 80, una década de crisis del género, en la que se dieron varios hechos fundamentales: la salida de Futuro. El disco de las voces jóvenes (1982), de la orquesta de Osvaldo Pugliese; Piedra libre (1985), de Rubén Juárez, producido por Litto Nebbia, y que incorpora obras de compositores rockeros, como Miguel Cantilo, Piero, León Gieco, Chico Buarque; Somos los ilusos (1986), de Gustavo Nocetti, que, desde Uruguay, sigue la misma premisa, y convoca a Fernando Cabrera para que le produzca un disco con temas nuevos; y la salida de Viva el tango (1988), de Horacio Ferrer y Raúl Garello, con la voz de Nocetti, que fue el punto de partida hacia el tango nuevo, y que –por la afirmación del título– fue la confirmación de la crisis del tango”, advirtió.

Recordó que en 1990 ya se consolidó la camada de tangos nuevos, a la vez que se sucedió una serie de elementos paradigmáticos: la aparición de Adriana Varela como una cantante joven (en 1992 se editó su primer disco) que “cuenta con el visto bueno de los veteranos”. Después, ese mismo año se editó De sabihondos y suicidas, de Patricia Andrade –con temas de Raúl Peña– y surgieron “las voces que luego serán fundamentales, como las de Dolores Solá, Lidia Borda y, en Montevideo, Malena Muyala. Así aparece la figura de la mujer como eje central en el tango –especialmente en las cantantes–, y en 1998 se produce el quiebre del tango nuevo: el estreno de Pompeya no olvida, de Alejandro Szwarcman y Javier González, que habla de una abuela que busca a su nieta desaparecida; la historia contemporánea vuelve a atravesar al tango, que siempre tiene un retraso con respecto al acontecer histórico”. Evocó como ejemplo que, cuando en 1922 Oliverio Girondo y la vanguardia se encontraban en plena ebullición, el tango seguía hablando “de ‘La pastora’ y ‘El moro’”. Igual que con “Balada...”, en este caso “la historia lo cruza, a la vez que incorpora un elemento social”, dijo Arenas. Así es como surgieron las orquestas típicas de jóvenes, como la pionera Fernández Fierro; “intérpretes, poetas y obras nuevas”, y se afianzó el concepto de un nuevo repertorio: “Se consolida Szwarcman, grabado por Juárez, y se renueva la tradición de dupla compositiva del tango”. Para Arenas, a partir de este momento el género ya no será una odisea, “un cantar de gesta de otra época”; ahora “se vuelve necesario cantar sobre lo que sucede”, y que, a su vez, “aporte algo distinto”.