Desde el inicio de la reforma de la salud se han logrado mejoras importantes en la atención de la población. Se universalizó la asistencia facilitando la accesibilidad. Se avanzó en la equidad, tanto en el aporte como en la distribución de los recursos. Se dignificó en gran medida la atención en el prestador público, que como resultado de las políticas de los partidos tradicionales era apenas algo más que ruinoso. No hay más policlínicas donde para revisar a los niños se apartan las hormigas que caen del techo, ni el agua contaminada de la enfermería se vierte en las cunetas, ni hay profesionales atendiendo a la población debajo de un árbol. La tecnología en los hospitales pasó del siglo XIX al XXI. Las mutualistas lograron cierta estabilidad, y el Estado no ha tenido que invertir para su salvataje los cuantiosos recursos que les otorgó durante años. Se avanzó en el cambio de modelo, se implementaron y ampliaron medidas preventivas. Se redujo la mortalidad infantil, la mortalidad materna, el embarazo adolescente.

Aún queda mucho por hacer. Hay que fortalecer al Ministerio de Salud Pública para enfrentar el criterio que convierte un derecho humano en un bien transable en el mercado. Hay que equiparar económicamente al prestador público con los privados para que pueda brindar servicios de excelencia a más de un tercio de la población.

Hace diez años, la necesidad de resolver las urgencias de una atención en situación de catástrofe justificó el rezago en la solución de algunas carencias. De esta forma surgieron los planes de asistencia a la emergencia social, entre ellos, a situaciones focalizadas de enfermedades bucales.

Hoy la situación es diferente, y parece muy inconveniente seguir postergando el logro de universalidad, integralidad y equidad en el acceso difiriendo la incorporación de prestaciones. Es imprescindible la incorporación al Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS) de la atención en salud mental, salud bucal, y la rehabilitación integral de las discapacidades.

Los programas escolares para atención de la salud bucal

La sensibilidad frente a la carencia histórica en el acceso a la salud bucal explica que se promovieran programas que focalizaron la atención en la población escolar, en particular en la población escolar más carenciada, y en sectores recortados de adultos dentro del enorme porcentaje de población que nunca tuvo acceso a la atención y menos a la atención de calidad. Cabe señalar que los más pobres son quienes llevan el peso mayor de la enfermedad bucal y, paradójicamente, los que tiene menos acceso a la atención.

La propuesta actual de institucionalización de los programas escolares en Primaria incluida en la Rendición de Cuentas no constituye una estrategia adecuada si se pretende avanzar en el logro de la salud bucal para toda la población, en particular porque los recursos que se dedican a este pequeño grupo de población compiten con la posibilidad de incorporar la atención a la salud bucal en el prestador integral público como una especialidad más del SNIS, haciéndola extensiva a todos los usuarios.

Consolida la odontología por fuera del sistema, por fuera de la atención integral, y coloca al odontólogo por fuera del equipo multidisciplinario de la salud. Se pierde así una posibilidad de aproximarse a un enfoque universal e integral.

La población en la que se focalizan las acciones queda limitada en sus derechos a un corto período de la vida, la edad escolar, en oposición a la atención continua que debe recibir cada persona desde el nacimiento y hasta el fin de su existencia.

Hoy el sistema no prevé que el niño diagnosticado o atendido en la escuela haya sido asistido en su salud bucal desde el inicio de su vida, tampoco que recibirá la atención pertinente a sus necesidades ni la cobertura por el resto de su vida una vez finalizado su pasaje por la escuela.

El criterio eficientista que apuesta a la atención en el niño como la inversión con mayor efecto en el largo plazo está caduco, en cuanto la evidencia científica ha demostrado que las medidas que se toman desde el inicio de la vida hasta los tres años, en especial las medidas preventivas, son las que tienen más repercusión en la salud futura.

La educación en la escuela comprende la educación para la salud. Por eso apoyamos y promovemos la realización del cepillado y todas las actividades educativas y de entrenamiento en hábitos de higiene en el ámbito escolar. Pero la escuela no es el lugar para la realización de tratamientos médicos, quita tiempo y distrae del aprendizaje, altera el funcionamiento, no compatibiliza con otras actividades que debe cumplir el niño y limita la formación ciudadana de los niños en cuanto a identificar el derecho a la asistencia con el centro asistencial. También es difícil lograr ambientes que aseguren las mejores condiciones de bioseguridad para el paciente y de trabajo para el profesional.

La idea de resolver los problemas de la salud bucal con la atención en escuelas cuenta con propuestas e intentos diversos desde hace por lo menos 100 años en Uruguay. Ha sido reforzada por la presión de organismos internacionales que proponen modelos para la atención de niños pobres, trasladando acríticamente experiencias de países ajenos a nuestra realidad. A pesar de contar con recursos importantes, no se ha logrado incidir significativamente en la salud bucal de la población y ni siquiera se ha logrado la cobertura de todos los escolares en su pasaje por el centro educativo.

Cabe preguntarse sobre el porqué de la insistencia en la atención escolar y el porqué de este trato diferencial de la odontología con respecto a otras especialidades médicas. Entendemos que se parte de la noción instalada –en el gobierno, en la población y en la profesión– de que la odontología no está ni debe estar en el SNIS, pero la sensibilidad especial frente a los niños justifica hacer algo por ellos sobre el resto de la población. Para preescolares, adolescentes, adultos jóvenes y adultos mayores el Estado resigna su responsabilidad y cada uno deberá procurarse individualmente solución a sus problemas, salvo que coincida su necesidad con la escasa oferta del Plan Integral de Asistencia a la Salud en odontología.

El actual programa escolar debería pasar a la órbita del prestador público Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), y de esta forma consolidar los equipos técnicos existentes para mejorar y ampliar la capacidad asistencial (de promoción, prevención, tratamiento y rehabilitación) que este posee en todo el país.

Los miedos a la pérdida de la asistencia que se brinda actualmente en la escuela deben sustituirse por la garantía de contar con espacios y horarios adecuados en los centros de salud públicos, algo sólo posible con la incorporación de los más de 100 profesionales que hoy ocupa el programa escolar.

El compromiso profesional de la odontología es con la salud bucal de la población, de toda la población.

Liliana Queijo es doctora, ex coordinadora de Salud Bucal de ASSE; Pablo Bianco es doctor y director de la Unidad de Cooperación de la Facultad de Odontología de la Universidad de la República.