Los últimos días de Horacio Cartes en la presidencia paraguaya no fueron cómodos para el gobernante, que hoy entregará el mando a Mario Abdo Benítez. La semana pasada se repitieron las protestas contra su gobierno, y en particular contra una ley que promulgó el presidente el viernes, que ratifica el acuerdo que firmó con Argentina para modificar el Tratado de Yacyretá.

Sus críticos –movimientos sociales y organizaciones políticas– afirman que las nuevas condiciones acordadas acerca de esta represa hidroeléctrica, común a los dos países, perjudican a Paraguay y lo llevan a perder soberanía energética. Cuestionan especialmente que el acuerdo reconozca una deuda de unos 4.000 millones de dólares de Yacyretá con el Estado argentino.

Por eso el viernes, grupos de estudiantes participaron en una movilización frente al Congreso, en la que calificaron al gobernante de “vendepatria”. Poco después de la protesta, el mismo viernes, un periodista del canal Telefuturo le preguntó a Cartes qué les respondería a esos jóvenes. “Balines de goma”, respondió el presidente. Las reacciones de rechazo que generó su respuesta lo llevaron a disculparse públicamente en Twitter.

Esa misma semana, una serie de escraches a dirigentes oficialistas había mostrado la indignación de los paraguayos ante distintos casos de corrupción. El lunes 6 renunció el diputado José María Ibáñez después de reconocer que cometió irregularidades, y presionado por las movilizaciones en su contra.

Durante la legislatura anterior, en 2013, se supo que varios integrantes del Congreso habían contratado a sus familiares y amigos con sueldos que pagaba el Poder Legislativo. Uno de ellos fue Ibáñez, que contrató a tres caseros que le cuidaban una propiedad con sueldos de 435 dólares, de los cuales les entregaba 87 a cada uno por mes y se guardaba el resto. Según recordó la agencia de noticias Efe, la Fiscalía aceptó que Ibáñez hiciera una donación a hospitales públicos de 34.800 dólares en lugar de ir a prisión. Si bien había perdido su banca en aquel momento, fue reelecto diputado en abril y volvió al Congreso, hasta que se vio obligado a renunciar.

Los manifestantes piden que también renuncie el senador Oscar González Daher, y el viernes organizaron un escrache frente a su casa. En la legislatura pasada había perdido sus fueros porque está imputado por delitos de tráfico de influencias, pero en abril fue electo senador y volvió a ocupar una banca. Los escraches se dirigieron también contra Cartes.

El final de la presidencia del empresario colorado estuvo marcado, además, por su intento fallido de ocupar una banca en el Senado, que fue bloqueado por la oposición, y por convertir a su país en uno de los pocos que reconocen a Jerusalén como la capital de Israel y abrir allí una embajada.

Por su parte, el nuevo presidente pertenece a la “disidencia” colorada, el sector del partido que se ha opuesto desde el Parlamento a las iniciativas del Ejecutivo. También se diferencia de Cartes en que no es un recién llegado a la política, sino que tiene años de militancia colorada, al igual que su familia (su padre, que tenía el mismo nombre, fue el secretario personal del dictador Alfredo Stroessner).

Pero en asuntos económicos, Abdo Benítez llega a la presidencia con la misma sintonía que tiene Cartes con el sector empresarial, y con un equipo económico continuista. Su ministro de Hacienda será su hermano por parte de madre, Benigno López, que estuvo al frente del Instituto de Previsión Social en el gobierno saliente. Además, seguirán en sus cargos los viceministros de Economía y de Administración Financiera, y el titular del Banco Central del Paraguay será un ex asesor económico de la vicepresidencia. Sin embargo, esto no le ha impedido a Abdo decir que la sociedad paraguaya está “harta” y que él está decidido a “escuchar los reclamos y las exigencias del pueblo”.