Incluso en un país con la riqueza musical exuberante de Brasil, y en una generación prodigiosa de cantautores (la de Chico Buarque, Caetano Veloso y Gilberto Gil), Milton Nascimento se destaca de manera ineludible. Nacido en 1942 en Río de Janeiro, pero criado en Minas Gerais, empezó a trabajar como cantante a los 13 años, y ganó notoriedad cuando Elis Regina grabó un tema suyo (“Canção de sal”) en 1966. Al año siguiente lanzó su primer álbum, Travessia, que impactó en su momento y habría bastado para darle un lugar histórico fundamental en la música popular brasileña, pero fue apenas el comienzo de un período deslumbrante, junto a un grupo de artistas muy talentosos y renovadores que se autodenominaron Clube da Esquina (club de la esquina).

Los tropicalistas reivindicaban la “antropofagia cultural” modernista, pero quizá Milton fue quien mejor mostró que era posible devorar una amplísima variedad de formas y tradiciones musicales ajenas, incorporarlas a su identidad y convertirse en alguien con pleno derecho a proclamar, desafiante, en una canción titulada “Para Lennon y McCartney”: “Yo soy de América del Sur; / yo sé, ustedes no van a saber. / Pero ahora soy cowboy /soy de oro, soy ustedes. / Soy el mundo, soy Minas Gerais”. Cantándolo, por añadidura, con virtuosismo en el manejo de una voz maravillosa.

Todo eso tenía por sí solo un profundo y potente significado político, pero el artista le ha sumado durante décadas un fuerte compromiso con numerosas causas progresistas, desde la resistencia contra la dictadura de 1964-1985 hasta la defensa del ambientalismo y de los pueblos indígenas. El espectáculo que presenta desde marzo del año pasado, y con el que llegará el lunes al teatro El Galpón, se llama Semilla de la tierra, traducción del nombre indígena Ava Nhey Pyru Yvy Renhoi, que le dieron, como inusual distinción, 37 líderes espirituales de la nación guarani kaiowá, en una ceremonia realizada en 2010. La gacetilla de prensa indica que, “en este grave momento de crisis política” en Brasil, el repertorio recorre “las principales facetas de uno de los artistas más combativos cuando se trata de la injusticia social”.

Milton vino por primera vez a Montevideo para presentar, en el Teatro de Verano, su notable disco de 1999, Nascimento, que incluye versiones de “Cuerpo y alma”, de Eduardo Mateo, y de “Biromes y servilletas”, de Leo Maslíah. Volvió en 2007, al teatro Plaza, y esta es recién la tercera ocasión, que no conviene desaprovechar. El espectáculo comenzará a las 21.00 y las entradas se pueden adquirir mediante Tickantel o en la boletería de El Galpón. la diaria entrevistó al artista mediante correo electrónico.

En su trayectoria de más de 50 años, quizá lo que más se ha destacado es la calidad de su canto, pero usted también ha desempeñado un papel muy importante como creador de música e innovador. ¿Cómo prefiere que lo identifiquen?

En realidad, nunca pensé mucho cómo me gustaría ser identificado. Para mí la música es algo muy natural, no hago nada pensando en un objetivo especial. Si fuera recordado por las personas como un amigo que les tocó el corazón, ya me sentiría muy feliz.

Se está grabando un documental sobre el Clube da Esquina. ¿Qué destacaría de aquel movimiento para los jóvenes de hoy?

Acabamos de terminar de grabar en Belo Horizonte ese documental, que va a abarcar gran parte de mi carrera, no sólo el Clube da Esquina. Claro que esa fase estará muy bien representada, incluso porque mi gran amigo y compañero Lô Borges fue uno de los invitados al proyecto. Hasta hoy me hace muy feliz cuando algún joven se me acerca para hablar del Clube y de aquella época. La juventud actual está muy vinculada con las cosas que hicimos, recibo mensajes de jóvenes del mundo entero cuyas vidas fueron tocadas por el Clube. Es un privilegio enorme que me digan eso.

Estuvo en Montevideo hace ya unos 20 años, presentando el disco Nascimento. ¿Qué recuerda de aquella actuación?

Tengo mucha nostalgia de Uruguay, y especialmente del público afectuoso de Montevideo, que siempre me recibió muy bien. Aquel show fue muy particular, principalmente por el hecho de haber cantado “Biromes y servilletas”, de Leo Maslíah, para los uruguayos. ¡Fue emocionante! Y ni hablemos de los amigos que tengo en Uruguay, como Ruben Rada y Hugo Fattoruso, que siempre están a mi lado cuando voy a Montevideo. Volver allá es como un sueño.

¿Quiere hacer algún comentario para el público uruguayo sobre la situación actual de Brasil?

La situación de Brasil está muy rara. Yo no voy a votar a ningún candidato en estas elecciones presidenciales. A pesar de todo, todavía tengo mucha esperanza de que las cosas puedan mejorar. ¡Esperanza, siempre!

¿Cómo es el espectáculo Semilla de la tierra?

Fue pensado para transmitir un mensaje de esperanza. De ahí vino la idea de plantear este tema indígena, inspirado en la nación guaraní kaiowá de Mato Grosso do Sul, y después el propio espectáculo fue creando otras formas hasta que se volvió Semilla de la tierra, como si fuera un paisaje de mi vida. Todo está en este show.

Lo hicimos por completo junto con Wilson Lopes (diretor musical, arreglos y cuerdas), mi hijo Augusto Nascimento (que también es mi representante) y Danilo Japa (director artístico), aunque siempre escucho a todos los integrantes de mi banda, en especial a Lincoln Cheib (batería), Kiko Continentino (piano), Widor Santiago (vientos) Beto Lopes (guitarra acústica) y Alexandre Ito (bajo), y las opiniones de todos los demás integrantes del equipo. Para mí, la ayuda de todos vale mucho.

Hoy tenemos la voluntad de generar algún tipo de reflexión, y el repertorio tiene un papel importante en eso. No pensamos en nada que no fuese inspirado por la vida de los indios y las minorías de Brasil, en especial los guarani kaiowás. Al final, buscamos algo que fuese lo más directo posible. Como dije antes, están todas las fases de mi vida desde Travessia, pasando por los años 70 y 80, “Nos bailes da vida”, “Cio da terra”, “Me deixa em paz”, y por ahí va la cosa.