Hace unos diez días que la ultraderecha se moviliza en el este de Alemania, en la ciudad de Chemnitz, desde que un alemán murió durante una pelea con inmigrantes. En esas marchas se han visto agresiones a extranjeros, así como saludos y cánticos nazis que incluso han llevado a la Fiscalía alemana a abrir investigaciones de oficio para saber si se cometieron delitos. Ante algunas de estas movilizaciones hubo respuestas de grupos de izquierda que convocaron sus propias contramarchas, en las que participó menos gente que en las de la ultraderecha.

Las manifestaciones nacionalistas han sido condenadas por varios partidos políticos y por el gobierno, incluso por la canciller Angela Merkel, y celebradas por la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).

Dirigentes que provienen de la izquierda fueron más allá de las críticas y decidieron fundar un movimiento para impulsar una nueva forma de hacer política y contrarrestar el crecimiento de la ultraderecha en las calles. Le pusieron de nombre Levantarse, y su cara más visible es Sahra Wagenknecht, una de las líderes del partido Die Linke (La Izquierda). El movimiento reúne, entre otros, a integrantes del Partido Socialdemócrata (SPD), como la alcaldesa de Flensburgo, Simone Lange, y de Los Verdes, entre ellos, su ex presidente Ludger Volmer. Entre sus referentes está Oskar Lafontaine, que en los 90 fue líder del SPD y está identificado con los sectores más a la izquierda de la socialdemocracia alemana, a la que dejó de pertenecer hace años.

Al presentar el movimiento, el martes, sus dirigentes dijeron que cuentan con el respaldo de unos 80 políticos, intelectuales y artistas, así como con el apoyo de unos 100.000 simpatizantes que se han inscripto en el último mes en su página web.

En la presentación, Lafontaine dijo: “El objetivo es frenar la subida de AfD y ¡ojalá! propiciar su descenso”. Consideró que la causa de las movilizaciones de la ultraderecha “no son los refugiados” sino “la desintegración de la sociedad por los recortes sociales y la creciente insatisfacción que eso genera”. Por su parte, Wagenknecht dijo que “Alemania está cambiando” y que hay “una seria crisis de la democracia”, porque “muchas personas” –la mitad de la población alemana, estimó– “ya no se sienten representadas” por los partidos políticos. “Si no reconducimos esto, en cinco o diez años habremos perdido este país”, advirtió, antes de subrayar: “Estoy cansada de dejar las calles a [el movimiento islamófobo] Pegida y a la derecha”.

Al ser consultado sobre si este será un movimiento que después se traducirá en un partido político con fines electorales, Lafontaine reconoció que quizás en unos meses “surjan nuevas posibilidades de colaboración” entre distintos sectores de izquierda.

En la presentación se señaló que si bien se busca disputarle el espacio a la ultraderecha, la migración no será un tema central para el movimiento. De hecho, tanto Lafontaine como Wagenknecht han sido críticos con la política de puertas abiertas para los refugiados que ha impulsado Merkel. En febrero de este año, Wagenknecht criticaba la “apertura incontrolada de fronteras” y en 2005, en un acto político, Lafontaine advertía que podía pasar que “padres de familia se queden desempleados por culpa de extranjeros que vienen a ocupar sus puestos de trabajo a cambio de salarios más bajos”.