En el despacho del diputado Fernando Amado todavía quedan decenas de folletos publicitarios del evento en el que lanzó su precandidatura a la presidencia, el 30 de octubre de 2017, en Lindolfo. Menos de un año después, aquel acontecimiento es una mera anécdota. Porque el sábado, en el Club Banco Hipotecario, una asamblea de Batllistas Orejanos (BO), el sector que lidera, aprobó la recomendación que el viernes realizó su Comité Ejecutivo: la desvinculación del Partido Colorado (PC). Amado revisa su agenda y señala una fecha: jueves 7 de junio. Aquel día empezaron a masticar la salida. Luego la cierra, y se pone a conversar sobre sus motivos con la diaria.

¿Cuál fue la gota que derramó el vaso para que tu sector decidiera irse del PC?

Es una buena imagen la de la gota, porque antes hubo mucha agua que se fue acumulando. Nosotros éramos una opción a contrapelo de la mayoría colorada. Pero a contrapelo de verdad, no era una pose. Porque nosotros sentíamos que la herramienta PC era la que podía volver a ser el canal de representación del batllismo histórico, y una cantidad de sensibilidades progresistas que para nosotros hoy no están representadas en el partido, y ayer tampoco. Hubo un episodio que nos marcó mucho: cuando votamos la Rendición de Cuentas [de 2017], y luego la Convención Nacional del PC hizo una convención que, más que de debate de ideas, fue una inquisición al que había osado votar distinto que la mayoría del partido. Y no sólo eso, sino que la convención terminó aprobando una declaración en la que sostenía que el diputado Fernando Amado “hería la sensibilidad” de la colectividad colorada con la decisión que había tomado, arrogándose el monopolio de la sensibilidad colorada y, por ende, dejando al partido afuera de ella. Eso fue un quiebre. Pero hemos sido maltratados desde que empezamos. Cuando nos presentamos como de centro-izquierda, progresistas, o cuando decimos que hay que separarse de esa familia ideológica con el Partido Nacional [PN]. También porque me reuní con [Tabaré] Vázquez cuando era candidato, antes del balotaje; no lo voté, pero me reuní porque él quiso. Pero eso ya significó la caída en “zurdito”, “traidor”, “este es un frenteamplista tapado, está haciendo los deberes para irse para el Frente Amplio [FA]” y ainda mais. Por supuesto que no desde la dirigencia de primer nivel del PC, pero mentiríamos si no dijéramos que era algo que estaba ahí.

¿La vuelta de Julio María Sanguinetti cuántas gotas aportó al desborde del vaso?

Sanguinetti es sin duda un factor fundamental en el replanteo de nuestra situación política en el partido, porque significa una vuelta al pasado. Una cosa es valorar, admirar, estar orgullosos y defender una cantidad de cosas de las que pudo haber sido protagonista Sanguinetti –como también muchas veces hemos sido críticos–: como figura política, como estadista, como hombre culto y del PC; eso está fuera de discusión. Pero el hombre se había retirado, entonces, eso permitía a una nueva generación tener la expectativa de relanzar el PC hacia el lugar en el que sentíamos que tenía que estar.

En 2017 lo invitaste al lanzamiento de tu precandidatura.

Con total naturalidad, pero una cosa no es directamente proporcional a la otra. Yo invité a Sanguinetti en el rol en el que estaba, de viejo de la tribu colorada preocupado por el partido; el tema es que nosotros no cambiamos, el que cambió fue él, que entró a la cancha. Además, en ese nuevo rol vino con su vieja obsesión de la familia ideológica. Lo primero que hizo cuando volvió, con total desparpajo –y está bien, porque es absolutamente coherente con su forma de pensar–, fue reunirse con los líderes del PN, y a la salida dijo que fue para tratar de poner la semilla para un futuro gobierno de coalición. Hace pocos días, insistiendo nuevamente en esa imagen de asociación con el PN, llegó a plantear, también con total impunidad, que el batllismo puede proyectarse a través del herrerismo, es decir, todo muy loco. Entonces, por supuesto que la irrupción de Sanguinetti termina siendo un factor que se suma en ese torrente de agua que fue subiendo hasta que se derramó.

¿Y por qué no quedarse en el partido y atacar a Sanguinetti desde la interna?

Es como cualquier carrera. O sea, pesás 0,5, entonces tratás de ir cambiando, pero tu incidencia es casi nula. Tratás de crecer, sin que te maten, para incidir más, y siempre con la lógica de cambiar la herramienta desde adentro. Pero para que una herramienta pueda cambiarse, debe querer cambiarse; si está empecinada en no cambiar, y si cuando aparece alguna fuerza que va a recorrer el camino del cambio el reflejo es el de acusarlo de “herir la sensibilidad” del PC, lo que estás diciéndole, indirectamente, es: “No te podés apartar de esto, porque si lo hacés, estás fuera del partido”. Entonces, si sumás eso a que nosotros –como lo dijimos muchas veces–, por nuestra forma de pensar, le estamos hablando a ciudadanos que tienen determinada forma de ver la sociedad, es imposible que sientan que dentro de ese partido, que nos trata así, vamos a tener posibilidad de cambiar desde adentro, y tienen razón. A nosotros nos costó asumir que cambiar desde adentro en el PC es una misión imposible, porque el partido no quiere cambiar, quiere defender lo mismo y seguir representando lo mismo. Y está en todo su derecho, como nosotros estamos en todo nuestro derecho de decir que, como es así el camino que quiere recorrer el PC, pensamos que podíamos contribuir para cambiar esa realidad, pero evidentemente no podemos. Entonces, no vamos a ser protagonistas de una estafa velada a los ciudadanos. No vamos a decirles: “Vengan acá, que vamos a representar esto”, si en realidad estamos en un partido que notoriamente decidió recorrer un camino que no es el nuestro. Por eso lo que hacemos es un salto hacia adelante: vamos a seguir representando lo mismo, y vamos a convocar a toda esa gente para que confluya en una nueva coalición, coherente, en la que esas ideas sean las que ganen.

¿En esa coalición entra el Partido Independiente?

Estamos convencidos de transformarnos en un agitador, y de asumir un rol de constructor de un espacio político nuevo. En ese camino seguramente nos vamos a encontrar con gente que piensa y que está pidiendo lo mismo. Es el caso del senador [Pablo] Mieres, obviamente. Él viene planteando hace años la necesidad de generar un espacio socialdemócrata ya que en realidad hay socialdemócratas en el PN, en el FA y en el PC, pero terminan siempre rehenes de los otros sectores, porque son minoría. Entonces, es natural que quienes pensamos parecido, y sentimos que es fundamental para el país y para el sistema político construir esa herramienta, terminemos sentándonos alrededor de una mesa y seamos socios en la construcción de ese proyecto político.

Así como Sanguinetti quiere fortalecer las coincidencias entre los batllistas y los herreristas...

Vaya forma de sentirse batllista, proyectándose a través de las coincidencias con el herrerismo. Está todo muy loco. Salvo que me digan que el PC decidió sepultar al batllismo histórico, de Batlle y Ordóñez, y sostiene fuerte la bandera del batllismo de Jorge Batlle. Eso es parte de la realidad, y nadie lo tiene que tomar como una ofensa. Jorge Batlle ganó la batalla ideológica en el PC. Incluso el propio Sanguinetti perdió la batalla ideológica con Jorge Batlle. Porque Sanguinetti hace 30 años planteaba un PC que fuera mucho más a la socialdemocracia, enfrentado a un Jorge Batlle que planteaba un giro hacia un partido liberal en lo económico, con una visión del Estado muy distinta a la del batllismo histórico. En la elección de 1994 vos mirabas lo que planteaban ambos, y eran cosas realmente muy distintas. Bueno, en 2018 Sanguinetti, increíblemente, se parece más a Jorge Batlle que al propio Sanguinetti.

O sea que, a tu entender, dentro del PC sectores como Batllistas y Uruguay Batllista de batllistas tienen sólo el nombre.

Hay una gimnasia un poco macabra y diabólica: utilizando la etiqueta hacés pasar como batllista hasta a lo que es antibatllista. No aclaramos a qué batllismo nos referimos. Si me dicen el de Jorge Batlle, lo están defendiendo, y lo están haciendo muy bien.

¿Para vos el batllismo se murió con Batlle y Ordóñez?

No, porque el partido siguió teniendo figuras batllistas, pero la paradoja es que la mayoría de esas figuras después sintieron que en el PC se había diluido el batllismo, y por eso se terminaron yendo. Zelmar Michelini, Alba Roballo, Hugo Batalla, para poner figuras muy notorias. Seregni...

¿En BO no se plantearon pasarse al FA?

No, porque el FA se contagió rápidamente de todos los vicios del poder, cual PC, de 90 y pico de años en el gobierno. Hicieron un doctorado acelerado que realmente es impactante, porque fueron 13 años. El poder siempre corrompe, pero es rara la velocidad con la que se transformó en un partido del poder.

Dame ejemplos.

Es el reflejo permanente de la mayoría del FA, de tener la reacción corporativa de espalda con espalda, de no ser autocríticos, y de creer que la autocrítica es jugar para la derecha y que es mejor tapar que limpiar. Y que es mejor administrar algunas situaciones complejas que asumirlas. No están dispuestos a terminar con el tema Sendic, que es tan obsceno... No logran ser claros en la condena y en la desafectación de Sendic de las filas del FA. Renunció, pero sigue recorriendo los comités de base y puede ser candidato. Y esa actitud servil con [Nicolás] Maduro y con algo que rompe los ojos: una dictadura militarista a más no poder. La dictadura venezolana es de un militarismo asombroso.

¿No tenés miedo de perder tu banca en la próxima elección?

Desde el punto de vista más maquiavélico –que no es todo en política, pero que es un componente– era más fácil para mí buscar determinadas fórmulas, si era lo único que importaba, para asegurarme ser diputado cinco años más en el PC. Ese camino me resultaba indigno. Tengo una fe laica ciega en que este proyecto que comienza tiene muchísimo para dar, porque es una necesidad del sistema político y de la ciudadanía, para volver a depositar su confianza en un proyecto que no sea más de lo mismo, las dos opciones que ya sabemos. Ahora va a venir una lluvia de críticas, de palos, de agravios, y nosotros no vamos a contestar a eso. En política, al final del día la que decide es la gente. Dentro de 12 meses la gente decidirá si yo sigo siendo diputado, si asciendo y soy senador o si me voy para mi casa. Entonces, no tengo miedo. Tengo miedo de que Uruguay no logre encontrar los caminos para salir de los problemas que tiene. La verdad, sería un miserable si tuviera miedo de perder la banca.