El sábado fue un día atípico en este enero lluvioso y de noches frías. Hizo calor durante el día, como para hacer playa –la costa canaria estaba que explotaba– y la noche fue agradable. Esta conjunción climática favoreció que la fiesta en La Floresta fuera una de las más concurridas desde la primera vez que se llevó a cabo. La idea surgió inspirada en la Nuit Blanche de París, y en 2012, de la mano de la Intendencia Departamental de Canelones (IDC) y Noche Blanca Uruguay, se celebró por primera vez, con motivo de los 100 años del balneario. Desde esa edición, a la que asistieron 5.000 personas, la Noche Blanca no dejó de crecer año a año en propuestas y en concurrencia. La consigna es revalorizar el patrimonio público, por lo que desde la primera fiesta, que tiene lugar en la rambla de La Floresta, se apaga el alumbrado público y se iluminan las fachadas de las casas más antiguas del balneario, para destacar el diseño arquitectónico.

Este sábado la fiesta empezó antes de que se ocultara el sol y terminó cerca de la 1.00 del domingo, aunque muchos siguieron hasta más tarde. Fueron miles de personas, que en algunos momentos no podían circular con comodidad por la rambla, y en el balneario se produjo un embotellamiento de tránsito que hizo que los autos tuvieran que entrar o salir de La Floresta a paso de persona.

Una de las actividades que más atrajeron a los niños fue el concurso de estatuas vivientes. Profesionales de este espectáculo llegaron para, monedita tras monedita, mostrar sus propuestas, que se inspiraron en personajes como el payaso It, reinas y los Reyes Magos, entre otros.

En una recorrida por la rambla de oeste a este se podía empezar viendo un espectáculo circense con el payaso que hacía burbujas de jabón con varillas unidas por una red de hilo, las acróbatas en telas, o el especialista en hacer girar un enorme aro con su cuerpo. Siguiendo por la rambla, los niños podía divertirse jugando en el futbolito de personas o recorriendo un circuito para la educación vial montado por la IDC, en el que, en bicicleta o monopatín, podían reconocer y responder a la señalización de tránsito.

A lo largo de la rambla se había dispuesto ocho escenarios en los que hubo desde teatro y demostraciones de artes marciales hasta bandas de música como Los Sapos Tetones, Crysler y latejapride. En el emblemático edificio La Floresta se proyectaron videos y un DJ ponía música electrónica desde la altura para que los más jóvenes bailaran cuando pasaban por ahí. Más tarde se armó baile general.

En la otra punta de la rambla estaba la fiesta mística: un domo en el que se podía experimentar la meditación, el afloje y la armonía mental escuchando las vibraciones de un gong o de un didyeridú, un tubo de madera aerófono, utilizado por los aborígenes australianos.

Además de los puestos de artesanías, también hubo pintores exponiendo sus obras y pintando en la calle, espectáculos corales y de baile, un espacio para que los niños leyeran cuentos, otro para que dibujaran, y una “casa embrujada”.

Pero, sin duda, una de las mayores atracciones para los adultos fue la amplia oferta gastronómica, presentada en foodtrucks como la creativa Te-kombi-do, puestos tradicionales y mediotanques. Había para todos los gustos. Las tradicionales hamburguesas y chorizos con gustos, pero también crêpes, tacos, comida venezolana, paella, pescados, mariscos y brochetes. En materia de bebida, las vedettes fueron la cerveza artesanal y los jugos de fruta con alguna bebida alcohólica.

Cada nueva edición de esta fiesta que se realiza en enero en La Floresta sale mejor y crece en propuestas y asistentes. Habrá que ver cómo otras localidades de la costa pueden hacer actividades similares en otras épocas del año para aprovechar la avidez que demuestra el éxito de la Noche Blanca.