En 1980 el escritor George RR Martin –quien todavía no había incursionado en su hoy afamado mundo de Westeros– se propuso desafiar a un crítico que había afirmado en un artículo que “ciencia ficción y terror son géneros opuestos y fundamentalmente incompatibles”. Para ello, escribió y publicó una serie de relatos y novelas breves –como Los reyes de la arena, el más popular, adaptado a audiovisual en variadas ocasiones–, entre las que estaba Nightflyers. La del título era la única nave capaz de alcanzar y contactar a una lejana nave alienígena, completamente automatizada y cuyo capitán apenas si se hacía presente mediante hologramas. Los protagonistas eran un equipo de nueve científicos y académicos, quienes serían los encargados de lograr la comunicación con la raza extraterrestre. El problema, entre varios otros, era que la propia nave que los transportaba parecía tener muy pocas ganas de que llegaran a destino.

El relato fue todo un éxito, sobre todo luego de una ampliación y reescritura realizadas en 1981, que aportaron nuevos detalles al viaje y bautizaron a algunos personajes que en la versión original eran anónimos. No tardó en producirse su primera adaptación, en este caso, cinematográfica: en 1987, adaptada por Robert Jaffe y dirigida por Robert Collector –quien abandonaría la producción antes de finalizarla y exigiría el uso del seudónimo TC Blake en los créditos, en lo que fue tan sólo uno de los muchos problemas que tuvo la película–, se estrenaba una versión bastante barata de la historia de Martin, un producto esencialmente clase B, una de las tantas producciones de este estilo tan populares en los 80 que no tuvo la suerte de otras similares. Su fracaso fue rotundo, pero sin embargo Martin la recuerda con cariño, ya que popularizó de alguna manera su nombre y obra. “Será mala, pero esa película salvó mi carrera”, ha reconocido el barbado autor.

Entra Syfy

Fundado en 1992 en Estados Unidos, el Syfy Channel fue uno de los tantos canales “basura”, especializado en la exhibición de producciones baratísimas, que pronto empezaría a realizar también las suyas. Famoso por una innumerable serie de producciones televisivas de género, aunque la gran mayoría eran bastante malas, siempre ha tenido espacio para algunos éxitos o creaciones más personales. Así, albergó las muchas aliteraciones de la franquicia Stargate Atlantis –particularmente– o la especialmente lograda Farscape, por no hablar de ese clásico moderno que es la segunda encarnación de Battlestar Galactica. En 2009 el canal se propuso una transformación y dar mayor inyección económica a sus producciones propias –que venían perdiendo terreno–, y actualmente se cuenta entre las casas más interesantes a seguir, con productos como la maravillosa The Expanse (a la que dejaron ir, sin embargo, a Amazon), la desafortunada Ascension y estupendas adaptaciones de cómics para adultos como Happy o la venidera Deadly Class. Sin dudas, y aunque durante mucho tiempo hubiera significado un dolor de cabeza para los fans, hoy día es el lugar ideal para una nueva adaptación de Nightflyers.

Una nave asesina, un telépata psicópata, extraterrestres y mucho horror_

Nightflyers_ se apresura a poner todas sus cartas sobre la mesa. Sabe que en estos tiempos se atrapa al espectador desde el piloto o se lo pierde inexorablemente. Así, se nos presenta al equipo científico liderado por el profesor Karl D’Branin (Eoin Macken) abordando la nave que los llevará a la aventura. Para esta adaptación el equipo se ha visto reducido a cinco: el propio D’Branin, el biólogo Rowan (Angus Sampson), la piloto Lommie (Maya Esthet), la astronauta Melantha Jhirl (Jodie Turner-Smith) y la psicóloga Agatha Matheson (Gretchen Mol), pieza fundamental de la expedición por ser el único enlace humano y real que tiene el poderoso L-1, un telépata llamado Thale (Sam Strike) de quien se espera que pueda comunicarse con los alienígenas al final del viaje. El problema –por si hacía falta sumarle más problemas a un viaje de estas características– es que Thale no se controla demasiado y gusta de andar torturando telepáticamente a todo aquel que se le cruce. Por su lado, se compensa la falta de miembros científicos con una tripulación humana –descartando la autómata de la fuente literaria–, encabezada por el capitán Roy Eris (David Ayala), quien sin embargo sólo se apersona mediante hologramas y deja a su primer oficial Auggie (Brían F O’Byrne) la mayor parte del trabajo.

Desde el comienzo sabemos que todo, todo, salió muy mal. La secuencia inicial nos muestra a la Nightflyers desierta, manchada de sangre por todos lados, con uno de los miembros de la expedición científica escapando de otro, hasta terminar suicidándose de manera grotesca. Antes, logra mandar un mensaje que no es de auxilio, sino de advertencia: no nos vengan a buscar, por su propio bien. ¿Cómo llegamos a eso? Eso es lo que se mostrará en los diez episodios que integran esta serie, adaptada por Daniel Cerone y que cuenta con el director de cine Doug Liman entre sus productores. También entre sus productores está Netflix –una práctica que se ha vuelto habitual para muchos lanzamientos de Syfy–, por lo que no habrá que esperar mucho para su lanzamiento por la plataforma (ya se encuentra anunciada, pero sin fecha). Antes se encuentra en el propio canal Syfy, que sin duda tendrá un estreno “por aire” exclusivo antes de la distribución por streaming.

Nightflyers es un producto que –similar a como lo hace la reciente serie Origin, con la que comparte mucho ADN– nos rescata el subgénero de “nave maldita”, que ha tenido expresiones tan variadas que van desde 2001... hasta la más cercana (y parecida) Event Horizon, y que busca hacer convivir el lenguaje pseudotecnologíco con el horror psicológico, una serie que sigue al pie de la letra la premisa que originalmente disparó la idea en el propio George RR Martin: lograr hacer convivir la ciencia ficción con el horror. Y lo hace bastante bien.