Como actriz, Angie Oña es dueña de un rostro con carácter, que destacó en la comedia y el absurdo, pero que ahora encarna una encrucijada amorosa en Dos días en Roma, de la noruega Lene Therese Teigen, y un conflicto vital en el unipersonal Ser humana, dramaturgia propia sobre vida y obra de la psiquiatra Sabina Spielrein. Como directora, acaba de estrenar una nueva versión de Éter retornable, pieza sobre un matrimonio en proceso de separación por la que una década atrás obtuvo el premio Dos en Escena, otorgado por el Centro Cultural de España.

¿Cómo llegaste a escribir esta obra sobre una dupla absurda, muy física y de estética nostálgica como son Elmer y Madelón?

La escribí en 2008 a raíz de la animosidad de Andrea Silva, que por aquellos días me decía a cada rato: “Che, Oña, escribite otra obra”. Y bueno, le hice caso, por suerte. La idea del eterno retorno y de esa tendencia humana a reincidir una y otra vez en los mismos lugares, cuando no generamos consciencia, fue el motor principal de la pieza. Recuerdo lo que me divertí escribiéndola; todo el tiempo sonriendo o largando la carcajada. También recuerdo lo que nos divertimos con Guille Robales al montarla. Hubo pasajes en los cuales tuvieron que pasar varios ensayos para que pudiéramos dejar de tentarnos. El trabajo con Dani [Calegari] y Laura [Falero] ahora fue otra vez un gran disfrute. Atesoramos un arsenal de carcajadas de recuerdo.

¿Por qué reponerla pero con otro elenco? Laura estudió contigo, ¿verdad?

Tanto Dani como Laura son egresados de la Escuela de Emociones Escénicas. Ambos estudiaron conmigo. Ellos son perfectos para la obra. Tienen un gran dominio del humor. Por otra parte, es simpático que Éter retornable retorne, haciéndole honor al título. Quedamos sorprendidos de la vigencia que tiene la pieza. En algunas partes, bajo el contexto social de hoy, siento que se potenció el sentido. También Laura y Daniel generaron en mí, cada uno con su energía, nuevas ideas para la puesta. En esta versión hay cosas, detalles que no existían antes.

¿Qué cambió, si cambió, en tu dramaturgia, en tu actuación, en tu encare de lo teatral desde que fundaste la Escuela de Emociones Escénicas?

En realidad fue al revés: la escuela se gestó a raíz de un cambio en mi encare y mi abordaje hacia el trabajo. Gracias a una buena crisis personal, que se originó a partir de un olvido de letra sobre las tablas, comencé un camino que le abrió las puertas a un abordaje mucho más humano y menos “exitista“, por decirlo de alguna manera.

¿Cómo te hallás en Dos días en Roma, donde operás un poco como una musa que rompe el equilibrio? ¿Lo ves así?

Me gusta mucho todo lo que me dio y me seguirá dando Dos días en Roma. Como actriz fue un desafío porque Agnes, mi personaje, respira lugares que no son nada habituales en mí; más bien están bastante reprimidos los lugares de Agnes en mí. Fue hermoso trabajar con el equipo. Aprendí mucho. El elenco es un disfrute y Cecilia Caballero, un placer de directora. Agnes es una mujer muy humana. La idealización que hacen sobre ella otros personajes va desatando ciertas consecuencias, pero esa idealización nada tiene que ver en realidad con ella.

Volvés con Sabina, en Ser humana, que es el trabajo que más debe recaer en vos. ¿Qué aprendiste en el correr de las funciones?

La verdad es que este trabajo no ha parado de darme satisfacciones. Es una obra muy exigente, sí; termino destruida después de cada función, pero la energía que vibra en la sala, el encuentro con los espectadores desde Sabina es indescriptible. Lo más grande y concreto que me dejó la obra es aprender a confiar. Confiar de verdad. Confiar en que gracias al contacto y la comunicación surge todo. Las emociones fluyen. La actuación se transforma en un permitir que las cosas pasen. Claro que hay muchísimo trabajo por debajo. La obra es muy exigente. Hubo días de agotamiento y malestar en los que antes de comenzar pensé, sinceramente: “Hoy no voy a poder, no llego al final”. Pero al recordar el proceso y los antecedentes es imposible no confiar. Todo se va a dar, momento a momento, todo se va a dar. Y efectivamente. Ser humana es un gran abrazo. La gente, Sabina y yo nos sostenemos en nuestra interconexión.

Éter retornable, con Laura Falero y Daniel Calegari, va en La Cretina (Soriano 1236) los miércoles de octubre a las 21.00 con localidades a $ 350. Dos días en Roma, dirigida por Cecilia Caballero, está en La Escena (Rivera 2477 y Ponce) los sábados a las 20.30 y los domingos a las 19.00 con entradas a $ 400. Ser humana, con dirección de Freddy González, vuelve a Tractatus el 10 de octubre y sigue los jueves y los viernes a las 21.00 con entradas a $ 450.