Se dice por ahí y se repite por allá que antes de poner a trabajar a un perro en la detección de drogas hay que drogarlo mientras se lo entrena, para que su búsqueda en aduanas y aeropuertos sea más efectiva. Seguramente la intensidad y buena predisposición que tiene cuando lo vemos rastreando algún estupefaciente sea la causa de tal aseveración. La efusividad del bicho se confunde con fisura. Con esta hipótesis, podríamos suponer que a los perros que detectan bombas se les dan bombas durante su entrenamiento. Lo cierto es que el adiestramiento de un perro para que, gracias a su desarrollado sentido del olfato, detecte tal o cual droga se basa en ejercicios de ensayo y error, condicionamiento clásico y operante, pero sin consumo previo de la sustancia.

Si bien existen razas diseñadas para cooperar en el rastreo de presas durante la caza, en general todas tienen un aparato olfatorio capaz de cumplir con los requisitos. No obstante, hay algunas mejor diseñadas que otras, como beagle, basset hound, bretón, golden retriever y jack russell terrier. Es más, en ciertos aeropuertos se utilizan labradores y no pitbulls por una simple receptividad visual. Parece que la gente se siente más segura si los que trabajan entre su equipaje son de determinada raza.

Pasemos a una herramienta vital para este “policía antinarcóticos”. Mediante la inspiración y espiración se crea una corriente de aire que permite detectar las moléculas odoríferas de naturaleza volátil a través de dos caminos: nasal y retronasal. Esta forma de interpretar los olores (husmear) aumenta y mejora la velocidad y el volumen de la corriente, ayudando a una mejor percepción olfativa, lo que permite que cualquier molécula que entre por la nariz del perro sea capaz de activar varios tipos de receptores, aumentando así su capacidad de detección de un olor.

Pero el epitelio de la mucosa nasal se cansa después de una o dos horas de trabajo intenso. Además, su eficacia se ve disminuida en temperaturas ambientales extremas, con gotas de lluvia y copos de nieve, y en menor medida con el viento y la humedad extrema.

Aparte de tener ese aparato olfatorio, el perro cuenta con la regeneración neuronal. Las neuronas no se regeneran, al menos no la mayoría. Sin embargo, en el epitelio olfatorio del perro sí lo hacen, lo que lo ayuda a mantener su efectividad incluso cuando está entrado en años.

Metodología

Los perros son elegidos a partir de los 25 días de vida, momento en el que el cachorro comienza su etapa de juegos. Conforme pasa el tiempo, son enfrentados a diferentes estímulos hasta aproximadamente los cinco o seis meses de edad.

Son adiestrados asociando ciertos olores con un premio, que puede ser alimento rico, golosinas destinadas a perros, juegos y caricias. Los métodos utilizados en general están basados en los campos de memoria del animal. El adiestramiento puede ser activo o pasivo. En el primero, al detectar la sustancia buscada el perro rasca tratando de sacar del equipaje eso que desprende el olor por el cual se lo premia. Quizás este tipo de método sea el que nos hace pensar que está desesperado por drogarse. El método pasivo es aquel mediante el cual al encontrar la sustancia se sienta y espera su recompensa.

Aprendiendo qué buscar

Para adiestrar a un perro en la detección de drogas se comienza tirándole una pelota y dejando que la busque agregando alguna palabra tipo “busca” o “such” para que empiece a incorporar ese comando. Al encontrar el juguete se lo premia y elogia.

Cuando las búsquedas son exitosas, se cambian los juguetes por pelotas de tenis, trozos de madera, tubitos de plástico, relacionados a nuestro olor, y se repiten los ejercicios.

Una vez completada esta etapa, debido a que el animal ahora no debe buscar nuestro olor sino el de las drogas, se utilizan guantes para preparar los juguetes, que llevan dentro pequeñas bolsitas de nailon.

Luego de que el perro consigue encontrar los objetos, se le debe enseñar que los indique de forma adecuada. Es vital que aprenda la forma activa o pasiva, ya que, de encontrar una bomba, lo ideal es que no salte, rasque o muerda el lugar.

Terminada esta parte, se varía la manera de buscar. Se puede hacer en una habitación de 50 metros cuadrados o al aire libre, colocando cajas de madera cuyas tapas puedan abrirse y con huecos de unos seis centímetros de diámetro. Se pone en una o dos de ellas bolsitas con droga y se hace pasar al perro con la correa, metiendo la nariz en cada orificio prefabricado. Si consigue encontrar el olor e indicarlo adecuadamente, se lo gratifica. Si su indicación es falsa, se le dice enérgicamente que no y se le tira un poco de la correa.

Cuando logre trabajar con los olores de droga necesarios, se pondrá en práctica la distracción. Para eso se preparan objetos huecos, como latas con comida para perros, carne, queso, pan, jabón, champú, quitaesmalte, yerba, pimienta, café y demás olores frecuentes. Estos objetos se colocan también en las cajas, de manera que existan cajas vacías, cajas con olores nuevos y una caja con droga. Una vez superado y repetido el ejercicio con éxito, se buscan más sitios para que el perro comience a relacionarse con aquellos donde trabajará: aeropuertos, escuelas, centros comerciales, puertos, autos y oficinas.

Por último, el encargado de esconder la droga no será el entrenador sino otra persona y lo hará en una caja que tanto el perro como el entrenador desconocen. De esta manera se evitan las posibles lecturas que pueda hacer el animal de su entrenador.