Así como hay canales enteros dedicados a la búsqueda, remodelación y decoración de inmuebles, hay otros dedicados a la investigación criminal, con programas que recogen los crímenes más absurdos, los delincuentes más crueles, las llamadas al 911 más delirantes, hasta cubrir ciclos de 24 horas de programación.

Los servicios de streaming saben que el público se ha enviciado con la labor de forenses, policías y abogados, y han producido una gran cantidad de series documentales que estudian casos criminales con la profundidad que les permite la paciencia de los suscriptores y el presupuesto de los productores.

Making a Murderer nos convirtió en jurados. The Staircase mostró hasta el más pequeño detalle de la tarea de defender a un acusado casi indefendible. American Vandal demostró que ya había suficiente material como para parodiar el género.

El más reciente ejemplo toca un caso de fama mundial. Prime Video estrenó en febrero la miniserie documental Lorena. En cuatro episodios de una hora recordaremos el truculento suceso ocurrido el 23 de junio de 1993, cuando Lorena Bobbitt cortó el pene de su marido, John Wayne Bobbitt. Su órgano estuvo perdido por varios minutos, pero no solamente fue hallado sino que los médicos pudieron reimplantarlo.

Esto es lo que la mayoría de nosotros recuerda 25 años después. La intención de los productores, que incluyen a Jordan Peele (director y guionista de ¡Huye!) es que el resto de la historia también sea hallada y reimplantada en la memoria del gran público.

Qué te cuento

Para tratarse de un caso tan renombrado, el tratamiento es bastante sencillo. Desde un primer momento vemos cómo se intercalan archivos de la época con entrevista a la mayoría de los protagonistas para armar el cuentito de lo ocurrido sin grandes saltos temporales.

Uno es testigo de la explosión mediática del caso, que despertó la fascinación de la prensa a lo largo del mundo y llevó a que Lorena contratara a un mánager para lidiar con los reporteros. Aun sin la tecnología de este siglo, tanto ella como su esposo se convirtieron en celebridades, fueron la comidilla de los tabloides y alimentaron monólogos de comediantes de stand-up.

La serie puede dividirse fácilmente en tres etapas: el primer episodio va desde el incidente hasta el final del juicio de John. Los dos episodios siguientes cubren el juicio de Lorena, mientras que el último abarca desde ese momento hasta nuestros días.

Si bien es destacable la tarea de guionistas y editores para armar una clara cronología de lo sucedido, queda la sensación de que la mayoría de la miniserie es tan sólo un ayudamemoria para aquellos que siguieron el caso por televisión. La narración utiliza una y otra vez (con todo el sentido) las filmaciones de los reportes de prensa y de lo ocurrido en el juzgado, sin nuevas reflexiones ni un solo descubrimiento que cuestionara un milímetro de aquella historia oficial.

Lentes nuevos

Lo que sí existe (y probablemente sea la razón de que este producto exista) es una nueva óptica acerca de la violencia doméstica y la forma en que un Estado debería proteger a la víctima dentro de una pareja. En gran parte del territorio estadounidense no estaba contemplado el delito de violación dentro del matrimonio, y recién en 1994 se aprobó una ley federal que daba presupuesto a la persecución de delitos contra la mujer.

Imaginen cómo se sintió en ese momento, en que la esposa era una propiedad más del marido, que una de ellas atentara contra el símbolo más importante de su masculinidad. Parafraseando a Whoopi Goldberg en un fragmento citado de su show: “Las mujeres saben que en cualquier momento les puede pasar algo horrible. Ahora los hombres también tendrán que pensarlo”.

Lorena toma una postura clara, sin necesidad de manipular la información (hola, Making a Murderer). Más allá del uso o no de sus facultades al momento de tomar el cuchillo, la evidencia presenta a la joven como damnificada en una relación tóxica que se iba tornando más y más violenta, que incluía castigos físicos y abuso sexual.

John Wayne Bobbitt, entrevistado estrella del documental, es un ser que constantemente niega la realidad. No es necesario un informe al estilo TVR para dejarlo en evidencia; alcanza con que el espectador repase la historia de sus relaciones afectivas y humanas para saberse frente a un hombre agresivo. Quizá se les podría criticar a los realizadores que fueran muy poco confrontativos al interrogarlo, pero el resultado final es igual de convincente.

Están rodeados

Esta historia podría haberse contado en menos minutos. Por momentos el ritmo se hace lento, en especial cuando uno comprueba que la intención no es dar un nuevo giro a la historia sino hacer un (extenso) resumen de Wikipedia del caso. Pero también queda espacio para momentos interesantes de todo ese universo que rodeó al “caso Lorena Bobbitt”.

El circo mediático no se quedó solamente en cámaras de televisión y humoradas en los late shows. Los pobladores de Manassas vendían remeras en la puerta del juzgado, aunque nada se comparó con el derrotero de John una vez que terminaron los juicios.

Si hay un momento en el que casi simpatizamos con él es al verlo convertido en mascota del polémico conductor radial Howard Stern, quien afirmaba al aire que le creía a él, ya que no podía haber violado a Lorena porque era fea.

Como algunos quizá recuerden, John Bobbitt también tuvo un pasaje por la industria porno, primero promocionando su pene reconstruido (en la cinta Uncut) y luego sometiéndose a una cirugía de aumento de tamaño que no terminó de la mejor manera (en Frankenpenis). Fue portero en un burdel, reverendo en una capilla y pasó 15 meses en prisión.

Mientras tanto, su ex esposa retomó los estudios, conoció a su siguiente esposo y fue madre, y se convirtió en vocera de organizaciones que colaboran con mujeres víctimas de violencia doméstica.

Injusticia suprema

Pese al camino que se abrió la mujer en los últimos años, la realidad marca que la lucha está muy lejos de terminarse. En un flashback de 1991 se recuerda la historia de Anita Hill, quien acusó al juez Clarence Thomas de acoso sexual luego de que fuera nominado por George Bush para la Suprema Corte de Justicia. La credibilidad de la mujer fue cuestionada, muchos se preguntaron por qué había dejado pasar tanto tiempo para hacer la denuncia (como si les creyeran a las que lo hacen en el momento) y los tejemanejes políticos importaron mucho más que su experiencia de vida. Clarence Thomas continúa integrando la Suprema Corte.

En 2018, cuando Brett Kavanaugh fue considerado para integrar ese mismo organismo, Christine Blasey Ford declaró que había sido atacada sexualmente por Kavanaugh en la secundaria. Otras tres mujeres aportaron testimonios similares, pero Brett Kavanaugh juró como miembro de la Suprema Corte en octubre de ese año.

Y estamos hablando de una potencia mundial; en otros países la situación es muchísimo peor. Pero, como reflexiona una trabajadora sexual en el último episodio: “Cortás un millón de clítoris en África y nadie se entera. Cortás un pito y todo el puto país se detiene”.