Tener un perro hiperactivo hoy en día parece moneda corriente. Sin embargo, la mayoría carece de ese problema de comportamiento. La rutina, los momentos de ocio y el espacio donde convivimos muchas veces son la piedra fundamental del trastorno, pero lejos están de padecer hiperactividad.

Esta se define, según Bonnie V Beaver (Canine Social Behavior, 1999), como “altos niveles de energía con hipertrofia de los comportamientos de relación, exploración y juego”. También aparece en aquellos perros con hiperquinesia, entendida como “hiperexcitabilidad e hiperreactividad con elevada frecuencia respiratoria, cardíaca y temperatura corporal, sin relajación en ambientes neutros, falta de atención y déficit de aprendizaje” (Karen Overall, 1997).

En definitiva, parecería que el perro está pasado de rosca y su comportamiento no se explica por falta de ejercicio, juegos, atención o rutina. Sin embargo, la mayoría de los pacientes que consultan por hiperactividad de hecho lo que tienen son enormes cantidades de energía, destinadas a satisfacer sus necesidades básicas, que no fueron contempladas o que sin intención fueron reforzadas por ciertas conductas.

Candidatos

Si bien puede aparecer en cualquier perro, las razas con mayor incidencia son labrador, golden retriever, fox terrier, pastor belga, beagle, chihuahua, setter irlandés, maltés, pomerania, caniche toy, schnauzer miniatura y shih tzu.

Además de la raza, existen otros factores a tener en cuenta, como el destete precoz, que puede fomentar su aparición. Los cachorros que son separados de la madre a las tres o cuatro semanas están más predispuestos a ser hiperactivos, ya que se los priva de entender los códigos de su especie, límites que tiene que marcar su madre y algunos adultos del grupo.

El lugar en el que comienza a entender el mundo apenas nacido también influye. Ambientes hipoestimulados darán como resultado un desarrollo sin juegos, ejercicios ni interacción con su especie o con otras, lo que derivará en un pobre desarrollo de los sentidos y su consiguiente incapacidad para moderar conductas con un momento de inicio y un punto final.

Del mismo modo, aquellos cachorros que nacen en ambientes hiperestimulados, esto es, con excesivas interacciones, por ejemplo con niños, episodios que cursen con dolor, castigos, imposibilidad de descanso y demás, de adultos serán incapaces de elaborar una conducta equilibrada frente a estímulos en principio normales.

Podemos ayudar a que el problema aparezca si no disponemos de estímulos adecuados, juegos necesarios y atención correcta. También juega un papel importante la ambivalencia de nuestras interacciones con ellos: juegos tipo lucha, saltos o corridas son buscados muchas veces, pero en otras ocasiones se castigan de alguna manera si los hace.

La inadecuada estimulación, sea por la causa que sea, provocará un problema a la hora de discriminar la información que recibe del medio y la consiguiente respuesta excesiva a los estímulos normales del entorno.

Signos clínicos

El perro hiperactivo presenta varios signos. Si bien el abanico es amplio, acá van algunos:

  • Duerme poco o casi nada. Un perro hiperactivo descansa menos de seis horas en promedio por día.

  • No puede relajarse y habituarse a situaciones o estímulos frecuentes en su vida.

  • Ejerce una vigilancia extrema frente a cualquier ruido o situación continuamente presente en el medio.

  • Destruye y explora de forma desmedida cualquier objeto, sobre todo los que se mueven.

  • No se queda quieto nunca o casi nunca, salvo cuando la energía se le agota, pero cuando carga algo de batería arranca nuevamente.

  • Ladra excesivamente y muchas veces sin razón aparente.

  • A los dos meses de edad es incapaz de modular la intensidad con la que muerde, por ejemplo, durante el juego.

  • Orina y defeca sin importar el lugar; le cuesta aprender cómo es la mano.

  • Muestra agresividad, primero en formato de juego, luego irritativa.

Ante estos casos es necesario acudir al veterinario, ya que los signos mencionados pueden caberles a otras enfermedades, comportamentales o no. Ejemplo de eso son aquellos perros cachorros o juveniles que juegan de forma muy activa pero que, para su dueño, puede resultar desmedida, ser señal de ansiedad, problemas en el período de sociabilización o de algunas enfermedades como insuficiencia hepática, encefalitis y otras que cursan con sintomatología similar.

Tanto el pronóstico como la evolución van a depender del tiempo que hace que padece el problema, siendo más favorables en los perros cachorros o juveniles y más complicados en los adultos.

Lo bueno es que existe tratamiento; lo malo es que no siempre resulta y que, de no hacer nada, inevitablemente evoluciona a problemas más complejos, como agresividad en formato sociópata, ansiedad o ambas.