Durante la sesión de ayer del Parlamento Europeo el histórico dirigente ultraderechista Jean-Marie Le Pen pronunció su último discurso como representante. Le Pen, de 90 años, no se postulará a ocupar la banca por un nuevo período en las elecciones europeas del 26 de mayo. “Me hubiera gustado ser como Molière, que murió en el escenario”, dijo.

Le Pen fue expulsado en 2015 del partido que fundó en 1972, el Frente Nacional, ahora liderado por su hija Marine. La decisión se debió a declaraciones públicas en las que el dirigente relativizó el Holocausto.

En su intervención de ayer ratificó sus posturas políticas nacionalistas al declarar que el Parlamento Europeo es un instrumento que “sólo sirve para paralizar a las naciones”. Además, en una reafirmación de su histórica prédica en contra de la inmigración, Le Pen advirtió a sus compañeros de cámara que “hoy la amenaza no es el nacionalismo, sino la invasión de la inmigración”, y les recomendó tomar “todas las medidas necesarias” para reprimirla. “Si se mantienen ustedes sordos y mudos, la posteridad los juzgará”, agregó el político.

En su última intervención, Le Pen dijo además que “se está haciendo a la idea” de no tener ya ningún cargo, pero que su vida política no ha terminado. Una muestra de esta decisión es que ya hizo su tradicional convocatoria a un acto para homenajear a Juana de Arco el 1º de mayo en París.

Con la salida de Le Pen, se cerrará el ciclo parlamentario de una de las figuras más prominentes y representativas de la ultraderecha europea de los últimas décadas. Formado en derecho, Le Pen fue integrante, como paracaidista, de las tropas francesas que combatieron en Indochina y en la Guerra de Argelia. Por esos años, en 1956, fue electo diputado –el más joven de la historia de Francia– por el partido llamado Unión de Defensa de los Comerciantes y Artesanos, una organización política populista de derecha que lideraba Pierre Poujade. Más tarde, este dirigente rompió con Le Pen y fue sumamente crítico con él hasta su muerte, en 2003.

En la década de 1960 Le Pen continuó militando, siempre en el sector ubicado más a la derecha en el espectro político, y así en 1965 dirigió la campaña presidencial del candidato Jean-Louis Tixier-Vignancour, que apenas logró 5% de los votos.

En la campaña diseñada por Le Pen, las principales consignas eran la condonación de las penas impuestas a aquellos que habían colaborado con el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial, al mismo tiempo que criticaba con dureza al líder francés del momento, el general Charles de Gaulle. Lo acusaba, tal como lo hacían otros sectores de extrema derecha, de haber tenido una actitud entreguista durante la Guerra de Argelia, conflicto que culminó con la independencia de ese país en 1962.

En 1972, Le Pen logró agrupar bajo su ala a diversas organizaciones ultraderechistas, católicas y anticomunistas, y fundó el Frente Nacional. Este partido recién comenzaría a tener éxitos electorales en la década siguiente, cuando Le Pen ganó una banca de diputado, que ocupó de 1986 a 1988. Pero su pico de popularidad llegó años más tarde, en 2002, cuando sorpresivamente logró pasar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, en las que finalmente fue derrotado por Jacques Chirac.

Ayer, y tal como él mismo había vaticinado, fueron pocos los políticos europeos que se acercaron a saludarlo por su salida del Parlamento Europeo. Si bien el dirigente ha criticado con dureza a ese órgano, así como a otras instituciones europeas, lo integró en forma ininterrumpida durante 34 años.

Además de haber sido juzgado en más de una ocasión por negar el Holocausto, Le Pen también fue investigado por la Justicia por delitos económicos. Entre otras acusaciones, pesa sobre él y otros integrantes de su partido la de haber creado, en su propio beneficio, un sistema de “apropiación indebida” de los salarios destinados a sus asistentes parlamentarios. Nueve veces sus compañeros de cámara pidieron que se levantara su inmunidad, ya fuera por declaraciones polémicas durante sus intervenciones o por este caso de los empleos ficticios, causa por la que Le Pen todavía le debe al Parlamento Europeo algo más de 300.000 euros.