Incluso sin resultados finales de las elecciones del martes en Israel, y con un empate entre las dos organizaciones políticas más votadas, se daba por hecho ayer que el primer ministro Benjamin Netanyahu gobernará por quinta vez, en un cuarto mandato consecutivo. Sus eventuales aliados en el Parlamento, las organizaciones políticas de derecha y religiosas, suman 65 escaños, mientras que la derecha moderada, el centro, la izquierda y los partidos árabes sólo reúnen 55 diputados. Por lo tanto, se prevé que el presidente israelí, Reuvén Rivlin, decida encargarle a Netanyahu, líder del partido Likud, la tarea de formar una mayoría parlamentaria y gobernar el país.

El principal rival electoral del primer ministro, el líder de la coalición centroderechista Azul y Blanco, Benny Gantz, destacó los “resultados increíbles” que logró esa alianza y dijo que respeta la “elección del pueblo”, así como la decisión que tome Rivlin. Según informó la agencia de noticias Efe, Gantz dijo también que su coalición presenta “un nuevo camino” y que Netanyahu reunió el voto de los “extremistas”.

Por su parte, Netanyahu, que ya el martes se había declarado vencedor, le agradeció ayer al presidente de Estados Unidos, Donald Trump (que ayer lo felicitó por los resultados) su “tremendo apoyo” a Israel. Este respaldo se tradujo en varias medidas. El gobierno estadounidense reconoció los territorios ocupados de Jerusalén Este y los Altos del Golán como pertenecientes a Israel, y adoptó varias resoluciones contra Irán a lo largo de su gobierno. Un día antes de las elecciones, Washington sumó a su lista de organizaciones terroristas a los Guardianes de la Revolución, la principal institución militar iraní. Todas estas decisiones fueron celebradas por la derecha nacionalista israelí, la misma a la que Netanyahu le prometió en campaña que va a anexar al país las colonias judías en territorio palestino.