Crítico cinematográfico, periodista de investigación, escritor de novela negra, Gabriel Sosa –que además es el responsable del sello editorial Irrupciones– dio cuenta de esa mezcla en la novela Las niñas de Santa Clara (2016); antes, había publicado relatos (Qué difícil es ser de izquierda en estos días, 2004) y no ficción (El lado oscuro de parir: la mujer como víctima de violencia obstétrica, 2018), además de varios policiales.

Su primer libro, aparecido en 2001, se llamaba Orientales excéntricos, y era más o menos eso: una reunión de personajes algo peculiares, pero inevitablemente uruguayos: el loco del barrio, unos adolescentes obsesionados con el rock, el aspirante a relator de fútbol. Ahora esa colección de cuentos ha sido reeditada (Ediciones Túnel, $ 330) y aumentada con cuatro nuevos relatos que resaltan el costado humorístico y cierto filo político de los cuentos anteriores

Me parece que los cuentos nuevos “expanden” un poco el panorama. Da la impresión de que son menos “típicos”, menos enfocados en tipos de personas más comunes. ¿Por qué agregaste esos relatos?

Justamente, para expandir un poco el universo del libro. Tal vez sean menos “arquetípicos” en sus personajes, pero cuando Pedro Cribari me dijo de reeditar el libro me puse a hojearlo (y ojearlo), y me dio la sensación de que si bien había sido escrito en su momento como un todo, y los cuentos originales redactados ex profeso, aunque algunas ideas ya las tenía desde mucho antes, había algunos cuentos posteriores que compartían cierto espíritu con Orientales excéntricos. Básicamente, tenía la sensación de que algunos personajes de otros cuentos eran, también, muy orientales y muy excéntricos.

Otra cosa que agregan los cuentos nuevos es la primera persona.

Sí, al menos en un caso o dos, pero nunca fue una regla estilística en el libro original, más bien en su momento salió así, y así quedó.

Lo que sí creo que se mantiene es una idea del cuento que no se basa en una sorpresa o vuelta de tuerca, sino como un camino que lleva a un lugar más o menos esperable. ¿Lo ves así?

Sin duda, son historias de vida, algunas rozando la crónica periodística, o su parodia. Básicamente, es como más cómodo me siento escribiendo: desarrollando una historia. No soy un gran armador de finales sorpresa o de, como decís, vueltas de tuerca. Lo que me gusta, tanto periodística como narrativamente, es mostrar gente. Hay un afamado cronista peruano o colombiano o de por ahí, que repite como un mantra “De cerca todos somos raros”, como si hubiera descubierto el gofio. De lejos también, muchacho, de lejos también. Eso es lo que permite tomar a una persona real, retorcer sus vicisitudes, encapotarlo, convertirlo en una ficción, alejarse a kilómetros de su entorno, y sin embargo seguir manteniendo un cuento que narrar. Y, al menos esa es la expectativa de todos los que escribimos, un cuento interesante. No es que todos seamos raros, es que todos somos narrables.