“El arte es un estado de encuentro”, reza como mantra desde 2012 el Festival Internacional de Danza Contemporánea de Uruguay (FIDCU), y una no termina de leer esa afirmación cuando ya está preguntándose, ¿el arte como estado? ¿La danza habla del arte? ¿Qué encuentro? Más que una afirmación categórica, la premisa es el deseo que aterriza en la curaduría y organización del festival. Tal vez por eso este festival de danza abre con un concierto y una fiesta disfrazada de brindis, y tiene casi tantas obras de danza como actividades que no se podrían catalogar como tales: performances, exposiciones, ensayos, aperturas, talleres, tormentas temáticas, puntos de encuentro, fiestas.

Sus organizadoras, Vera Garat y Paula Guria, convocan a una inmersión en la danza de siete días y casi 24 horas, 360 grados. Múltiples disciplinas, cinco obras de autoras uruguayas, 11 obras internacionales, siete talleres de formación (uno de ellos para niños y niñas), 11 actividades: una exposición de grabados y video performance, cinco aperturas de residencia y procesos creativos, una performance poética en una exposición plástica, un ensayo abierto en una casa y dos rondas de conversación. Más allá de estos números y lo cualitativo que se pueda deducir de ellos, en el FIDCU hay una apuesta a ampliar los formatos curatoriales típicos del festival y a abrir preguntas desde la danza hacia la práctica artística.

El festival surge de los diálogos desarrollados durante 2007, y de la necesidad de generar un espacio para la profesionalización, intercambio, formación y reflexión desde la danza. Hoy se consolida en su octava edición, y se atreve a rehacer sobre lo que se entiende por danza y por festival: acoge contenidos multidisciplinares, formatos variados, apuesta a la formación teórica y práctica y apertura de espacios de encuentro, como las tormentas temáticas que se harán en el Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes (IENBA)-Escuela Universitaria de Música y el espacio Entre. Genera un trabajo de gestión abierto y de coordinación entre espacios de distintas índoles, privadas y públicas: SODRE, teatro Solís, Instituto Nacional de Artes Escénicas, Espacio Palermo, Espacio Idea, Centro Cultural de España (CCE), EAC, Escuela Nacional de Danza y museo Casa Vilamajó.

En los días que han transcurrido –el Festival arrancó el domingo pasado y seguirá hasta el próximo–, Ayara Hernández y Lupita Pulpo crearon con objetos En la sombra de un elefante; Vera Garat y Tamara Gómez mostraron Lo grabado sobre una superficie; Clemente Padín invitó a hacer poesía; Yann Marussich, hoy, vuelca, una vez más, cemento sobre sí; Sorecer 360° sigue realizando un taller-montaje en el que trabaja con género, danza y tecnología; Javier Contreras (México), Eloísa Jaramillo y Anto Rodríguez desarrollan talleres sobre la creación, el cuerpo y la contemporaneidad. Y esto es sólo parte del cronograma que se puede ver en www.fidcu.com, y del encuentro que continúa toda esta semana en Montevideo y cierra en la Fiesta Fidcu el sábado 11.

Más allá de la realización, el festival por sí mismo es parte, sostén y potencia de un contexto especial para la danza contemporánea en Uruguay, en el que aparece la Licenciatura en Danza, se internacionalizan piezas uruguayas, se hacen intercambios regionales, egresan las primeras generaciones SODRE, se consolidan espacios de trabajo, entre otros acontecimientos que está proyectando la disciplina, desde la persistencia de múltiples actores, colectivos, gestoras, instituciones y una generación de bailarinas que apostaron (apuestan) a hacer danza desde la realidad uruguaya.

Este esfuerzo, con mucho por delante, abre varias preguntas. ¿Cómo se recibe la persistencia de esta danza que se propone deforme, abierta, cuestionada? ¿Cómo dialoga en diversos espacios y contextos y con personas ajenas a su círculo? ¿Cómo habilita el diálogo más allá de sí misma? ¿Cómo atraviesa los ojos y la experiencia de quienes empiezan a hacer o ver danza? ¿Qué es lo que se genera en este encuentro? ¿Qué hacemos con eso las que bailamos? ¿Qué hacemos con esto los espectadores? ¿Qué se propone hoy, desde Uruguay, en la danza a nivel internacional?

Y detrás de todas estas preguntas, una que se abre al leer el cronograma del FIDCU 2019: si es todo esto, entonces, ¿qué es la danza contemporánea? Ante esta pregunta constante y ante la dificultad de darle respuesta, sólo cabe participar en el festival, ir a ver danza en las exposiciones del CCE y el IENBA, leerla en los textos que proponen las tormentas temáticas, sumarse a la procesión que se arma entre obra y obra, bailarla en la Fiesta FIDCU.