El sábado de tarde, el precandidato colorado Ernesto Talvi comenzó un acto en el Club Aguada recordando el Uruguay de 1925 y la visita del físico Albert Einstein. Destacó que en aquella época un uruguayo “ganaba el doble” que un italiano, “lo mismo” que un francés, que un español y que un sueco. En cambio, hoy un uruguayo “gana la mitad que un español, menos de la mitad que un italiano, que un francés y que un sueco”, y “hasta gana menos que un chileno”. “¿Por qué pasamos de ser un país de primera a ser un paisito? ¿Cómo pasamos de que nos admire gente como Einstein por cómo protegíamos a los más débiles de nuestra sociedad, a condenar a 80.000 chiquilines a una vida sin futuro por el barrio en el que nacen?”, preguntó.

Talvi sostuvo que luego de la primera crisis moderna, la de 1929, “nos volvimos adictos al corto plazo y no pudimos salir nunca más”, y la primera manifestación de eso fue el “proteccionismo”. Subrayó que “nos dimos el lujo de aislarnos del mundo, de la competencia, de la innovación, de ser caros, poco competitivos y no salir a conquistar mercados”. Ejemplificó con Chile, un país que se abrió a los mercados y hoy tiene acuerdos de libre comercio que le permiten ingresar a países que representan “83% de la economía mundial”, mientras Uruguay accede solo al 6,5%”. Para Talvi es necesario “terminar con este absurdo”.

Señaló que la segunda manifestación de la “adicción al corto plazo” fue transformar el Estado en una “fábrica de empleos”, y marcó la diferencia entre un Estado con un sistema de “protección social” a uno que es “una fuente de empleo y que concede privilegios”. Sostuvo que los funcionarios que trabajan en las empresas del Estado, que son 36.000, ganan, en promedio, 65% más que “los trabajadores del sector privado con el mismo nivel educativo”. “Y esto ocurre porque los sindicatos de estas empresas consiguen que les paguen salarios que a ningún trabajador privado le pueden pagar porque si no las empresas se funden, y tampoco lo consiguen los docentes”, indicó. Dijo que estos trabajadores públicos cobran salarios 65% superiores porque “la empresa monopólica se da vuelta” y traslada esos costos al precio de la electricidad, el agua, los combustibles, el teléfono fijo y la conexión a Internet. “Total, no podemos comprarle a nadie más. Eso es un sistema de privilegio. Los trabajadores privados, todos y cada uno del millón de personas, para financiar esos privilegios que pagan las empresas del Estado, pagan 1.212 pesos por mes sin darse cuenta, cuando les llega la cuenta de luz, agua, teléfono fijo, internet o cuando cargan nafta”, explicó.

Además, subrayó que los monopolios de las empresas “también se usan para cobrarnos impuestos a escondidas, sin la aprobación del Parlamento”. Como ejemplo, aseguró que en 2018 UTE “nos cobró de más y por eso ganó 350 millones de dólares que le transfirió al Gobierno para tapar el agujero que tiene porque no llega a fin de mes”. “Todos y cada uno de ustedes, el millón de trabajadores uruguayos del sector privado que trabajan por un salario, tienen que pagar 944 pesos por mes, por tener que pagar la luz más cara de lo que deberían, por tener que pagar impuestos que se cobran por la puerta de atrás”, indicó, y acotó que va a terminar con esa “injusticia”.

Según Talvi, la tercera manifestación de la “adicción al corto plazo” fue “volvernos incapaces de ahorrar”. El Estado se transformó en un “gastador compulsivo, patinándose cada peso que le entra y más”, y cuando se terminó la bonanza, en 2013, no llegaba a fin de mes, entonces, salió a “pedir prestado” y se endeudó. “Un dólar poco competitivo, el país más caro para producir y vivir de América, asfixia de la producción y del turismo. Luego, si proyectamos la película un poco más, sabemos cómo termina, lo estamos viendo en los vecinos de Argentina: devaluación, inflación, pérdida de poder adquisitivo y desempleo”, dijo, y prometió otra vez terminar con esa “injusticia”. La cuarta y última manifestación, señaló, es “el cambio a la uruguaya”, que lo traduce como “al que quiera celeste, que no le cueste”. “El ejemplo más claro de esta cultura de miedo al cambio es que les dimos la educación a los sindicatos de la enseñanza, perjudicando a los adolescentes, que abandonan el sistema educativo al por mayor, a los chiquilines, que aprenden poco y nada, y a los docentes, que hoy están desmotivados, desvalorizados, sin el reconocimiento social que merecen y que nunca debieron perder”.

Por último, dijo “en lugar de que el Estado sea una fábrica de empleos”, la solución es que sea “una fuente de estímulo para el desarrollo productivo privado y vuelva a ser lo que nunca debió dejar de ser: el protector de los menos afortunados”. Además, en lugar de tener empresas públicas y “empresitas públicas satélites que nadie controla”, va a lograr que estas empresas trabajen “para producir servicios de calidad a precios competitivos, para que la economía tenga dinamismo y se generen empleos legítimos”.