Termina el experimento, proyecto o como quieran llamarle, que uniera a Marvel con Netflix en cinco series y una miniserie. Y termina con la última temporada de la última de sus series, Jessica Jones, estrenada sin pena ni gloria, lejísimos de la expectativa que generaba cada estreno, cada anuncio, cada novedad al respecto de este universo, tanto cuando se iba construyendo como en su mayor momento en el cenit creativo.

Jessica Jones representó la cuota femenina de ese grupo de héroes, que incluía a Daredevil, Luke Cage y Iron Fist. En su momento la adición más curiosa al conjunto –ya que era el personaje menos conocido y, sin dudas, el menos “superheroico”–, consiguió sorprender en su primera temporada. Más un policial noir que otra cosa, contenía no pocos momentos buenísimos y una gran pareja protagónica (Krysten Ritter en el protagónico y David Tennant como el villano Kilgrave).

Luego –y como parte de ese momento horrible en el que prácticamente todas las series Marvel-Netflix salían mal– entregó una pésima segunda temporada, un sinsentido que parecía llegar para arruinar todo lo bueno construido y en el que casi nada se libraba de la quema. Ahora, con una temporada que estrena con la serie ya cancelada, Jessica Jones parece sentirse nuevamente libre de ataduras y retoma las formas, con un producto que –con sus fallos y todo– retoma lo mejor que supo tener.

Para quienes no lo sepan, Jessica Jones es una superhumana –por su fuerza, resistencia, velocidad, potencia– que en vez de ponerse capa y calzas, trabaja como detective privada en Nueva York. Sin embargo, esta temporada gira mucho en torno al concepto de “héroe” y qué significa serlo, tanto para nuestra malhablada principal como para su hermana adoptiva Trish Walker (Rachel Taylor, cuyo personaje por fin tiene algo de sentido después de tres años), una hero wannabe con poderes recién adquiridos.

Obviamente hay un villano –estupendo Jeremy Bobb, a quien recordamos de la inolvidable The Knick– y nuevos personajes, como Benjamin Walker, (cada vez más parecido a Liam Neeson), que es un estupendo contrapunto, y Aneesh Sheth sumando muchísimo como la mordaz Gillian, la nueva asistente.

La historia funciona tanto a nivel puntual, con su caso en cuestión, como a nivel general, ya que cierra satisfactoriamente el arco de las tres temporadas (a este respecto, hay desarrollo y aporte de los secundarios que han acompañado esta historia desde antes: el Malcolm de Eka Darville, La Hogarth de Carrie-Anne Moss, especialmente la Dorothy Walker de la inmortal Rebecca De Mornay, y hasta hay amor para el Detective Costa de John Ventimiglia).

Aunque no vuela demasiado alto, tampoco tiene nada que le juegue especialmente en contra, más allá del nefasto “síndrome Marvel-Netflix” de estirar brutalmente historias hasta los 13 episodios (cuando ocho o nueve alcanzarían) que termina por desmerecer bastante el resultado final.

Jessica Jones funciona como despedida elegante para al menos uno de los muchos personajes que poblaron el universo Marvel en Netflix, que en total nos dejó una serie muy buena –Daredevil–, cosas muy malas –las segundas temporadas de Punisher y Jessica Jones, prácticamente todo Iron Fist–, pero también la certeza de que había buenos personajes con buenas historias para ser contadas.