Una noche cualquiera en Londres, un repartidor de pizza es asesinado. Pero no se trata de un robo casual, sino de un asesinato calculado, premeditado y profesional. El repartidor resulta ser un inmigrante sirio, por lo que de inmediato sale la carta de “asesinato por odio”, aunque llevaba puesto su casco de moto y no era notoria su etnia.

También casi de inmediato, la pizzería se revela como tapadera para un negocio de drogas –el delivery te lleva lo que pidas– por lo que las razones para el asesinato pueden ser otras. O quizá sea algo completamente distinto, porque en todo policial que se precie de tal, la solución no está ni detrás de la puerta número 1 ni detrás de la puerta número 2.

Collateral, que ahora está en Netflix, es una producción original de la inagotable BBC británica y puede haber pasado desapercibida incluso para los fans del género policial que rastrean incansablemente las opciones del ramo en el servicio de streaming. A priori, no tiene nada que la destaque especialmente, pero es su conjunción de procedimiento policial realista, personajes complejos y una trama que abarca mucho más que el mero caso puntual lo que la hace una opción especialmente recomendable.

Quien encabeza la investigación es la detective Kip Glaspie (una asombrosa Carey Mulligan, que luego de encarnar a la inocente joven de An Education se convierte ahora en una dura policía), una ex atleta olímpica que tiene entre manos su primer caso importante y que, para más datos, está embarazada, en una de las tantas subtramas que no repercutirá nunca en “lo policial” y que puede deberse a que la actriz estaba realmente embarazada durante el rodaje.

Glaspie tiene por delante varios problemas: las actuales políticas inmigratorias que están en discusión –y que la muerte de un inmigrante pone en tela de juicio–, la poca colaboración de las hermanas del muerto (Ahd Kamel y July Namir), que temen ser deportadas en cualquier momento, la aparición intrusiva de los Servicios de Seguridad, que gritan “terrorismo” a la primera de cambio, y la complejidad propia de un caso en lo que nada es lo que aparenta en un primer momento.

Collateral decide no abocarse únicamente al relato de género, sino que pretende también servir de retrato, de fresco, de la actual diáspora que se ha dispersado por la capital de Reino Unido y las muchas situaciones politíco- sociales que genera.

Así, está el relato del diputado laborista (John Simm, veterano de la mil veces recomendada Life in Mars) que apela a mejores condiciones para los inmigrantes, mientras lidia con una ex esposa que le chupa la vida (la estupenda Billie Piper en un personaje tan ingrato como efectivo) y que además puede estar vinculada al crimen (la pizza entregada por el muerto era para ella).

También tenemos a la reverenda local (la gran Nicola Walker, la misma de River) que enfrenta la persecución de su propia iglesia por su relación homosexual (con una inmigrante ilegal, vietnamita en su caso).

Y hasta tenemos el relato de la sicaria, del brazo ejecutor del crimen (Jeany Spark), una capitana del Ejército que lidia con un trastorno de estrés postraumático luego de volver del frente y con un comandante acosador y abusivo (Robert Portal).

No todas las subtramas tienen igual peso –la policial es la principal, claro está– e incluso algunas no llegan a nada. Pero todas enriquecen esta intensa miniserie que, al ser tan británica, tan austera y medida, puede quedarse en un punto algo frío, pero que merece por lo menos un intento de todo espectador atento.