El 14 de febrero de 1988, en un chalet de Mar del Plata, el argentino Carlos Monzón, una leyenda del boxeo sólo comparable con Mohamed Ali, ingresaba a la historia negra de los femicidas luego de matar a su esposa, la actriz y bailarina uruguaya Alicia Muñiz. Los hechos de esa noche son el punto de partida para la miniserie Monzón, cuyos primeros dos episodios fueron emitidos anoche por la cadena Space.

Para personificar al campeón fueron necesarios dos actores, ambos con un notable parecido físico con el boxeador: Mauricio Paniagua, nacido en Puerto Iguazú, provincia de Misiones, encarna al Monzón joven, impetuoso y volcánico, mientras que sobre Jorge Román, formoseño, conocido por haber protagonizado El bonaerense (Pablo Trapero, 2000), recayó la responsabilidad de dar cuerpo al Monzón ya mayor, habituado a las mieles de la gloria aunque todavía incapaz de contener sus impulsos.

La miniserie, de enorme calidad técnica y estética y dirigida por Jesús Braseras (Estocolmo, Todos contra Juan, Rizhoma Hotel), es una típica biopic de 13 episodios que irradian en varias direcciones desde el momento del homicidio, ese punto de no retorno a partir del cual el admirado campeón mundial de los medianos pasó a ser la estrella sombría de una novela criminal.

El elenco de primeras figuras se completa con Celeste Cid en el rol de Susana Giménez, Carla Quevedo como la asesinada Alicia Muñiz, Diego Cremonesi como el fiscal Gustavo Parisi, a cargo del caso, Paloma Ker como Pelusa (primera esposa de Monzón) y Soledad Silveira como Alba Calatayud, madre de Alicia.

Como femicidio, el de Alicia Muñiz se parece a muchos otros: denuncias previas, promesas de cambio, peleas y reconciliación. Como historia de vida, la de Carlos Monzón también se parece a la de tantos ídolos populares: una infancia en la más absoluta pobreza, una habilidad prodigiosa para alguna actividad cautivante para el público masivo, un rápido camino a la fama y la fortuna, y demasiada juventud e inexperiencia como para lidiar con todo.