Los partidos fundacionales no son el Frente Amplio. Mucho menos el Partido Nacional. Esto viene en referencia a un artículo de Santiago Soto publicado hace dos semanas en el que se dictaminaba el “colapso del wilsonismo y el batllismo” en los principales partidos de oposición. Entendiendo muy cuestionable dicha afirmación surge este espacio para intercambiar posiciones, que, valga la aclaración, distan de una fundamentación académica.

He notado que existe una asunción en buena parte de la población, pero en particular en los nuevos votantes, de que el sistema político se comporta como el Frente Amplio. Pero lo que es más llamativo es la expectativa de que las diferencias y los liderazgos deban ser a imagen y semejanza de cómo actúa el oficialismo. No solamente eso no se cumple, sino que al contrario, el Frente Amplio cada día más se comporta en sus alineamientos y liderazgos como un partido fundacional.

El Partido Nacional, principalmente, y el Partido Colorado han tenido corrientes históricas de pensamiento, de ideas, que se han agrupado bajo candidatos presidenciables, departamentales o solamente locales. Las diferencias y los contrapesos se han dirimido en las internas para desembocar en listas al Senado, que antes tenían un proceso simultáneo con la ley de lemas, donde muchas listas con un tenor similar acumulaban para el Parlamento. Las corrientes de pensamiento, como el wilsonismo, podían estar mayormente representadas en un precandidato o una figura relevante, pero nunca exclusivamente dentro de un sector. Eso pasa en un partido de ideas, en el que la mayoría de las veces las personas son más importantes que las ideologías.

Contrariamente, el Frente Amplio siempre ha tenido sus diferencias de liderazgo “resueltas” con las listas al Parlamento previamente discutidas. Las distintas corrientes ideológicas –no de ideas– se agrupan en partidos políticos y espacios que confluyen en la coalición de gobierno, pero con el orden de las listas ya definido por diferentes procesos de militancia o votaciones de afiliados.

Desde las elecciones pasadas, pero en particular desde estas internas, este lema partidario ha empezado a dejar de tener las cosas resueltas por procesos internos y a dirimir sus diferencias en elecciones abiertas, sin afiliaciones y sin padrones partidarios. Muchas precandidaturas, muchas listas, muchos “ismos” surgidos recientemente, mucho transfuguismo entre corrientes, mucho individualismo. Desde directores de organismos haciendo campaña hasta presidentes de entes autónomos planteándose como corrientes de influencia, cuando en realidad, a fin de cuentas, terminan siendo nombres solitarios, o lo que es peor aun, intentos de caudillismo. Esto es agravado por perfilismos y peleas en prensa, incluso con declaraciones rimbombantes de sus octogenarios líderes históricos. Ya no esconden nada, ya no lavan los trapos sucios en casa. Bienvenidos a lo que los partidos fundacionales tantos años han sufrido en cuanto a esfuerzo militante y económico.

La afirmación sobre el “colapso” de corrientes de pensamiento de los partidos fundacionales es una interpretación a la que sólo se puede llegar utilizando la matriz de formación partidaria del Frente Amplio. El wilsonismo no se agota en una lista ni en una precandidatura. Está presente en varias pequeñas acciones. Esto no quiere decir que todos seamos wilsonistas. Pero esta forma de hacer y pensar política está muy lejos de colapsar; por el contrario, está muy impregnada en el quehacer cotidiano.

De la misma manera, creo que no todos aquellos que se sienten wilsonistas están dentro del Partido Nacional. Aunque –permitiéndome ser polémico– sí todos aquellos que son wilsonistas y hacen política partidaria.

Gonzalo Baroni es economista, fue presidente de la Juventud del Partido Nacional y actualmente integra la lista 903