El carácter periódico del cómic de superhéroes es, citando al maravilloso detective Adrian Monk, un don y una maldición. Desde hace décadas, los lectores saben que todos los meses tendrán una revista (o tres, o cuatro) protagonizada por Superman, Batman, Spider-Man o los X-Men. O tres revistas. Esto permite que se elaboren subtramas, se desarrollen personajes secundarios y, en definitiva, se construya una rica mitología de cada uno de los rincones ficticios que patrullan los personajes de DC Comics y Marvel.

La parte negativa está en la acumulación de aventuras, que generan esa palabra tan temida que es la continuidad. Los paladines ya se han enfrentado con cada uno de sus archienemigos varias decenas de veces, han perdido sus poderes y los han vuelto a recuperar. Sin mencionar la cantidad de ocasiones en las que han muerto y resucitado. ¿Cómo salir de esta encrucijada? DC, por ejemplo, tiene una forma muy sencilla. Cada x cantidad de años, o z cantidad de años (para no usar la letra más identificada con Marvel) hace una especie de borrón y cuenta nueva. Resetea el universo, rejuveneciendo a sus héroes y simplificando sus currículums. Claro que una cantidad de los lectores, por lo general los más veteranos, no reaccionan bien a los cambios.

Del lado de Marvel las variaciones son más sutiles, ya que excepto cambios retroactivos puntuales (Mary Jane hizo un trato con el diablo y borró su matrimonio con Spider-Man), todo lo que pasó antes sucedió. ¿Y el aburrimiento? Porque los lectores veteranos odian el cambio pero se cansan de leer siempre lo mismo. La solución más sencilla, que ambas editoriales practican, está en la llegada de nuevos equipos creativos, que le lavan la cara a Metrópolis o Gotham City, al tiempo que enganchan a nuevos/viejos lectores.

Por último, hay movidas intermedias, en las que se revitaliza a un personaje y su elenco no solamente con la llegada de un guionista y un dibujante, sino dando un volantazo a lo que el público podría esperar. En 1975, por ejemplo, Len Wein y Dave Cockrum tiraron un cóctel molotov a los X-Men, y cuando se apagó el fuego, casi todos los originales (Bestia, Ángel, Marvel Girl y Iceman) habían sido sustituidos por personajes multiculturales como Wolverine, Coloso, Nightcrawler y Tormenta. Cíclope quedó como único recuerdo de un pasado lejano.

El año pasado, los X-Men tuvieron otro volantazo importante. El guionista Jonathan Hickman (con una recomendable etapa en Los Cuatro Fantásticos, entre 2009 y 2012) recibió la llave del auto y el permiso de sacarlo a pasear por donde quisiera. Lo que vino a continuación fue una bocanada de viñetas frescas para los mutantes más famosos del mundo.

La x marca el lugar

Primero, todos los títulos protagonizados por los X-Men fueron cancelados. Esto parece más importante de lo que realmente fue, ya que en los últimos tiempos Marvel cancela sus series y las relanza hasta dos veces en un mismo año. De hecho hay quienes afirman que directamente edita miniseries sin anunciar que se trata de series limitadas, para que las ventas sean mayores.

De cualquier manera, le dejaron el terreno libre a Hickman para que escribiera una historia muy ambiciosa, intercalada entre dos miniseries de seis números cada una, que plantearon un nuevo status quo para el Profesor X, Magneto y los demás. Siempre dentro de la gran metáfora de la X-enofobia.

En House of X, el primero de los títulos, conocemos el más reciente plan de Charles Xavier para que la humanidad (los “normales”) deje en paz a aquellos poseedores del Gen X. Se trata de independizarse por completo del mundo y radicarse en Krakoa, una isla viviente. Cabe recordar que la última vez que intentaron algo similar, en la isla de Genosha, la cosa terminó con los casi 16 millones de habitantes siendo aniquilados por Centinelas.

Aquí tenemos dos diferencias fundamentales, que tienen que ver con el poder de negociación. A Krakoa se accede a través de portales, y los Homo sapiens solamente pueden entrar si son invitados, como vampiros modernos. Además, en la isla crecen flores que pueden alargar la esperanza de vida, son potentes antibióticos y curan algunas enfermedades mentales.

Con estas plantitas, los mutantes negocian con cada una de las naciones del planeta y les proponen un trato sencillo: reconocer la soberanía del territorio mutante a cambio de intercambios comerciales, que incluyen las flores de marras.

Que representantes de este colectivo odiado de manera global, incluyendo al terrorista conocido como Magneto, pretendan imponer sus términos a las naciones más poderosas es un factor desequilibrante y Hickman, junto al madrileño Pepe Larraz, nos muestra cómo cada bando tenía planes y contraplanes prontos para cuando el otro intentara pasarse de la raya.

Su hermana casi siamesa, la miniserie Power of X (siendo la X el 10 en números romanos) profundiza acerca de la relación entre sapiens y Homo superior en diferentes momentos de la historia: una década atrás, y un siglo y un milenio en el futuro.

Al mismo tiempo, profundiza en la vida de una mutante muy especial: Moira McTaggert, que tiene el poder de reencarnarse un número limitado de veces, manteniendo el conocimiento de sus vidas pasadas. Esto le permite ir, vida a vida (y muerte a muerte) estudiando la mejor manera de asegurar la supervivencia de los suyos, en planes que pueden tomarle cientos de años.

Aquí el arte está a cargo del brasileño Rubens Bernardino “RB” Silva. Tanto Silva como el mencionado Larraz tienen estilos de dibujo que se podrían definir como “clásicos”, en el sentido de que no toman grandes riesgos en la disposición de las viñetas ni en el resto de los planteos gráficos, pero atrapan al lector, al menos desde una tableta digital. No podría decirles cómo se ven en el papel.

X... ¿Y?

No hay que ser un participante de Martini pregunta en la categoría X-Men para disfrutar de estos 12 densos números, pero al menos es necesario tener ejercitados los músculos de la lectura de ficción superheroica. Y no tener miedo de darse alguna vuelta por Wikipedia para recabar información. Si pueden, háganlo en su versión en inglés, que casi siempre es más completa.

En lo personal, había leído poco de los mutantes. La era de Grant Dios Morrison, los años de Joss Whedon y John Cassaday, y poca cosa más. Sin embargo, conozco (por los dibujos, por las películas o por ñoño) a personajes como Sabertooth, Mister Sinister o Emma Frost. Con eso fue suficiente para mantener mi atención.

El tomo que recopila ambas miniseries es muy recomendable, si uno tiene esos conocimientos mínimos. Ahora sólo resta saber cómo continuará Marvel con el cuento, cuando Hickman no sea el único guionista encargado de las historias. ¿Los editores podrán mantener la firmeza y el hermetismo (en el sentido de no dejar pasar el aire) de la compleja idea de la isla viviente y las flores curativas?

Solo el tiempo lo dirá. El tiempo y las rebajas de precios de cómics digitales, porque lo cierto es que van varios meses desde que este evento terminó. Sólo que no he podido comprar los números que vinieron después.

House of X-Powers of X. De Jonathan Hickman, Pepe Larraz y RB Silva. Estados Unidos, Marvel Comics, 2019. 448 páginas.