Ya lo entendimos: nosotros somos los monstruos. Nosotros somos los muertos que caminan de la celebrada franquicia The Walking Dead. Cada vez que nos enfrentamos con un “otro”, sean civilizaciones al otro lado del océano, seres de otro planeta o criaturas mágicas, disparamos primero y preguntamos después.

No es casual que, dada la otrofobia galopante que mantenemos pese a ser una especie desarrollada, esta clase de pensamientos se trasladen a las historias que contamos. El extraterrestre puede ser un cazador de trofeos con una boca horrible o puede ser Alf, el nuevo integrante de la familia Tanner, pero tan pronto como “el gobierno” le eche el guante vendrán los experimentos y la autopsia.

A veces la metáfora es demasiado evidente. En Carnival Row, la serie de Prime Video acerca de hadas, faunos y otros bichos que terminan sirviendo a los humanos, no fue necesario mencionar la palabra refugiados para entender lo que estábamos viendo.

En October Faction, la serie de Netflix basada en las historietas de Steve Niles y Damien Worm, nos encontramos con una pareja de veteranos que dedica su vida a perseguir monstruos. Como si fueran agentes de los Hombres de Negro, Fred y Deloris Allen intentan terminar con la amenaza monstruosa sin que los “pobres mortales” se enteren de que conviven con vampiros, hechiceros y hombres (y mujeres) lobo.

Cuando conocemos a nuestros protagonistas (interpretados por JC MacKenzie y Tamara Taylor), lo que presenciamos son escenas de aniquilación casi gore. No parece haber una explicación acerca de por qué eliminar a esos diferentes con tanta celeridad. Sí, son feos y reaccionan en forma violenta, pero es que si una organización secreta con un presupuesto casi infinito dedicara su existencia a intentar borrarme de la faz de la Tierra yo también reaccionaría así.

Lo primero es la familia

Los Allen son padres de dos mellizos adolescentes, Geoff (Gabriel Darku) y Viv (Aurora Burghart), quienes desconocen las identidades secretas de sus viejos. Al comienzo de la historia, debido a la muerte de uno de los integrantes de la familia, los cuatro terminan viviendo en la antigua casona familiar, que esconde varios misterios. Si les resulta familiar es porque más o menos así comienza Locke & Key, otra ficción televisiva basada en historietas de horror. Parece que nada asusta más que enfrentarnos a nuestro pasado.

La acción seguirá a los jovencitos mientras se adaptan a su nueva secundaria, en donde se enfrentarán a abusones, pero también harán nuevas amistades, como Cathy (Anwen O’Driscoll), quien llenará ese vacío geek en nuestro corazón que quedó luego de la muerte de Barb en Stranger Things.

En el mundo adulto, mientras tanto, se irá revelando el funcionamiento de Presidio, la mentada corporación dedicada a eliminar monstruos. Con estar un poco despiertos descubriremos no solamente que (¿cuándo no?) entre sus altos mandos la corrupción prolifera, sino que los seres asquerosos y terribles que persiguen tienen sentimientos.

Este revisionismo no es nuevo; cada dos episodios de Doctor Who, uno de ellos nos enseña que “no debemos juzgar a los monstruos por su apariencia”. El restante nos enseña que “eso que aparentaba ser humano, era un monstruo”.

Pegale al arco narrativo

Si hay algo que a October Faction no le falta son cliffhangers, esas revelaciones de fin de episodio que te hacen pensar “y bueno, vemos uno más”. Entre apariciones y reapariciones, a lo largo de diez episodios se irá contando una historia más grande, que tiene que ver con una misteriosa mujer con poderes mágicos, que revolotea cada vez más cerca de la casa Allen.

Su presencia hará atar cabos del pasado de los padres de familia, del de sus hijos y del de algunos integrantes de Presidio, mientras somos testigos del accionar de grupos guerrilleros de monstruos y la tercera parte del elenco sufre heridas graves en el abdomen. Parece la carta de presentación de la serie.

El factor adolescente marcará cierto ritmo y le quitará la oscuridad que tiene el material original (Niles y Worm son creadores experimentados en el género), cambiándola por suficiente angustia existencial como para atrapar a televidentes del mismo rango etario que los mellizos Allen y que ya vieron El mundo oculto de Sabrina.