En un contexto de tanta incertidumbre, un grupo de fotógrafos latinoamericanos decidió contar los efectos de la pandemia desde una visión local. El fundador del proyecto fue el fotoperiodista argentino Sebastián Gil Miranda, quien, con énfasis en lo social, humanitario y ambiental, decidió convocar a 19 fotógrafos de Brasil (Joâo Pina, Victor Moriyama, Ana Carolina Fernándes) Uruguay (Matilde Campodónico), Argentina (Gil Miranda, Pablo Piovano), Chile (Tamara Merino), Bolivia (Sara Aliaga), Perú (Rodrigo Abd, argentino radicado en Lima), Colombia (Federico Ríos Escobar, Fabiola Ferrero, Iván Valencia, Cristiam Cubillos), Venezuela (Andrea Hernández), Costa Rica (Glorianna Ximendaz), Guatemala (Daniele Volpe), Cuba (Eliana Aponte), México (Ale Cegarra) y Ecuador (Johis Alarcón) para narrar las historias de ciudades y países de la región.

Este grupo autogestionado, llamado Covid Latam, publica sus fotografías en Instagram, donde van construyendo una narración coral que registra el transcurso cotidiano, las calles, los supermercados, las ciudades vacías, la intimidad de los hogares, los velorios improvisados, la desigualdad. Impactantes testimonios del impacto social del coronavirus desde una mirada consciente y artística.

“La página da visibilidad a muchos trabajos que quedan afuera de los medios”, dijo el fotoperiodista Rodrigo Abd (ganador de un premio Pulitzer por su cobertura de la guerra civil siria) a Página 12, y agregó que, en medio de una situación laboral compleja, el grupo se convirtió en un refugio colectivo. Para la brasileña Ana Carolina Fernándes, este proyecto se volvió un “mosaico de lo que podría ser una explosión de esta desigualdad social, humana y ambiental frente a todos nosotros”, y por eso, Covid Latam propone una reflexión profunda sobre América Latina.

Sara Aliaga, que es la fundadora del primer colectivo de fotógrafas bolivianas, le dice al diario argentino que intenta mostrar la transformación de la vida cotidiana en La Paz, mientras habla sobre cómo Bolivia enfrenta la pandemia y sobre la supervivencia de los trabajadores, sobre todos los campesinos, que “tienen más miedo a no vender su producción y a las deudas que al propio virus”.

En el texto fundacional, el colectivo admitía que esta crisis venía a decirles algo, que era una nueva alerta, pero, a su vez, confiaba en que los podía ayudar a abrir los ojos para reflexionar, para unirse y reaccionar. “Queremos ser actores y activos en este cambio”, advertían, y hoy sus fotografías lo confirman.