Ante la declaración de emergencia sanitaria, los prestadores de salud activaron rápidamente una serie de protocolos y medidas para evitar la propagación del nuevo coronavirus. En concreto, la Dirección de Salud Mental de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) adaptó su plan de contingencia para evitar los contagios en sus unidades ejecutoras, entre ellas, el Hospital Vilardebó y el Centro de Rehabilitación Médico Ocupacional y Sicosocial (Ceremos, ex colonias).

Este lunes se confirmó un caso de un paciente con coronavirus en el hospital: un hombre que había ingresado hacía diez días con un cuadro psiquiátrico y que comenzó a manifestar síntomas el sábado de noche. La directora de Salud Mental de ASSE, Magdalena García, explicó a la diaria que al ingresar el paciente pasó el triage -un equipo médico en la puerta de entrada que analiza la situación de los pacientes- sin síntomas. Estaba en situación de calle, desnutrido y con defensas bajas.

Una vez que comenzó a desarrollar la sintomatología -tuvo fiebre y tos con mucosidad-, un médico lo revisó y solicitó el traslado en ambulancia al Saint Bois, donde le hicieron una placa de tórax porque presentaba síntomas de neumonía. “Tenía neumonía y fue a una puerta de emergencia de la red de salud que tenía disponibilidad de recibirlo; podía haber ido también al Pasteur o al Maciel. Solamente los casos confirmados [de covid-19] van al Hospital Español; de hecho, allí van los pacientes que requieren cuidados moderados a severos. Este paciente va a volver al Hospital Vilardebó, a la sala de aislamiento”, explicó García. Actualmente, se encuentra en cuidados leves en el Hospital Español y se le está brindando asistencia médica y psiquiátrica.

El Vilardebó continúa implementando el plan de contingencia que proyectó hace dos semanas: hay una sala de aislamiento acondicionada con mamparas para aislar a las personas con síntomas respiratorios. Si alguno de los ingresados presenta síntomas, serán trasladados a esa habitación. Luego, una vez que se confirma que el paciente tiene coronavirus y si requiere internación, se lo traslada al Hospital Español.

García explicó que se capacitó a enfermeros del Vilardebó y de las ex colonias para hacer los hisopados y enviar las muestras al Institut Pasteur. También la región sur de ASSE -que se encarga de todos los hospitales y policlínicas de la zona- se ofreció a hacer hisopados dentro del Vilardebó para luego enviar al Institut Pasteur. El domingo se hicieron 20 test y este lunes se realizaron más de 150 a los pacientes y a los funcionarios que estuvieron en contacto con él.

ASSE atiende a 1.350.000 personas, recalcó García. De ese total, nueve tuvieron coronavirus, dos están de alta, seis en tratamiento y una falleció. Tras el caso detectado en el Vilardebó, le emergencia en el hospital recibe a pacientes pero los deriva a lugares con internación, como el Maciel o el Pasteur, que tienen salas de psiquiatría, o a hospitales en el interior del país. Esto continuará hasta tener los resultados de los pacientes que fueron testeados este lunes. “El Vilardebó sigue funcionando, en estos casos se busca derivar a la red de salud mental de los hospitales generales que tienen sala psiquiátrica”, explicó.

Las otras medidas del plan

Los trabajadores hacen las guardias al igual que siempre, explicó García: hay un médico y dos enfermeros por sala. A los pacientes que residen por un largo período en el hospital se los reorganizó en una sala conjunta y se acondicionaron otras dos salas para ingreso: una para varones y otra para mujeres.

Una de las primeras medidas adoptadas por el hospital fue suspender las visitas de familiares. Al momento, se están incorporando teléfonos en todas las salas para que los pacientes puedan estar en contacto con sus familiares. El centro diurno cerró. En épocas normales, el centro recibe a unos 20 usuarios –personas que están internadas y aquellas que fueron dadas de alta- y llevan a cabo actividades de rehabilitación: talleres de cocina, carpintería, entre otros.

En Ceremos el plan de contingencia que se aplicó es muy similar. “Se habló con el grupo de familiares, que es muy escaso con respecto a la cantidad de personas que viven allí, pero está organizado, para que colaboraran en difundir que por lo menos en esta primera quincena, y de acuerdo a las pautas nacionales, se suspendían las visitas por protección a las personas que viven allí”, explicó García.

También se trabajó en medidas de prevención: los enfermeros y enfermeras pasaron pabellón por pabellón a explicar cómo era el correcto lavado de manos, las distancias a guardar y el contacto con los otros. En Ceremos hay un servicio de urgencia que es abierto a la comunidad; a pesar de que existe un centro de salud en Santa Lucía, los vecinos de la zona prefieren atenderse ahí. Allí también se suspendieron las consultas programadas.

El foco de la rehabilitación

La rutina de los pacientes de larga estadía cambió. Las salidas al patio, el mate compartido, los talleres y el contacto con las personas de “afuera” se suspendieron indefinidamente. El encierro se recrudece, advierte la psicóloga Cecilia Baroni, del colectivo Radio Vilardevoz.

Las actividades colectivas pasan a ser un peligro sanitario, y el proceso de desmanicomialización -que empezó con la aprobación de la Ley de Salud Mental- queda en pausa, así como la idea de ir hacia la comunidad y de “promover actividades que tengan que ver con sanarnos todos juntos, [que] están prohibidas”, explicó Baroni.

El aislamiento repercute en el proceso de rehabilitación de la persona. “En situaciones de crisis subjetiva -me gusta hablar en esos términos y no de enfermedad mental, porque a veces uno puede tener una crisis y salir de ella-, la persona la expresa de diferentes maneras. Lo que sucede en estas situaciones es que hay toda una cuestión de acompañar los procesos, que si se corta, la crisis subjetiva empeora. ¿Qué quiere decir eso? Que se alargue en el tiempo y que la persona sufra más”.

García, en tanto, explica que la idea es continuar con la recuperación y el pasaje hacia el modelo comunitario. El problema es que se trata de una cuestión de emergencia. Para que no se contagien, para que sobrevivan a esto, es necesario que se laven las manos, que no tomen mate con otros ni se toquen. Se prioriza la vida”, recalcó.

Para Baroni, la situación desafía a implementar medidas creativas. A modo de ejemplo, destacó que en la zona oeste, muchos equipos de psicólogos están manteniendo el contacto online con los pacientes: “Hay que buscar formas creativas y cuidadosas de seguir la vida, porque si no, nos va a ganar el miedo a la muerte y al contagio”, expresó.

En esta línea, Baroni considera que se dé luz verde al personal para que habilite estos recursos y espacios, porque si no pasan a ser espacios clandestinos. “Hay mucha gente haciendo esfuerzos brutales para que prime lo humano, a eso le llamamos derechos humanos; que sepamos que el otro en esa situación, y sobre todo la gente que está internada, está más vulnerable que el trabajador y la sociedad misma”, explica.

El modelo para combatir el virus es totalmente sanitarista, dice Baroni. Esto implica que la concepción de salud integral -que también tiene en cuenta los aspectos psicológicos, psicomotrices y vinculares de la personas- queda a un lado. “Lo que está primando es que no nos contagiemos, y para eso entonces tenemos que estar aislados”, agrega.

A diferencia de la reacción más inmediata, Baroni sostiene que no hay que vaciar estas instituciones de funcionarios, sino sumar a mucha más gente para continuar abordando la situación. Existen alternativas, agrega, como llamar a voluntarios o contratar talleristas. Para Baroni, una medida podría ser llamar a personas preparadas para abordar la salud mental, por ejemplo, estudiantes de la Facultad de Psicología, que puedan hacer sus prácticas. “Hay pasantías y se podrían rediseñar perfectamente para ayudar en este momento, pero lo que pasa es que nos está ganando un modelo totalmente sanitarista”, comentó.