No había disponibilidad de semillas nativas cuando Jeanine Beare presentó el proyecto Psamófila a la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) a fines de 2017. Esta veterinaria nacida en Montevideo, que eligió Maldonado como su zona de influencia desde hace tres décadas, venía de un trabajo de años en Indígena, una reserva de flora y fauna de Bella Vista, cuando tomó contacto no sólo con el vivero de plantas nativas que allí funciona, sino con distintos cursos de capacitación en educación ambiental. Entre ellos, la marcó un taller con la paisajista Amalia Robredo, que trabajaba con un grupo preocupado por la vegetación costera. “A partir de ahí me interesé en las flores silvestres y empezamos a producirlas en el vivero de la reserva. Fue muy exitosa la investigación, pero me di cuenta de que la gente no las conocía”, cuenta. Cuando la ANII validó su idea de negocio, durante seis meses se abocó al desarrollo de plantines y paquetes con semillas, para ese entonces desde su propio terreno, ubicado en Pinares, y paulatinamente fue convirtiendo el emprendimiento en un asunto familiar, junto con su madre, que es paisajista, su esposo y hasta su hija, que vive en Alemania y la ayuda con la comunicación de la marca.

En ese momento produjo diez tipos de sobres de semillas, de diez especies diferentes, y un undécimo, al que llamó “el sobre universal”, donde puso otras 30 o 40 especies que cosecha. Todos cuestan lo mismo, 120 pesos, y la variabilidad radica en la cantidad de semillas que contienen, de acuerdo a la dificultad para obtenerlas o si es una especie que figura en una lista prioritaria de conservación.

Para Beare el primer paso es que tanto la gente como los municipios conozcan esta flora para que empiecen a valorarla e incorporarla a sus jardines, espacios y techos verdes, pastizales coloridos. Todas son propias de esta región, explica: “Algunas se repiten en Argentina, en Brasil y en Chile, y nos dan identidad. Algunas fueron llevadas a Europa y hechas híbridas, después nos las vuelven a vender pero ya no son nuestra flor nativa. Por ejemplo, la Verbena bonariensis o la Petunia axillaris, especies que se usan en paisajismo en todo el mundo, y acá ni siquiera sabemos que son nuestras”.

El año pasado obtuvo un capital semilla de la Agencia Nacional de Desarrollo (Ande) y el apoyo del Ithaka, centro de emprendimientos e innovación de la Universidad Católica, con lo cual encaminó una segunda etapa de Psamófila, que consiste en el desarrollo de canteros de flores silvestres donde poder investigar el comportamiento de estas plantas durante todo el año y cosechar organizadamente.

Cuando lo hacía al borde de las rutas, veía con frustración cómo las plantas a punto de semillar eran arrasadas por las máquinas, lo mismo que en algunos baldíos del departamento, que en ciertas épocas se llenaban de flores, y fueron eliminadas cuando se levantaron nuevos barrios.

Ahora el proyecto de los canteros se está construyendo en el Polo Educativo Tecnológico Arrayanes, de la Universidad del Trabajo: calcula que van a estar listos en setiembre. De manera que este año está dedicada a esos 110 metros cuadrados que van a tener 26 especies de flores nativas. Por lo tanto, la producción 2020, superior a los 3.500 plantines, será enteramente volcada allí. “Podría haberlo hecho en la chacra de mi madre, en el balneario Solís, que está llena de palmeras, pero me interesaba la parte educativa, que puedan participar los docentes y los estudiantes, que están formándose como guardaparques, guías o en la gestión de áreas protegidas”.

Lo que continúa vendiendo son semillas de florales herbáceas, arbustos, árboles, trepadoras, frutales y gramíneas. La Petunia axillaris es la que más satisfacciones da para empezar a cultivar, indica Beare: germina muy bien y da flores ese mismo año, entre setiembre y mayo. Además es perfumada y se mantiene abierta de noche. Si bien es propia del matorral psamófilo, es decir, costero, incluso en maceteros o en techos verdes prospera.

Psamófila significa “amiga de la arena”, pero el sustrato hace variar el tamaño de planta. Por ejemplo, la Monnina cuneata, que parece una lavanda nativa, en la playa tiene 30 centímetros y en un cantero con tierra y protegida se va hasta un metro de altura.

Beare aconseja estas nativas no sólo por cuestiones estéticas o de aroma, sino porque colaboran con otros cultivos en espacios reducidos: “Yo le incorporo mis flores a mi huerta orgánica porque ayudan a la polinización, por ejemplo, de los tomates”.

Para comprar o consultar sobre semillas: [email protected], 099652559, @psamofila en Facebook e Instagram o en www.psamofila.com. Hacen envíos a todo el país. En Montevideo se consiguen las diez especies principales en la botica de Casa Verde y en Estudio Floresta.