Está claro que el Maradona en materia de libertadores y próceres en América del Sur es Simón Bolívar. Le correspondería ese título al militar y político que fundó las repúblicas de la Gran Colombia y Bolivia por un lado, y que fue actor decisivo para que se liberaran de una vez del Imperio español naciones como Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú y Panamá.

Por lo tanto, seguramente este caballero goce de abundantes estatuas aquí y allá. Y no crean que semejante figura no cuenta con una mascota a la altura de su trayectoria. Su perro fue homenajeado en la localidad venezolana de Moconoque. Hecho de piedra y mármol, a unos 48 kilómetros de la ciudad de Mérida, frente a una carretera trasandina próxima a la hacienda de don Vicente Pino (quien, según la historia, fue el primer dueño del animal), emerge un monumento de metro y medio que conmemora en tamaño natural al perro Nevado en el momento en que se lo entregan a Bolívar. Ocurrió en junio de 1813: el niño Juan José Pino, a pedido de su padre, don Vicente, le dio el animal, y allí mismo el indio Tinjacá fue nombrado su edecán. Además, Nevado, cuya raza corresponde al mucuchíes, es el perro nacional de Venezuela desde 1964, y su monumento fue declarado en 2006 de interés cultural de la nación.

Pero el monumento no existe por el simple hecho de que haya sido la mascota del crac libertador. Parece que este perro, digno pichicho del general, peleó en el campo de batalla por la causa libertaria.

Fue tras el paso de Bolívar por la zona andina, en el marco de la campaña Admirable, hacia 1813, que don Pino logró acceder a Bolívar y le obsequió el pequeño cachorro mucuchíes. La raza se había originado del cruce de perros europeos como el mastín de los pirineos, los españoles, el pastor de atlas y el gran pirineo. Tras su participación en esa campaña –que, dicho sea de paso, logró liberar la parte occidental del territorio, dando origen a la conformación de la Segunda República de Venezuela– aquel perro, al igual que los demás integrantes del batallón libertario, fue recibido en Caracas como un héroe. Además de ser una leal mascota, parece que se la daba lindo contra las filas enemigas.

Si a esta cualidad bélica le sumamos el aparente gusto de don Simón por las mascotas, era lógico que naciera entre ambos un gran apego, igual que cualquier hijo de vecino lo tiene con su perro. Esa conexión fue detectada por sus enemigos y usada en su contra. Así es que Nevado fue prisionero de guerra tras ser atrapado por el ejército realista comandado por José Tomás Boves. Sin embargo, pasados algunos meses en cautiverio, logró escapar y volver a manos de Bolívar.

Como vimos, la mascota no sólo era custodiada por el general, sino que contaba con una escolta propia. Apodado “el edecán del perro”, el indio Tinjacá era el encargado de velar por la salud y los cuidados de tan venerada mascota. Tanto así que este muchacho murió mientras intentaba rescatar al perro mártir, porque también murió, finalmente, en el frente.

Fue el 24 de junio, en la batalla de Carabobo, ocho años después de haber sido prisionero de guerra, que el famoso perro Nevado fue atravesado por una lanza del Imperio español. Según cuentan, el libertador lo despidió con “una lágrima de pesar profundo” y poco más se supo de la mascota.

Para honrarla, en 1961 se fundó el club social para la preservación de esa raza, para la cual se estandarizaron las características fenotípicas y prácticas apropiadas a su cría. Nevado representa la nobleza y la amistad incondicional de los perros de Venezuela y el mundo, y el aprecio que le tienen queda patente en las numerosas ONG dedicadas a la protección de estos animales domésticos, tengan o no charretera.