Estamos en algún momento entre fines de los 60 y principios de los 70. Alberto García integra una organización clandestina y, como toca la guitarra, le ordenan infiltrarse en una banda beatle que lidera el hijo de un ministro y empresario, es decir, de un típico integrante del gabinete pachequista. Seducido por el rock, Alberto decide unirse en serio al grupo de Mariano.

La historia se convierte, durante algunos capítulos, en la de un grupo musical en ascenso, tipo la película That Thing You Do pero protagonizada por uruguayos en Buenos Aires. Tele, giras, chicas, mánager jodedor: la aventura de Los Shepards transcurre rápido y atraviesa todos los ítems del imaginario rockero ingenuo, hasta que llegan los capítulos en que retornan a Uruguay y se renuevan las vueltas de tuerca, en una novela que no se las ahorra.

“La idea surgió hace tiempo, jugando con un personaje que saliera airoso de un momento convulsionado, casi un ‘¿qué pasaría si...?’ al estilo de Donald Westlake y su inefable ladronzuelo Dortmunder. Luego, eso mutó a otra cosa. Recuerdo que me topé con una entrevista en televisión a Hugo Fattoruso, en la que reconocía sentir vergüenza por su etapa seudobeatlesca y ‘evadida’, en oposición a los cantantes de protesta, supuestamente más comprometidos con la realidad de aquella época. Me llamó mucho la atención esa declaración y decidí explorar los vericuetos de un músico ficticio en los 60, con sus deseos, sus conflictos y contradicciones”, dice Valentín Trujillo, el autor de Revolución en sepia (Penguin Random House, $ 550).

Para preparar la novela, Trujillo entrevistó a Fattoruso y a Mauricio Rosencof, aunque “difícilmente podría llamarlos ‘asesores’; me suena a coaching político o a spin doctor de campaña, y nada más alejado de eso”, puntualiza. “Como periodista y escritor, utilicé esos reportajes como fuente y sus testimonios inspiraron varios pasajes, la mayoría en clave o con los roles alterados en género, una táctica inspirada en Stephen King. Además un detalle: en la novela nunca se nombra la palabra ‘tupamaro’. El movimiento guerrillero que aparece, dirigido por mujeres, es una mezcla de varios de los muchos grupos de entonces, no sólo en los tupamaros”.

En 2017 Trujillo editó el estudio Real de Azúa: una biografía intelectual, y algo de esa investigación se ve en esta nueva novela: “Me llevó a unos apuntes en sus papeles personales, en los que describió muy bien el espíritu y las ansias de espectacularidad semiótica de la guerrilla, cercanas al pop, que me ayudó a construir algunas situaciones”, dice el escritor.

La preparación no se agotó allí: “Me llevó cierto tiempo el trabajo de campo, entre lecturas, entrevistas y visionado en internet de películas de época. En ese sentido, la investigación también tiene una ‘pata youtubera’. Las filmaciones de los 60 y 70, los tonos, las situaciones, los diálogos, el ambiente y hasta la formas de encuadre, movimiento de cámara y montaje fueron una buena materia prima y están presentes en la narración. Es mi obra más pop, pero en ese tono antiguo del sepia y el blanco y negro”.

En un pasaje, los personajes discuten su condición de “copias de una copia”, porque cantan en inglés, como los Beatles, y hacen playback para la televisión. ¿Cuánto de los Shakers hay ahí? “Hay bastante, a modo de homenaje (es una de mis bandas favoritas del período). Pero también están Los Mockers, Los Delfines y, por supuesto, los Beatles, que supieron hacer playback y tocar para no ser escuchados, por lo que se plantearon incluso seguir tocando en vivo. Entendieron que eran parte de un sistema entre estúpido y kafkiano, se supieron marionetas A Los Shepards les pasa lo mismo, una especie de anagnórisis ‘en vivo’. Pero creo que en el fondo lo que flota son reflexiones sobre la creatividad artística, la influencia, la originalidad, entre otras, y en último caso sobre la identidad, sobre quiénes somos los uruguayos, un tema que me obsesiona... y ahí también aparece Real”.

En ese mismo pasaje, el narrador interviene y opina que en esa época todo era una copia, no sólo en la música pop, sino también en la política, y pone como ejemplo la proliferación de movimientos revolucionarios en distintas partes del mundo. Sobre este asunto, Trujillo comenta que “desde el punto de vista del desdoble literario, la ‘voz’ del autor está en todos lados, en cada personaje, en cada coma, en cada sílaba. Ahora, si vamos a lo meramente estructural, esa es la voz del narrador, que está despegada de la persona del autor. Esa es una voz construida, inventada por mí, claro, pero con sus reglas y su perfil propio. A la vez, y superpuestos, cada elemento es un medio de expresión del autor, y compone el armazón y desemboca en el todo de la novela: narrador, personajes, contextos, descripciones, diálogos tienen su interdependencia porque surgen de la misma mano”.

Además del juego con el thriller político, en la novela hay otras subtramas, como la de los dobles creativos que se atraen, incluso homoeróticamente, y se repelen. Mariano y Alberto, guitarristas y cantantes, llevan el mismo apellido pero no son parientes. “A lo largo de toda esa época la música tuvo pares brillantes, monedas de dos caras que se complementaban de forma maravillosa, cayera del lado que cayera: de Lennon y McCartney a los hermanos Fattoruso, o Jagger y Richards, y tantos otros. En la novela, los García juegan como polos que al principio se atraen y luego entran en tensión, pero, más allá de la distancia concreta, de ese trabajo juntos sale la magia. Y sin dudas la composición artística y la cercanía fácilmente pueden derivar en una mezcla de atracción física, admiración o directamente amor”, dice Trujillo.

La vinculación entre historia reciente y cultura pop puede asociar la novela de Trujillo a Las arañas de Marte, de Gustavo Espinosa. “Creo que hacen falta, si es que esa idea es válida en literatura, más narraciones ambientadas en ese período al que extrañamente se denomina ‘historia reciente’ (pasaron más de 50 años). Ignoro el motivo por el que se ha revisitado tan poco ese momento, tan rico potencialmente en argumentos atractivos, para diversos géneros. Espinosa mostró una veta por ahí, y la envolvió de esa universalidad pueblerina tan típica de su pluma”, opina Trujillo.

La anterior novela de Trujillo, ¡Cómanse la ropa!, también estaba ambientada en otro período histórico, aunque bastante anterior: el de las guerras de la independencia. “Me interesa la novela histórica, por supuesto, un género, al igual que la épica, tan olvidado en Uruguay. Hicimos tanto culto de lo chiquito y lo grisáceo, de los miserable, que parece que nos costara pensar en grande, en planos generales, en héroes ambiciosos y desmedidos. En la historia está casi todo. Al mismo tiempo, creo que, salvo excepciones, mi generación desprecia un poco la historia nacional y regional. Se babean con Game of Thrones, pero no se dan cuenta de que buceando libros y archivos de siglos anteriores acá nomás pasaron cosas dignas de series muchísimo mejores. Ahora estoy leyendo Intemperie, de Eliseo Salvador Porta, una recreación del éxodo oriental, que sería tremendo guion. De todos modos, intenté que ¡Cómanse la ropa! fuera una novela con un trasfondo conceptual diferente, quizás más filosófico. Revolución en sepia, por su parte, interpela el presente desde un mirada más irónica, más cercana a la comedia”.