Franz Schubert dejó la pluma después de haber puesto sobre el papel pautado unas pocas barras de compás del segundo movimiento. Decidió no seguir adelante. Era diciembre de 1820. Eso es mucho tiempo atrás. Tanto que en el otro extremo del mapa José Artigas estaba en el comienzo de otro enigma: su exilio en Paraguay. Pero a la vez es nada, o será nada mañana, martes 16 de agosto, a las siete y media de la tarde, cuando se escuche en la Sala Verdi lo que sí escribió Schubert antes de detener su impulso y que hoy se conoce como “Quartettsatz en re menor”.

No se sabe por qué Schubert mantuvo inconcluso ese cuarteto de cuerdas, lo cierto es que así quedó, como una obra que terminó siendo lo que ahora es: un movimiento de nueve minutos que retiene el ímpetu de la madurez de uno de los grandes músicos del Romanticismo.

Su ejecución será el comienzo del tercer programa del Cuarteto Tosar, una formación de música de cámara surgida en Montevideo a finales del año pasado. Sus integrantes escogieron el nombre por el compositor y pedagogo Héctor Tosar, para seguir con esa tradición de los conjuntos bonsái de bautizarse en homenaje a un músico de relevancia de su país de origen. No podrían haber elegido mejor. Nacido en Montevideo en 1923, pocos compositores tan enraizados y a la vez rupturistas como él. Su trayectoria puede sumar hitos “de prestigio”, como la obtención en dos oportunidades de la beca de la fundación Guggenheim y el doctorado honoris causa de la Universidad de la República, pero mejor decir que fue un artista que pensó hasta la médula el sentido profundo de la música. No de una forma hamletiana e inmovilizadora, sino intentando hacerla avanzar como investigador (se lo considera uno de los creadores de la teoría de los grupos de sonido) y multiplicador (desde la docencia, en la Escuela Universitaria de Música, y desde la inspiración, en los Cursos Latinoamericanos de Música Contemporánea). Un INRI que le valió, por ejemplo, ser destituido por la dictadura militar en 1974, oportunidad en la que llevó su magisterio a Puerto Rico.

El martes, Tosar no estará apenas en las letras que componen el nombre del conjunto: también se interpretará su obra “Reflejos IV” (1973), en un programa que cierra con el “Cuarteto N.o 2 en re mayor” (1881), del ruso Aleksandr Borodín.

El Cuarteto Tosar volverá a estar en escena el 18 de octubre y el 6 de diciembre, siempre en la Sala Verdi. En el último de esos recitales se producirá el estreno mundial del “Cuarteto número 2” del joven compositor uruguayo Felipe Ortiz.

Aunque novel como grupo, el Cuarteto Tosar tiene un largo recorrido en cuanto a la experiencia de sus integrantes. Tal es el caso de su primer violín, Daniel Lasca, que fuera concertino de la Filarmónica de Montevideo y de la Sinfónica del Sodre, en el marco de una carrera de excelencia en varios países, comenzando por su formación en el prestigioso conservatorio Tchaikovsky de Moscú. El segundo violín, Juan Cannavó, fue quien sucedió a Lasca como concertino de la Filarmónica montevideana y es director artístico del Conjunto Nacional de Cámara del Sodre. Milton Gallo, violista del grupo, fue uno de los ganadores del “Concurso para solistas 2014” de la Orquesta Juvenil del Sodre, lo que le abrió camino en los atriles sinfónicos. El violonchelo está a cargo de Karina Núñez, quien tras su experiencia europea estuvo diez años tocando en Panamá para luego regresar a Uruguay en 2021.

Martes 16 de agosto a las 19.30. Sala Verdi (Soriano 914). Localidades. $ 300. 2 x 1 Comunidad la diaria.