“El último capitalista que ahorcaremos será el que nos venda la soga.” Esta frase, generalmente atribuida a Lenin, quizás captura como ninguna otra la relación contradictoria que a veces se plantea entre la izquierda y el capital. Esa visión, que a veces se lleva hasta el extremo, no deja margen a matices y limita las posibilidades de desentrañar en profundidad los vínculos que pueden existir entre ambos mundos. Es ahí, en esa intersección, que habita nuestro entrevistado Ángel Urraburu.

En su juventud fue militante del Partido Demócrata Cristiano (PDC), militante estudiantil y fue detenido en la dictadura. Actualmente es el presidente de la Bolsa de Valores y dirige Urraburu e Hijos, uno de los corredores de bolsa más importantes del país.

¿Cuál es el rol del presidente de la Bolsa de Valores en Uruguay?

Lo central, más que el rol del presidente, es el rol que tiene la Bolsa de Valores. El presidente solamente debe contribuir a que ese rol se cumpla, pero lo clave está en la Bolsa, para qué sirve y qué significa. La Bolsa de Valores de Uruguay tiene 155 años, es la más antigua de América Latina. No muchas instituciones son de 1850. El problema es que, siendo la más antigua, es de las menos desarrolladas.

¿Cómo se mide el grado de desarrollo de una Bolsa de Valores? ¿Por el monto de operaciones?

Exacto, por monto de operaciones, por la cantidad de empresas que cotizan en bolsa, sean acciones o título de deuda. En Uruguay, luego de una época en la que había varias empresas que cotizaban en bolsa y que no eran pocas, vino un deterioro importante. Estoy hablando de empresas que cotizan, que ahora son cuatro.

Y estoy hablando de acciones, no de títulos de deuda, que es otra cosa. Con acciones cotizan sólo cuatro ahora mismo. El shopping de Tres Cruces, que se llama Gralado S.A, el Frigorífico Modelo, que dentro de pocos años cumple un siglo cotizando, ISUSA y Areaflin, que es el Parque Eólico Valentines. Uno de los parques eólicos cotiza con acciones y los otros dos con fideicomiso.

¿Y cuál es el monto de operaciones de esas empresas?

No es mucho. Por ejemplo, ISUSA cotiza con suerte una vez al año. Lamentablemente es así, pero no es sólo por la bolsa. Son empresas que tienen sus capitales accionarios más concentrados y en manos de gente que lo tiene y no lo vende, no es el minoreo.

Cuando la empresa está muy repartida, por decirlo de alguna manera, es cuando hay más operaciones. Ese es el caso de Valentines, por ejemplo, que está mucho más repartida entre una mayor cantidad de gente. Acá no importan los montos. Entonces, si se opera tres, cuatro, cinco veces por mes es porque hay gente que a veces opera 10.000 dólares, 5.000 dólares, o 7.000 dólares. En contraste, las otras están más concentradas y operan esporádicamente. En definitiva, las empresas que cotizan sus acciones en este momento son sólo cuatro. Las empresas que cotizan deuda son un poco más, pero tampoco muchas más.

Igualmente, para mí la Bolsa es la cantidad de acciones y la cantidad de títulos de deuda que cotizan, pero también la cantidad de corredores que hay. Hace un poco más de diez años había 74 corredores y hoy hay solamente 26. Yo nací en la Bolsa, me desarrollé en la Bolsa y me encanta la Bolsa. Mi padre era corredor desde el año 1975 y entré a ayudarlo. En aquel entonces los puestos en la Bolsa se heredaban. Finalmente, allá por 1985 terminé siendo corredor y en eso sigo desde entonces.

Lástima que la Bolsa con la que yo me crie es una Bolsa distinta, era la Bolsa de rueda física, la Bolsa en la que varias empresas del Uruguay cotizaban sus acciones: Montevideo Refrescos, FUNSA, Frigorífico Modelo, Cristalería del Uruguay. Algunas empresas ya no existen, pero Fábrica Nacional de Cervezas cotizaba sus acciones en la bolsa. Te das cuenta de que se ha ido reduciendo y es bastante absurdo. En aquel momento, cuando iba a cobrar los dividendos de FUNSA, me encontraba con muchos trabajadores esperando también en la cola con el overol de FUNSA. Me parece que eso genera una relación muy interesante entre el capital y el trabajo.

¿Su primera presidencia fue en 2005?

Sí. Estuve como presidente desde 2005 hasta 2011 y ahora estoy de vuelta. Incluso están juntando firmas para que me vuelva a postular en las elecciones de abril de 2023, pero yo no quiero, al menos no por ahora. Pepe (Mujica) me decía: “Sos el único presidente vitalicio que conozco”. Y me lo decía fascinado, porque nos entendíamos bien.

No estará muy contento de que no se postule, entonces.

No –risas–. Me imagino que no.

Entiendo que de joven militó en el PDC.

Sí. En aquel momento era frentista y todo el mundo lo sabía. Milité en el PDC y lamentablemente en otros lugares que me llevaron a que en la década del 70 me tuviera que ir de vacaciones –risas–. Si hubiera estado solo en el PDC, capaz que no tenía que irme.

¿Qué significó el período de la dictadura para usted?

Todo. Esa fue mi vida, como la de tantos otros. Es lógico, era una época en la que la política te corría por las venas y no lo podías evitar. Yo era muy joven en aquel momento, y entré en la facultad casi que con la dictadura, con una huelga de la educación que duró casi un año. Después de eso fue que me fui de vacaciones.

¿Facultad de Ciencias Económicas?

Exactamente. Mi militancia fue ahí, fue una militancia gremial. Para mí eso era todo. Después, de a poco, eso fue cambiando, porque uno va haciendo otras cosas en la vida. Me costó mucho rehacerme de lo que pasó, me suspendieron como estudiante por diez años y no me pude recibir. Después de eso fue que me metí en la Bolsa.

En su primer período como presidente de la Bolsa se creó la Comisión de Promoción del Mercado de Valores. ¿Qué era lo que buscaban con eso?

Nosotros buscábamos un modelo de Comisión Nacional de Valores (CNV), como los que hay en todos los países. Eso fue lo que le planteó la Bolsa en 2008 al Ministerio de Economía como objetivo central, cuando nos enteramos que estaban armando una ley de mercado de valores. Para nosotros, la función principal de esa comisión era promover más que controlar, porque el mercado no existía. No estamos en contra de los controles, pero a veces va en contra de la promoción.

¿Eso no sería, o debería ser, competencia del Banco Central?

Qué pregunta... mirá que es buena, ¿eh? A ver, la realidad es que sí. El Banco Central tiene la misión de controlar y para eso tiene diferentes áreas, relacionadas con las AFAP, los seguros y el mercado de valores. Y la realidad es que el control lo hace, lo que pasa es que si vos agarrás algo que está muerto, que no tiene movimiento, y le metés más controles, es imposible.

Una exjerarca del BCU, que no voy a nombrar, me dijo una vez que “el control es la mejor promoción”. Pero la realidad es que si solo controlás y no promocionás, es una traba. Así terminamos donde estamos hoy, con sólo cuatro empresas que cotizan en bolsa.

¿La Comisión de Promoción del Mercado de Valores surgió porque políticamente no se pudo llegar a esa CNV?

Exacto. El Banco Central se puso en contra en ese momento y Fernando (Lorenzo, jerarca del Ministerio de Economía en ese momento) me llamó para decirme que empujó para que saliera, pero que no podía tener un problema institucional por este tema. “Te puedo dar esto”, me dijo, en referencia a la Comisión de Promoción del Mercado de Valores.

Y usted agarró.

¡Sí! ¡Con las dos manos! Uruguay es así. Siempre se llega hasta la mitad y hay que remar en dulce de leche.

¿Y cómo evalúa la actuación de la Comisión?

Y... antes del cambio de gobierno, la Comisión se reunió tres veces en los diez u ocho años que transcurrieron. El Ministerio de Economía no le dio pelota nunca a esto. Ahora, por primera vez, se designó a un presidente de la Comisión (Alberto Estrada), pero no sé en qué están. Yo mando a un delegado −la Bolsa está representada siempre porque debe estarlo−, pero no ha habido avances.

Es la segunda o tercera vez que su celular se ilumina con un mensaje. Lo miró de reojo la primera vez y más directamente la segunda, pero a la tercera se excusó cortésmente: “Esperame un minuto, que eso es lo que tiene este negocio. Te vienen con una operación media grande y cagaste, loco”. Unos minutos fueron suficientes para comprar una cantidad importante de bonos de Ecopetrol, la principal compañía petrolera de Colombia. Realiza la operación, seguimos hablando.

¿Qué opina de la actitud de este gobierno hacia el mercado de valores, más allá de la Comisión?

Hay algunos elementos. Por ejemplo, está el artículo 285 de la LUC, que fue uno de los que el Frente impugnó. Sin embargo, desde que se aprobó nunca hubo un movimiento a favor de llevarlo a la práctica.1 Por eso creo que, para usar la expresión que repetía el gran Gabriel Oddone cuando fue asesor mío en la Bolsa, “es un saludo a la bandera”. Sigue faltando decisión política.

¿Ese inmovilismo lo achaca fundamentalmente a la falta de decisión política, entonces?

Sí, por supuesto. Es lo mismo que pasa con todo el tema del mercado de valores. No existe la decisión política de que este tema sea un tema a abordar, a analizar y a promover. Existió, por ejemplo, cuando Casaravilla decidió que los tres parques eólicos iban a cotizar en bolsa. Eso fue una decisión política de Casaravilla y del directorio de UTE en aquel momento. A mí me tocó presidir una junta de accionistas de Valentines,2 donde se presentaron 500 personas y los mataron a preguntas (al directorio). Fue genial. Eso es sano. ¿Sabés qué más? Que permitió que las personas compraran acciones por Redpagos. ¡Redpagos! El resultado fue que más de 10.000 personas compraron acciones en un país chico como el Uruguay. Todas las empresas que son de derecho privado y propiedad pública aprueban los balances entre tres personas. ¿Qué pasaría, más allá de lo económico, si la gente se hiciera dueña de esas empresas y exigiera transparencia?

Una empresa de la que siempre hablo es Ecopetrol. Ecopetrol es una empresa pública que tiene 10% de sus acciones cotizando en bolsa, pero no deja de ser una empresa pública, por lo que nadie puede decir que se está privatizando ni nada por el estilo. Hicieron una emisión en la bolsa y le permitieron a cualquier colombiano comprar. Y, para evitar que alguien se haga de posiciones mayoritarias, pusieron un tope de 500 dólares por persona. ¿Cuál fue el resultado? Que los colombianos ahora están más vinculados con su petrolera nacional, que la empresa se capitalizó y que ahora hay más de 280.000 socios que controlan y se interesan por lo que hace. Eso se debería hacer en Uruguay.

Este es el tipo de cosas que deberían aplicarse con el artículo 285 y para todas las empresas del país. Y que la diaria, por poner un ejemplo, pueda emitir públicamente sin que eso le signifique un costo enorme o complicaciones importantes. Eso debería convertirse en un régimen mucho más común y utilizable.

Entiendo que lo considera más un tema de gobernanza de esas empresas que un asunto meramente financiero, entonces.

Sí, exactamente. Eso es lo más importante. Eso y el sentido de pertenencia. Hoy estamos todos como desconectados de todo. De los clubes, de las empresas, pero también de las sociedades de fomento, del barrio, de todo.

¿Y no ve ningún camino viable hacia eso?

Bueno, tengo una reunión pendiente con el presidente de la República por este asunto.

¿Lo nota abierto a este tipo de cosas?

Públicamente no, pero personalmente sí. Está afín. Ahora, claro, Mujica también quería hacer la reforma del Estado –risas–. Y yo al pobre Pepe no le achaco que no la haya hecho, no se lo puedo achacar. Porque claro, qué le vas a hacer. No depende de Pepe, o de Juan o de Pedro. Él quería, pero la cosa quedó por el camino. Uruguay es así.

¿Es un problema idiosincrático?

Yo creo que es idiosincrático, pero considero también que no existe la conciencia de que este tema es importante. Los temas de base que marcan cambios importantes tienen dificultad para avanzar. En el año 2005 hicimos una gira por España con Daniel Ferrere para promover al Uruguay, en la que también participaron Gabriel Oddone y Álvaro García, que en aquel momento estaba en la Comisión Nacional para el Desarrollo; personas humanamente extraordinarias.

La gira fue estupenda, y recuerdo que en la última reunión apareció Ferrere en el Club Financiero de Barcelona y les dijo: “Señores, si después de las alocuciones de las tres personas que me antecedieron alguno de ustedes piensa ir al Uruguay a invertir, tenga en cuenta que es un país muy bueno y proclive para ello, pero les quiero aclarar que es como una piscina de dulce de leche. Si van apurados, no vayan”. Nunca escuché algo tan maravilloso. Pero, bueno, más allá de la anécdota, son cosas que pasan mucho. Lo que ha hecho el Frente Amplio y el país con algunas personas valiosísimas, como Fernando Lorenzo...

¿Qué opina de lo que sucedió con Lorenzo?

Creo que Fernando fue víctima –yo no soy mucho de los que creen en las manos negras ni nada–. Se jugó por algo que yo compartí desde el primer momento, que fue la privatización o venta de Pluna. Era un tema difícil, escabroso, pero Fernando no tuvo la posición de evitarlo, como se ha hecho con muchos otros temas. Lo abordó y lo solucionó; porque lo solucionó. Pluna era un problemazo para Uruguay. Y en ese trámite para sacarle Pluna de encima al Estado uruguayo, fue víctima de escaramuzas o fallas de procedimiento que le costaron lo que le costaron. Es un hombre intachable, con una moral muy alta, y además es un gran tipo y un excelente profesional. Eso es lo que tiene la política, es así. Por eso es que yo no me acerco mucho a la política, porque es peligrosa en ese sentido.

¿Cree que fue tratado injustamente dentro del Frente Amplio?

¡Sí! ¡Absolutamente! Y afuera ni hablemos.

¿Se considera de izquierda?

Sí, yo soy de izquierda progresista. Hay algunos que son de izquierda reaccionaria. Y además ahora no estoy en el Frente Amplio. Soy un izquierdista raro.

Tengo entendido que apoya particularmente al movimiento cooperativo. ¿Ve en el cooperativismo un modelo alternativo viable al modelo de producción tradicional?

Sí, más que apoyar, te diría que no hay cooperativa que no haya pasado por este escritorio. Intento ayudarlas a todas. Lo que pasa con casi todas las cooperativas, aunque hay algunas que funcionan muy bien, es que terminan teniendo problemas de capital. Los cooperativistas generalmente tienen una concepción –que está muy bien, y es atendible– de que los sueldos deben ser dignos, ajustar siempre por encima del IPC, etcétera. Todo eso me parece perfecto.

Ahora bien, ¿por qué no se plantean, por ejemplo, medidas para usar el aguinaldo para comprar acciones y capitalizar las cooperativas? Es sólo un ejemplo, pero como los problemas de las cooperativas son de capitalización, habría que probar con ese tipo de soluciones. Para mí el cooperativismo es en alguna medida un horizonte. Quizá no es el sueño que ustedes buscan... el socialismo. Con el que yo también soñaba. Pero es un sueño quizá más cercano.

¿“Nosotros”?

Sí, ustedes los jóvenes. No se ofenda porque lo aprieto un poco –risas–. Pero sí. Soñar es necesario. Pero gestionó el Frente Amplio quince años y derrochó todo lo que tenía para derrochar. Se endeudó y todos le compraban, y a tasas ridículamente bajas. ¿Y llegamos al socialismo?

¿Casi diría que era irresponsable no endeudarse a esas tasas?

¡Sí! ¡Exactamente! Pero luego se derrochó el dinero. No en los planes sociales, porque la pobreza era muy alta. Pero se podría haber aprovechado mejor en otras áreas.

Usted mencionó antes que todo su patrimonio lo invierte en el país. Cuando lo dice, lo dice con un orgullo casi político.

¡Es que es así! Invertir en Uruguay es una decisión política y yo estoy orgulloso de hacerlo. Lo que hay que entender, que tienen que entender todos, los ciudadanos y los políticos, es que hay una guerra internacional por el capital. Los fondos de inversión, los bancos, todos se pelean por captar los ahorros de los uruguayos. No sólo de los uruguayos, por supuesto, sino de todos los latinoamericanos y de todo el mundo. Pero los nuestros también. ¿Y qué hacemos frente a eso? Tenemos una Bolsa donde cotizan cuatro empresas y en bancos no hay ninguno privado de capitales nacionales. En este estudio, en el año 2002, no se mandó un dólar para afuera. No mandamos absolutamente nada para afuera. Y eso me llena de orgullo.

Me imagino que no fue una posición común entre sus colegas.

Fuimos los únicos.

Plantea el tema de la captación de capital en términos casi geopolíticos.

Es que es de esa manera. Y vuelvo a los sueños. ¿Vos te creés que a esos tigres de bengala de los fondos internacionales les importa si el gobierno es de izquierda o de derecha? Durante el gobierno del Frente Amplio se dio el mayor proceso de extranjerización de la tierra. ¿Fue culpa del Frente Amplio? ¡No! Para nada. Fue un fenómeno global. Hay que entender que estas cosas se pelean a escala global. ¿A vos te parece que les importa el discurso de Petro y lo que declara? ¡No! Que lo haga, que cobre más impuestos si quiere, pero que lo haga en silencio para que no le hagan una corrida coyuntural. Igual, capaz hasta mejor, porque así compro barato –risas–.

¿En las finanzas se encuentra el poder hoy para usted? ¿No en la tecnología, por ejemplo?

Sí, sin lugar a dudas. La tecnología es importante, pero la habilitan las finanzas, que deciden invertir en una idea que todavía no está realizada. Yo te pregunto algo concreto: si mañana pasa algo y los fondos más importantes del mundo deciden que no compran más bonos uruguayos, ¿qué pasa?

No sé, ¿qué pasa?

Y... vas a tener problemas para pagar las cuentas.

Izquierda y finanzas, campo y bolsa. ¿Le gusta ser un poco contradictorio, una suerte de rara avis?

Si, puede ser que sí –risas–. Amo la Bolsa, es lo que más me gusta. Es lo mío. Pero el campo me tira. Estoy de lunes a miércoles en el escritorio y jueves y viernes me voy a trabajar al campo.

Usted está, por nombrar algunos ejemplos, en el directorio de CLAEH y en el del Instituto de Promoción Económico Social del Uruguay. También estuvo involucrado en Progreso, club del que es hincha. ¿Cree que los empresarios deberían estar más involucrados en la vida social del país?

Sí, pero fundamentalmente creo que debería haber más empresarios. Tampoco hay que pedir tanto –risas–. Volvemos a lo de los sueños. El mío fue madurando y hoy tengo un sueño quizá un poco más realista.

Es casi como si analizara los sueños como inversiones, comparando rentabilidades relativas a ver cuál es más factible.

¡Sí! –Risas–. Puede ser. Igual los sueños son muy necesarios. Sin eso no hacemos nada.

¿Qué es el dinero para usted?

Un medio, fundamentalmente. Sí. Un medio. Me permite algunas comodidades, pero no mucho más.

¿Qué lo hace feliz?

Mis hijos. Estar con ellos. Uno me acompaña acá en el escritorio y otro está en el campo. Lo que más me gusta en el mundo es estar con ellos.

¿Qué le molesta?

Y... algunas cosas de mis hijos –risas–. Es que ellos son mi mundo.

Me habló mucho de sueños. ¿Cuál es su sueño?

Un país más justo... Sí. Más justo. Y con más empresarios.


  1. El artículo declara que: “Las sociedades anónimas con participación estatal deberán promover, siempre que las condiciones lo permitan, la apertura de una parte minoritaria de su capital accionario mediante la suscripción pública de acciones”. 

  2. Proyecto de parques eólicos de Areaflin que cotiza en la Bolsa de Valores, ubicado en la localidad de Valentines de la cual toma el nombre.