Fernando dice que Cristian es de todos los cuadros, de Boca, de Defensa y Justicia, de Albion, que entró a la cancha con la bandera de Palestina. Cristian no lo niega, pero exige una cuestión combativa en los equipos por los que hincha. Un hincha del fútbol como Mohamed fue el lazo para que estos viejos amigos empezaran a pelotear la idea de Yalah! Yalah!, la película que fue exhibida en Montevideo el jueves 6 de noviembre en la Facultad de Artes y el viernes 7 en la cantina Sócrates de Villa Española, luego de haber sido vista en Venezuela, Brasil, Buenos Aires y unas cuantas provincias argentinas, además de la más conocida de las exhibiciones en el muro que separa los países, en pleno territorio conflictivo. A los tres días de haber pisado suelo palestino, Cristian se quedó sin un mango porque los precios son altísimos; acudió entonces a uno de los números de teléfono que le habían proporcionado en la embajada palestina antes de salir de Buenos Aires. Apenas terminó de contarle su situación a Mohamed, este le dio las llaves de su casa y lo llevó a conocer a la familia. Lo que siguió fue una serie innumerable de maklube y otras delicias palestinas que hicieron sentir a Cristian como en casa. Fernando terminó de hacer uno más de sus tantos trabajos en el blanco y negro de la camiseta de All Boys y viajó a encontrarse con Cristian y con el cotidiano de Mohamed, quien a su vez decía tener la clave para que Argentina fuera campeón del mundo: encontrar de nuevo un jugador como Juan Román Riquelme.

¿Se pensó la militancia a la vez que la película?

Cristian: Desde la gestación de la película hay un factor azaroso y de entusiasmo muy grande desde la idea inicial hasta la preproducción, con un guion basado en un personaje. Cuando logramos viajar, al cuarto o quinto día que estábamos filmando, el personaje se bajó. Decidió no participar. Resulta que tenía un hijo detenido, con una sentencia de tres años y medio, al que le faltaban meses para salir en libertad. Hay una figura que el Estado israelí usa con frecuencia en contra de los palestinos, con un tribunal militar: seis meses de cárcel que se renuevan automáticamente hasta que alguien un día decide que te vas. Él tomó esa decisión por una cuestión de exposición, porque la película podía acarrearle consecuencias a nivel familiar. Las represalias siempre son de orden colectivo, no individuales: cuando un palestino es acusado por algún tipo de cuestión con Israel, la familia es la que paga, no sólo la persona. Entonces tuvimos que rearmar el rompecabezas. La ventaja fue que a esa altura ya vivíamos en el predio de la Federación de Fútbol Palestino y estábamos vinculados con jugadores, directores técnicos, dirigentes, hinchas. Ahí aparecieron más personajes y terminamos en esta historia coral.

Fernando: Con respecto a la pregunta, la causa palestina es una causa de la humanidad. Es necesario hacerla visible, y después de haber estado ahí, mucho más.

¿Cómo fueron recibidos, teniendo en cuenta que no son del lugar ni practican la religión musulmana?

C: Todo arrancó en un viaje de fotoperiodismo. En 2012 o 2013 entré a Palestina por primera vez. Antes de ir fui a la embajada de Palestina a buscar un poco de información. Todo lo que tenía era a nivel teórico; de cotidianidad, cero. Venía desde Egipto, que estaba saliendo de la “primavera árabe”, y era baratísimo para nosotros. Pensé que en Palestina iba a ser igual, pero me encontré con que las cosas salían 12 o 13 veces más caras que en Egipto. En la embajada me dieron dos contactos y no mucho más; uno por si tenía problemas en la frontera, el otro por si tenía problemas dentro de Palestina. Al tercer día mi situación era insostenible económicamente y llamé al contacto que tenía, porque me parecía que el problema era general. Fuimos a tomar un café, le conté más o menos en qué andaba y me propuso que me quedara en su casa. Le expliqué que no quería manguearle un lugar en la casa, y nos terminamos tomando un taxi a un departamento en un segundo piso, saludé a todos y me dieron un juego de llaves. Este ejemplo no es algo meramente anecdótico: es algo que nos pasó ahí todo el tiempo. Realmente tienen una vocación de brindarse.

F: Es como ir a visitar a parientes a los que no visitás desde hace mucho tiempo: no te van a decir que está todo mal (bueno, ahora en Argentina sí), te hacen sentir bien. A veces incluso esa hospitalidad llegaba a ser contraproducente para laburar. Vos querías filmar y te venían con café y te querían hablar.

C: Hay una toma de los primeros días, cuando estamos siguiendo a Mohamed por un mercado –el personaje que después se bajó–. El tipo iba a comprar las cosas para su casa, miraba a la cámara y no paraba de hablarme. “¿Usted quiere un poco de tomate?”, me decía, y yo le explicaba que no nos dijera nada, que sólo queríamos filmar. A los tres segundos nos estaba ofreciendo choclo.

F: Hay otra toma que sí quedó en la película: nos ofrecieron té, dijimos que sí y nos trajeron 18 tazas, para dos personas.

¿Cómo se vive el fútbol en Palestina?

C: Con los futbolistas locales, nada, ni siquiera con los de la selección. Apenas un saludo en la calle, y te quedás pensando si en realidad no se conocían. El fanatismo es con Real Madrid y Barcelona; hemos visto partidos en los que se paraliza Cisjordania. Se ve en los bares, se comentan, se cargan, salen a festejar. Vas por la ruta y de repente ves un pueblito beduino con una caña larga con una bandera de Real o de Barcelona, hecha harapos, flameando.

F: Son hinchas de la selección, pero no tienen tantos triunfos. El fútbol es parte de la causa palestina. El torneo local se suspende cada dos por tres, la selección nacional no puede entrenar en Palestina y tiene que hacerlo en un país cercano, a veces los de Gaza pueden salir, a veces no... La selección es parte de la causa; en la película queda claro, todo lo que signifique visibilizar cualquier situación en Palestina es parte de la causa. Hay mucha gente que tiene la posibilidad de irse a jugar en otros lados y no se va. Incluso hay extranjeros que van a jugar a Palestina. Hay un montón de ejemplos de lugares en los que hay mucho quilombo, donde los jugadores pueden hacer muchas cosas. El jugador de fútbol palestino es muy consciente. Un triunfo deportivo en Palestina va a ser considerado terrorismo en Israel; es una cuestión de deshumanizar, de no aceptar que en Palestina hay jugadores de fútbol, hay médicos, hay gente.

¿Por qué el fútbol es un medio para visibilizar una causa?

C: Primero, por la anécdota de Mohamed, el protagonista del inicio que después se bajó de la película, que decía tener la fórmula para que Argentina salga campeón del mundo: había que ponerse a buscar un jugador como Riquelme. Una vez me metí en un campo de refugiados con la cámara. Los campos de refugiados tienen obviamente sus lógicas de custodia interna, son lugares donde Israel hace incursiones militares continuamente, apresan gente indiscriminadamente. Nos metimos en un café y terminamos hablando de fútbol: de la fórmula para que Argentina salga campeón, de que yo tenía que llevarle una carta a [el ex director técnico de la selección argentina Alejandro] Sabella escrita por él, para que haga un cambio y salgamos campeones. “Salgamos”, decía. En medio de la conversación, empiezo a escuchar tiros. Mohamed me dice que son fuegos artificiales, que hay fiesta popular cada vez que sueltan a un prisionero. De pronto, pasan 50 tipos encapuchados dando tiros al aire; son los grupos armados dentro del campo de refugiados, que hacen demostraciones de poder frente al Ejército israelí. Mientras pasaban, me dijo que no los mirara a los ojos. Quedé petrificado por el ruido. Cuando pasaron, Mohamed me miró y me dijo: “Como te decía, Argentina necesita un jugador como Riquelme”. Ahí ves que en el fútbol, también en Palestina, se deposita mucha energía, sobre todo en el fútbol de los equipos ganadores, que es también, de alguna manera, como tener un logro, aunque sea ajeno, y hacerlo propio entre tanta situación de angustia y de opresión. El fútbol atraería más cantidad de gente a la película y, por lo tanto, a la causa palestina.

F: Yo estaba muy metido en hacer cosas de fútbol. Cristian viene del fotoperiodismo, es hincha de todos los cuadros. Tengo animaciones, cortos, hice el DVD del centenario de All Boys. Cuando me contó esa historia de fútbol, de automáticamente conectar con un tipo que parece tan lejano, derribar todos los prejuicios y entender que es un chabón al que le encanta el fútbol como a nosotros, le dije que investigara un poco más.

¿A Palestina le hacía falta el fútbol como canal de visualización de la situación?

F: Hay un documental francés que habla de fútbol palestino como un hecho en sí. Nosotros agarramos el fútbol para mostrar la vida cotidiana: eso que no se ve ni en las películas militantes, ni en las películas revisionistas, ni en las películas de ficción. Nunca se ve cómo vive la gente en Palestina. Nosotros respetamos eso desde el principio con Mohamed y con los otros protagonistas que vinieron después.

Por el contrario, ¿qué le hacía falta al fútbol que le puede dar la película sobre el cotidiano futbolero de Palestina?

C: Muestra algo que se está perdiendo: el barrio, el potrero, nunca olvidarse del barro. Los chicos piensan más en la guita o en la fama. Lo otro que muestra es el amateurismo, la espontaneidad de jugar en las calles. En Argentina se está perdiendo eso. En Palestina está todavía ese espíritu del juego por lo lúdico. La película es un centro y hay que ver quién cabecea. Cuando Palestina te da en la cabeza, te cambia todo, te modifica en un montón de aspectos la intensidad de lo que pasa adentro, que también pasa en otros lugares. El nivel de resistencia de Palestina hace que el fútbol también tenga una mística importante.

F: Tanto en 2014 como en 2018, simultáneamente a los mundiales, en Palestina se organizaron campeonatos de fútbol de amputados por el conflicto.

C: Es muy emocionante. Al estreno de la película vino Pablo Abdala, un rosarino que jugó en la selección de Palestina y que no conoce Palestina. En esa época la selección entrenaba en Jordania o en Egipto, y él no conoció Palestina. Jugó como cuatro años en la selección. Fijate si eso no es una metáfora de la tragedia: a un tipo que tiene raíces árabes, de ascendencia palestina, lo llaman a jugar en la selección pero nunca pisa suelo palestino.