Cuando el doctor Sebastián González-Dambrauskas se disponía a escribir uno de los artículos más esclarecedores acerca de lo que se nos venía, en el Gran Parque Central, con miles de personas en sus tribunas, Nacional, por la Copa Libertadores, le ganaba a Estudiantes de Mérida por 1-0. Antes de que Sebastián –que parece que es futbolero– volviera de la pizzería, la Conmebol ya había suspendido la semana de competencia de la Libertadores. Cuando su esclarecedora columna se estaba editando en la redacción de la diaria, el viernes 13 de marzo, en la radio se escuchaba al presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), Ignacio Alonso, contar que en una conversación con el presidente de la República, Luis Lacalle, y con el director nacional de Deporte, Sebastián Bauzá, se había resuelto que los partidos del Campeonato Uruguayo se jugarían a puertas cerradas, entre otras medidas. Aún no había pasado por debajo de la puerta de los suscriptores la diaria de fin de semana ni se había subido a la web el mensaje de Sebastián cuando la confirmación de los primeros casos de Covid-19 en Uruguay llevó a la AUF a suspender toda la actividad futbolística de sus clubes profesionales. El agregado de “clubes profesionales” es mío: no encontré otra forma de definir su inacción –la de la AUF, la del Poder Ejecutivo y la de la Secretaría Nacional de Deporte– en relación con la actividad de la Organización del Fútbol del Interior (OFI), que, aunque forma parte de la AUF, no quedaba englobada en la urgente y necesaria medida de suspender las actividades.

Con esto no se juega

Ahí estaba el centro de la cuestión. Mucha gente sabía ya que, concomitantemente con la búsqueda de soluciones para la peste, para la epidemia, para la pandemia, lo primero que había que hacer era tomar las medidas para evitar el colapso de los sistemas de salud. Pero la actividad de la OFI, que es parte de la AUF, que tenía los partidos que más gente llevarían, no había sido suspendida, y algunos de los planteles –y seguidores– en cuestión ya iban en viaje para jugar. Al final, de manera particular, la OFI se pronunció: “En atención a los hechos de público conocimiento y a la alarma sanitaria, con el afán de preservar la salud de deportistas y aficionados, el Comité Ejecutivo de la organización resuelve la suspensión de la fecha fijada para este fin de semana”.

¿Por qué cuidar, proteger a unos y no a otros?

Apenas unas horas después, cayeron notas y suspensiones, suposiciones de que sería por una semana, por unos días, clubes que querían jugar amistosos y entrenar. Lo que importaba era la preparación, los puntos, la plata, los sueldos. La idea de reducir las posibilidades de contagio inmediato, aislándonos lo más posible por unos días, se dejaba entrever claramente en la suspensión de clases por dos semanas tomada por el gobierno. Evitar el pico atroz, la multiplicación inmediata de los casos.

El sábado la Secretaría Nacional de Deporte suspendía las actividades con público: “En cumplimiento de la declaración de la emergencia sanitaria por coronavirus efectuada por el Poder Ejecutivo este viernes 13, la Secretaría Nacional del Deporte informa a la ciudadanía que rige la suspensión de todo espectáculo deportivo en territorio nacional hasta nuevo aviso. Asimismo, la práctica individual o colectiva sin público quedará sujeta a la evaluación de cada persona o institución”.

Según el comunicado emitido por la dependencia estatal, la medida rige para toda disciplina profesional o amateur que involucre a cualquier federación o club. Aun así, y vaya a saber por qué situaciones, ello dejaba abierta la posibilidad de prácticas, entrenamientos, concentraciones y viajes.

Fue necesario que se emitiera la comunicación de la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales, junto con las organizaciones gremiales de los entrenadores, los preparadores físicos, los kinesiólogos y los árbitros, para determinar que se cumpliera estrictamente con las determinaciones del Ministerio de Salud Pública y, por tanto, se atendiera la suspensión de toda actividad hasta nuevo aviso.

Bien paraditos, en casa

Mientras no entiendo cómo no se entiende, mientras reviso si es verdad que algunos periodistas deportivos no entienden por qué no se juega a puertas cerradas, le hago una consulta virtual al doctor González-Dambrauskas –que juega o jugaba de nueve y te la manda a guardar literal y metafóricamente, el que nos abrió los ojos sobre el aterrizaje del virus y la epidemia– y en su devolución me vuelve a iluminar: “El mensaje es ciudadano. El fútbol no importa ahora. El mensaje debe ser: ‘che, si cortó la NBA por primera vez en la historia, ¿qué duda hay de que debemos cortar?’”.

La medida debe ser de no salir y quedarse en casa. Hay que achicar. La línea de cuatro bien paradita atrás y extremar la defensa. Nada de chiches. Hay que meter el dedazo a la tribuna y esperar. Lo que importa es que no nos claven, porque si perdemos este partido la quedamos. En serio.