Basados en recientes descubrimientos arqueológicos y en interpretaciones alternativas de conocimiento histórico, Graeber y Wengrow cuestionan el estancamiento actual en un sistema y un discurso casi único, en el que la libertad para crear o modificar las relaciones sociales parece condenada al cajón de los recuerdos y la civilización occidental se presenta a sí misma como el único modelo a seguir. Su perspectiva coloca en un lugar secundario a las clásicas preguntas sobre el origen de la desigualdad y del Estado.