El brillante divulgador británico Ed Yong vuelve a maravillar con un libro tan ameno como profundo que muestra lo fantástica y disímil que es la realidad percibida por cada ser vivo, mostrando así que el mundo es más inmenso de lo que jamás podremos llegar a experimentar.
El libro propone un viaje por otros mundos que están en el planeta Tierra y a los que solo podremos acceder mediante volteretas intelectuales. Porque si bien podemos llegar a entender cómo una araña saltadora, un delfín, un pez eléctrico, un murciélago o un elefante recibe información del mundo que lo rodea, siempre lo haremos a través de la limitada caja de herramientas que disponemos para hacernos una idea de lo que está ahí afuera. Nuestros ojos no agotan la capacidad de recibir información lumínica. Nuestros oídos y tacto no agotan la capacidad de recibir información mediante vibraciones y movimiento. Nuestras narices y lenguas se quedan cortas ante la capacidad de obtener información química. Nuestro mundo es pues más estrecho de lo que sentimos. Y el mundo de cada animal más estrecho que la suma de lo percibido por el conjunto de los seres vivos.
La prosa de Yong es veloz y entretenidísima. Pasa de hablar con investigadoras e investigadores tan apasionados como él por el tema a zambullirse en la historia de la ciencia y los conocimientos que ha generado respecto a la percepción con la misma actitud juguetona con la que un delfín explora un nuevo ambiente. En reiteradas ocasiones describe con pulso y tino lo que animales están haciendo enfrente suyo, rindiéndose ante su extraña y a la vez familiar forma de vivir en nuestro mundo. Siempre nos deja maravillados.