La muerte del hermano mayor reúne a los otros dos en un cementerio de Zaragoza. Pero no cualquier cementerio, sino uno alemán, que ha recibido durante décadas los cuerpos de los descendientes de los colonizadores que llegaron a España desde Camerún cuando en 1916 la nación africana fue conquistada por aliados durante la Gran Guerra. “¿Heredan los hijos la culpa de los padres?”, se preguntaba el jurado que le dio el Premio Alfaguara a esta novela.