Carlos Real de Azúa (1916-1977) fue uno de las figuras que definió el clima cultural uruguayo de mediados del siglo XX. No sólo practicó un minucioso análisis de la producción intelectual local, sino que también fue docente y, además, pionero en áreas lindantes con la politología y la sociología. Fue también un hombre discreto y a la vez controvertido: feroz y agudo antibatllista, su deriva política lo llevó a ser bien considerado por la izquierda (fue uno de los adherentes públicos al novel Frente Amplio), pero antes fue admirador de Franco, aunque de adolescente habría sido simpatizante de la Revolución Rusa, y siempre se mantuvo en el entorno del catolicismo. Sobre algunas de esas tensiones escribe el narrador y periodista Valentín Trujillo.