Andreu Domingo es un demógrafo inusual. Profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha estudiado el cambio en la familia y las migraciones, pero ha ido más allá, investigando las raíces teóricas de los estudios de población, el uso de estos temas en el discurso político y las distopías demográficas en la ficción literaria o cinematográfica. Invitado por el Programa de Población de la Facultad de Ciencias Sociales, dio una conferencia en Montevideo la semana pasada.

Uno de los temas que más te han interesado es los usos no académicos de lo demográfico, por ejemplo, en el discurso público, donde suele aparecer desde el catastrofismo o la amenaza. ¿Cómo funciona este tipo de discurso?

Históricamente la demografía nace para la intervención política. Medir a una población, sus comportamientos, su composición, para dos cosas: prever su evolución e intervenir. En ese sentido siempre ha estado en el centro de la gobernabilidad, de lo que se ha llamado biopolítica. A partir de ahí me ha interesado un discurso que nace con las distopías de población, sobre todo con la explosión demográfica en los 60, y el libro de Erlich [The population bomb, libro de tono alarmista sobre el crecimiento poblacional], que en un anexo anima a que los niños de la secundaria de Estados Unidos escriban y representen obras de teatro sobre la sobrepoblación.

Con un cierto plan de imponer agenda, entonces...

Sí, eso me interesó, y es un material que refleja el pensamiento político sobre los temas demográficos, y va hacia las distopías. Luego me ha interesado el análisis de lo que llamo la utilización de la demografía en la construcción de discursos de involución. La coartada demográfica, que está al servicio de esos discursos. Se habla del “invierno demográfico” para hablar del envejecimiento poblacional, del “suicidio demográfico” para hablar de la baja natalidad, y ahora de “el gran reemplazo” para referirse a las migraciones. Y ahora en Europa se habla de “desierto demográfico” para la despoblación de algunas zonas. Es un discurso que la extrema derecha o la derecha nacional-populista está movilizando y muchas veces roza las teorías de la conspiración, como también se vio en la pandemia.

La idea de conspiración está presente en “el gran reemplazo” especialmente, ¿no?

Sí, para el que no lo sepa, esta idea de “gran reemplazo” plantea que hay un gran complot (con extraños compañeros de viaje, como las elites cosmopolitas, y las izquierdas y las feministas y las Naciones Unidas) para sustituir a la población blanca, cristiana y europea por población inmigrada africana y musulmana. Sería una anécdota si atentados como el de 2011, con 69 muertos en Utøya [la isla noruega donde irrumpió Andrew Berwick con la intención de matar a todos los miembros de un campamento de la juventud laborista], no se hubieran inspirado en los panfletos que hablan del Gran Reemplazo. Todos estos discursos refieren a cosas que realmente pasan, pero se presentan de una forma distorsionada: lo del “suicidio demográfico” surgió en países como Francia, que al final del siglo XIX ya tenían descenso en su natalidad. Y el discurso del “invierno demográfico” refiere al envejecimiento demográfico para ser instrumentalizado no sólo por la derecha sino también por los bancos, que en España han buscado generar pensiones privadas.

¿Pero no hay algo propio de los temas demográficos, más allá del núcleo duro de conservadores, que conecta con miedos atávicos en todos nosotros? Quizá por la idea de extinción o la modificación de nuestro entorno habitual...

Es que estos discursos han afectado de dos maneras. Por un lado, a los demógrafos, por el intrusismo profesional, que haya gente que habla sin tener la más puñetera idea. Por otro, a la sociedad, porque desplaza los temas, a fuerza de metáforas y storytelling, y eso resulta muy goloso para los medios de comunicación, porque emotivamente llega mucho. Hay que reivindicar el discurso demográfico para romper con relatos que son fáciles de comprender pero ocultan grandes mentiras.

Me llama la atención cómo surgen catástrofes imaginadas de escenarios opuestos: sobrepoblación, despoblación, muchos hijos, pocos... En la conferencia que diste en Montevideo contabas cómo en la cumbre de Davos se alertaba sobre posibles catástrofes y eran todas demográficas.

Es según a quién le sobra y a quién le falta población, “a mí país le falta población, pero el conjunto del mundo tiene mucha”. La cumbre de Davos publica un análisis de riesgos globales, con lo que dicen los líderes mundiales. Y la cocina es creativa [risas], les sirve para montar cada año una narrativa, y curiosamente en 2012, que corresponde a años de crisis, la dedicaron a “las semillas de la distopía” y eran todos los temas menos la crisis económica. Sirve de coartada.

Fuiste siguiendo el discurso de Elon Musk, así que aprovecho a preguntarte por esos tuits de este año en los que se ponía pronatalista, que llevaron a que los demógrafos le corrigieran más de un dato. ¿Qué fue eso, por qué alguien como Musk se para ahí?

Su obsesión es la colonización de Marte y la expansión al espacio, aunque él no lo vaya a vivir, en la cuarta revolución industrial. Y está pensando que necesita soldados y proletarios. También está implícito, y esto es algo que tienen en común varios empresarios y tecnólogos que han renunciado a combatir del todo el cambio climático. Lo dan por perdido, están pensando en un plan B. Y este triunfo tiene precedentes, desde la conferencia de México en 1984 [la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo], cuando Ronald Reagan da la campanada diciendo que Estados Unidos dejará de apoyar al Fondo de Población de Naciones Unidas porque desde lo neoconservador lo ve como promotor del aborto. Hay una ideología allí, que ellos llaman “demografía de mercado”, que es casi “la naturaleza ya se encargará”, por eso hubo inacción en el sida en África.

Desde el costado antinatalista ha sido también muy cruenta la intervención sobre regiones como África. Recuerdo algunos think tanks que promovían condicionar la ayuda a países africanos a que bajaran sus tasas de natalidad.

Eso fue real, no sólo idea de los think tanks; hubo países europeos que lo aplicaron con países africanos. Y para detalle más escalofriante, en los años 90 jugaron al Doctor Fausto con cuestiones de demografía, como pedirle a Argelia que no tuviera política de vivienda para jóvenes porque eso subía la natalidad. Es política neocolonial, que se ve también en las migraciones. No hay antiinmigración, esos discursos están por la selección étnica de las migraciones. Tiene que ver con su pasado colonial: Vox usa el discurso del panhispanismo para decir “los latinoamericanos son como nosotros, no son como los africanos”. Claro que ese discurso perjudica a los migrantes africanos, pero tampoco beneficia mucho a los latinoamericanos, porque encierra una subordinación.

Para terminar, como experto en distopías demográficas de la literatura y el cine, ¿qué película y libro de ficción demográfica recomendarías?

Como película, Crónica de un mundo sin hijos (Children of men) o Elysium, para hablar de la secesión de las clases altas. Y libro, el clásico de las distopías feministas de la población, el de la Margaret Atwood, El cuento de la criada.