La incidencia de los y las economistas en el sistema político y particularmente en los gobiernos es un fenómeno relativamente novedoso. Los politólogos Adolfo Garcé y Javier Rodríguez Weber dan cuenta de esta historicidad en el libro Economistas, economía y política, editado recientemente por Fin de Siglo. Allí sostienen que los economistas “se ganaron” un lugar destacado en el sistema político uruguayo desde la recuperación de la democracia en adelante. Hoy vemos a estos profesionales ocupar cargos de responsabilidad política y hacer análisis de coyuntura en los medios de comunicación. Incluso el término “economista” fue utilizado como chapa de presentación de un candidato presidencial, Ernesto Talvi, en las últimas elecciones nacionales.

Los autores señalan que en el ascenso de los economistas en Uruguay pueden distinguirse dos grandes fases. La primera comienza con la creación de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (FCEA), en 1932, y se extiende hasta comienzos de la década de 1970. Durante este período se establecieron las bases institucionales de la economía como disciplina y como profesión en Uruguay. En 1954 la formación de los economistas empezó a separarse de la de los contadores, proceso que se consolidó en la reforma del plan de estudios de 1966. “En un contexto signado por el avance de las ideas desarrollistas, con el telón de fondo del estancamiento económico y la inflación, la profesión económica se legitimó socialmente y se consolidó institucionalmente”, sostienen los académicos.

La segunda fase, que comenzó a principios de los 70 y llega hasta hoy, es la del ascenso, diversificación institucional e internacionalización de la economía. Entre los períodos 2001-2010 y 2011-2020 más que se duplicó la cantidad de egresados de la FCEA: pasaron de 659 a 1.430. Los datos de las universidades privadas también muestran un crecimiento constante de la matrícula.

Desde la recuperación democrática, los economistas han ocupado importantes cargos de gobierno. En la administración actual se destacan Azucena Arbeleche al frente del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), Isaac Alfie como titular de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) y Diego Labat al frente del Banco Central del Uruguay (BCU). Durante los tres gobiernos del Frente Amplio también se apeló a economistas para dirigir el MEF y el BCU. Los presidentes Jorge Batlle y Julio María Sanguinetti, del Partido Colorado, y Luis Alberto Lacalle, del Partido Nacional, nombraron a economistas o contadores para el MEF, salvo en la crisis de 2002, cuando Batlle apeló al abogado Alejandro Atchugarry.

De todos modos, si bien los y las economistas ganaron importancia en las últimas décadas, no fueron designados para dirigir todo tipo de instituciones, como sí se registra en otros países, advierten los autores.

En cuanto a las principales tendencias en materia económica, los autores sostienen que se observa “un proceso de convergencia entre grupos que en la década de 1960 ocupaban posiciones antagónicas”. “Ahora los desarrollistas toman nota de las preocupaciones monetarias y los liberales prestan atención al rol de las instituciones en el funcionamiento de los mercados”, indican.

La interpretación del rezago económico

Uno de los capítulos del libro está destinado a evaluar las interpretaciones que los y las economistas han hecho sobre el rezago económico que comenzó a sufrir Uruguay desde comienzos del siglo XX y que continúa hasta hoy. Uruguay pasó de ser, junto con Argentina, de los países con ingresos mayores en el mundo hacia 1920, a situarse en las últimas décadas del siglo XX dentro del gran grupo de países con ingresos medios.

Los autores identifican cinco interpretaciones posibles sobre ese rezago. Una señala que es necesario “planificar el desarrollo” y que se requiere que el Estado intervenga en ese proceso. En esa línea se enmarca, por ejemplo, la creación de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE) en 1960. Otro grupo de economistas identifica como factor explicativo del rezago el estancamiento del sector ganadero por falta de productividad, y considera que el camino para el desarrollo es introducir mejoras tecnológicas que permitan incrementar la productividad de la tierra y, a más largo plazo, superar el sistema capitalista. Un tercer grupo, de inspiración neoclásica o neoliberal, entiende que el rezago es consecuencia del proteccionismo. Un cuarto grupo, de orientación neoinstitucionalista, considera que lo que explica el rezago, más que las políticas, son las instituciones. Finalmente, un quinto grupo, desde una perspectiva neoestructuralista, entiende que la clave del desarrollo consiste en alcanzar una estructura productiva que lo favorezca y cambiarla cuando ya no lo hace.

Hablan los protagonistas

“Mi familia era socialista, así que fue lo primero que probé. Curiosamente, la economía fue la que me hizo desistir. Desde que me puse a estudiar economía encontré que la teoría del valor, que es la base de todo en la economía marxista, era, en mi opinión, equivocada. Los estudiantes partidarios del socialismo eran marxistas y yo no podía ser marxista”. Ariel Davrieux, exdirector de la OPP (1985-1990, 1995-2005).

“El social estatismo batllista es la ‘religión oficial’ de Uruguay y atraviesa transversalmente a todos los partidos, a algunos más que a otros. Nos hace falta más batllismo de Jorge que de Pepe [José Batlle y Ordóñez]”. Javier de Haedo, exsubsecretario del MEF y exdirector de la OPP (1990-1995).

“Quiero aclarar que no tengo nada en contra de los colegas que conciben la economía en términos de adhesión, más o menos incondicional, a una determinada escuela de pensamiento, pero esta no es mi opción. Tampoco creo que sea la alternativa más interesante desde el punto de vista del desarrollo intelectual y del ejercicio de la profesión”. Fernando Lorenzo, exministro de Economía (2010-2013).

“Mi formación está influida por la tradición de la economía neoclásica. Soy consciente de las limitaciones que tiene ese enfoque, pero pienso que es un marco pertinente para describir e interpretar los fenómenos de naturaleza económica. [...] Entiendo que los fallos de mercado son frecuentes e importantes, razón por la cual hay méritos para que el Estado intervenga en los procesos económicos. Sin perjuicio de ello, considero que el mercado es, en una gran cantidad de casos, el mecanismo más eficiente para asignar recursos. Siendo esquemático, podría decir que me siento identificado con las ideas y aproximaciones de la tradición keynesiana en sus diversas formulaciones”. Gabriel Oddone, profesor titular de Política Económica en la FCEA y consultor.

“Para el futuro, pienso que hay que ir hacia más distribución, pero tampoco veo que haya claridad sobre esto en ninguno de los partidos. Tampoco en el FA. Me parece que hay una primera discusión normativa, de horizontes políticos, que se tiene que dar”. Andrea Vigorito, profesora titular del Instituto de Economía de la FCEA.

“Creo que los economistas han ocupado muchos roles, quizás en exceso, y tienen peso en la discusión pública. Algunos son roles naturales para la profesión, pero también, por la fortaleza en el manejo de datos, de las técnicas cuantitativas, hay muchas visiones de economistas en muchos temas relacionados”. Verónica Amarante, profesora titular del Instituto de Economía de la FCEA.

“La desigualdad estaba relativamente ausente en el mainstream de la economía e instrumentalmente presente en otras orientaciones, como el estructuralismo y la teoría dependentista; pero no como realidad en sí, sino como una consecuencia de la estructura económica y una limitación para el desarrollo. Me siento influido y representado por esas tradiciones que tienen que ver con un conjunto de autores que fueron trayendo el problema de la desigualdad y el problema de la pobreza a la economía como disciplina de una manera mucho más sistemática”. Rodrigo Arim, rector de la Universidad de la República.