Por estos días se cumplen 20 años de la reforma de la seguridad social. Su principal novedad consistió en establecer un régimen mixto en el que coexisten un sistema de reparto solidario, administrado por el Banco de Previsión Social (BPS), y un régimen de ahorro individual, a cargo de las Administradoras de Fondos de Ahorro Previsional (AFAP). En estas dos décadas, voceros de las AFAP han centrado buena parte de la defensa del sistema en la rentabilidad alcanzada por sus inversiones financieras. Para ello, incurren en algunos eslóganes que, buscando sobreestimar la rentabilidad, generan cierta distorsión de lo realmente ocurrido.
En primer lugar, en cada aparición pública, representantes de las AFAP sostienen que de cada 100 pesos que hay en el Fondo de Ahorro Previsional (FAP),1 unos 66 pesos son rentabilidad y tan sólo 34 pesos son aportes de los trabajadores. En una economía que a lo largo de los últimos 20 años tuvo una inflación acumulada mayor a 400%, un análisis de este tipo no aporta demasiados elementos. Buena parte de esa rentabilidad nominal sólo ha servido para mantener el poder adquisitivo del dinero aportado a lo largo del tiempo, algo que para los trabajadores no supone una ganancia, sino el mantenimiento del poder de compra de sus ahorros.
Pensemos en una persona que invirtió 100 pesos hace 20 años y hoy tiene 500. Pese a que 80% es rentabilidad, el inversor sabe que ha fracasado, ya que su poder adquisitivo actual es menor que el de dos décadas atrás. El ejemplo, que difiere de la dinámica del FAP en tanto este se nutre mensualmente, ilustra la distorsión que se genera al no contemplar los cambios en poder de compra del dinero a lo largo del tiempo.
Además, si lo que se pretende mostrar es cómo creció o se multiplicó el ahorro de los trabajadores, el análisis debería contemplar que una parte de lo aportado se lo queda la AFAP por concepto de comisión de administración. En el caso de las administradoras privadas, la comisión cobrada representa 13,3% del total aportado.2
Nadie discute que la rentabilidad ha sido positiva, pero cuando las AFAP plantean que 66% del FAP corresponde a rentabilidad, están insinuando que la torta se multiplicó por tres, lo que es falso. La rentabilidad real contenida en el FAP es sensiblemente inferior a la que informan y, además, cuando apelan a este dato para reflejar la expansión registrada por los ahorros, sería deseable que consideraran la porción de los aportes que dedujeron por comisiones.
Otro planteo con el que las AFAP pretenden “inflar” la rentabilidad tiene que ver con la afirmación de que, a lo largo de estos 20 años, el rendimiento acumulativo anual en promedio ha sido cercano a 7% en unidades reajustables (UR), es decir, 7% por encima de los salarios. Suena potente pero, en este caso, manejar promedios entraña un problema fundamental: el FAP sobre el que se aplica la rentabilidad va creciendo con los años, por lo que la distribución de las tasas de rentabilidad a lo largo del tiempo se vuelve crucial.
La gráfica que acompaña esta columna muestra la evolución de la tasa de rentabilidad anual en UR. A simple vista se observan períodos bien diferenciados. En los primeros años del sistema se registra un rendimiento efectivamente elevado -particularmente alto durante la crisis de 2002, cuando cayeron drásticamente los salarios reales-, en tanto que desde 2005 se da una fuerte moderación de dicha tasa. En efecto, mientras que en los primeros diez años la rentabilidad acumulada en UR fue de 225%, en los últimos diez años fue nula. Y esto es crucial porque la alta rentabilidad en UR se alcanzó cuando el FAP era relativamente pequeño, y desde 2005, cuando el FAP aceleró su crecimiento, también producto de la mejora del empleo y los salarios, la rentabilidad fue significativamente más baja.
Teniendo en cuenta que el rendimiento no ha sido uniforme en el tiempo, referir a su promedio anual requiere ponderar las tasas de rentabilidad de acuerdo al tamaño del FAP en cada momento. Con esta metodología, el rendimiento promedio del sistema expresado en UR se ubica por debajo de 3% anual, cifra sensiblemente inferior a la manejada habitualmente por las administradoras. La mejor forma de advertir la inconsistencia que plantean es aplicar en cada año el dato que promocionan las AFAP, lo que conduce a estimar un FAP muy superior al que informa periódicamente el Banco Central en sus reportes.
Ante las tasas de rentabilidad relativamente bajas obtenidas en la última década, cabe preguntarse por la situación de los trabajadores que ingresaron al sistema a partir de 2005, que son la mitad del total de afiliados a las AFAP. Muy lejos del auspicioso panorama que se les pinta, con estos niveles de rentabilidad su perspectiva de futuro es preocupante. Según estimaciones propias, lo que han pagado por comisiones a las administradoras supera la rentabilidad real que han obtenido. Si proyectamos estos niveles de rentabilidad a futuro, un trabajador que actualmente gana 20.000 pesos y cotiza a la AFAP por la mitad de su sueldo durante 30 años, a los 60 años no llegará a cobrar 3.000 pesos a precios de hoy por su ahorro individual.
Las AFAP, que no son organismos de protección social, sino empresas que persiguen ganancias, manipulan las cifras con el objetivo de sobreestimar la rentabilidad efectivamente lograda. Seguramente por esta razón nunca alertaron del reconocido perjuicio que afecta a los cincuentones,3 y probablemente, dadas las actuales tasas de rentabilidad, tampoco adviertan a los jóvenes sobre su incierta perspectiva. Lejos del profesionalismo del que se jactan, las AFAP siguen desinformando en favor de legitimar un sistema basado en el lucro, por el que anualmente cobran por comisiones 100 millones de dólares.
Una versión previa de esta columna fue publicada en el blog Razones y personas.
El FAP es un fondo que acumula los aportes realizados por los trabajadores (neto de comisiones y otros gastos) y la rentabilidad obtenida por las AFAP.
Recientemente, una de ellas redujo levemente la comisión a 11,9% de lo aportado.
Se denomina cincuentones a quienes hoy tienen cerca de 60 años, que fueron obligados a afiliarse al régimen mixto y cobrarán una jubilación menor que quienes, teniendo más de 60 años, se pueden jubilar por el régimen de transición que administra únicamente el BPS.